Escrito Por José Luis Pineda on Ene 19, 2023 | 3 Comentarios

Hay veces en las que uno pide otra ronda más casi sin ganas, acuciado por las circunstancias, obligado por los demás, como si ya estuviese saturado, como si no tuviese la capacidad de tomar más: hasta aquí hemos llegado, esto ya no es lo que era, con lo que yo he sido. En esas uno se va para casa triste y desolado, con todo el peso de la nostalgia sobre ti, con todas las tristezas de todas las vidas, viendo el mundo terminar detrás de cada paso. Pero a veces uno topa con un amigo, o también con un enemigo, por qué no, que te obliga a tomar la última, que no acepta tu marcha, tu renuncia, tu adiós. Te la tomas porque ya está pedida. Vamos hombre, con lo que tú has sido, y así, se abre una ventanita de luz para mantener a raya el fracaso o la nostalgia o lo que quiera que sea eso que nos tumba cuando ya no somos capaces de reconocernos delante del espejo.

El Atleti en Levante éramos nosotros en una de esas noches donde ya no podemos más, salió al partido muerto, entregado, dejándose zarandear por un equipo que era de Segunda División pero parecía de Champions. El Atleti no era capaz de superar la presión del conjunto valenciano y sus jugadores parecían alineados en la barra diciendo al camarero así con la manita plana “yo no quiero más”, tal vez exceptuando a Llorente, que probablemente no haya bebido nunca, todos eran un espectro de sí mismos, sombras tambaleantes en un bar que está a punto de encender las luces. Ni rastro de lo que fueron. La decadencia, la tristeza y la pena. Solo faltaba ver cómo sería la forma en la que todo se concretase, de qué manera el Levante iba a encender la luz del local para que todos nos viéramos las caras sabiendo que hasta aquí llegamos, que no habría otra ronda más.

Por suerte, en el entretiempo, Simeone sacó al chaval Barrios para meter a Correa, que lo cambió todo. Correa entró como aire fresco y convenció a todos de tomar otra ronda más. Lo hizo con su desequilibrio, con su energía, con su siempre tirar para adelante. Potenció a Llorente, ajustó a Griezmann, incluso, en cierta forma, le devolvió el gol a Morata. Los chicos se animaron porque Correa los obligó a tomar otra más, a que recordasen lo que eran y supieran que es eso lo que deben ser. Pasó el tiempo, vino el paso atrás, Simeone protegiéndose, todos al unísono ya convencidos de que no querían marcharse a casa todavía y Llorente cerrando la noche con un golazo de aquellos por los que tanto lo adoramos. De las últimas rondas han salido las peores y las mejores cosas de la Humanidad. Lo que suceda con este Atlético de Madrid en la Copa nadie puede saberlo, pues el equipo es una permanente moneda al aire. Por el momento, habrá tiempo para otra más.

Foto: atleticodemadrid.com