La temporada no se ha acabado, pero sí lo ha hecho. O sí ha acabado pero no lo ha hecho. El Atlético se enfrenta a algo que no había afrontado desde que Simeone es el dueño del banquillo, media temporada sin objetivos en el horizonte, al menos los marcados al principio del curso. Sin Champions y sin Copa los rojiblancos deben conformarse con la Europa League ya que la situación en Liga es completamente insulsa salvo catástrofe mayúscula del FC Barcelona o del propio Atlético cuyo colchón respecto al quinto puesto es más que cómodo. Es decir, como objetivo que pueda despertar ambición sólo queda la segunda competición continental que después de lo que ha rondado el equipo en los últimos años, puede saber a poco.
Sin embargo, las circunstancias han llevado a que arriesgar en esta competición paradójicamente no signifique ningún riesgo. El temor a que la secuencia jueves-domingo pudiera afectar a la Liga ya es inexistente porque la situación liguera es prácticamente la nada absoluta siempre que el Atlético dé unos mínimos de rendimiento que se presuponen. Aun así, ganar la Europa League sería salvar la temporada superficialmente porque los problemas de los rojiblancos durante este curso han ido más allá de caer eliminados por actuaciones puntuales en las distintas competiciones. La sensación desde el exterior es que el aura que llevó a los de Simeone a pelear desde la inferioridad contra las potencias europeas se ha roto y no precisamente por culpa del Cholo, a pesar de que como todos haya tenido su cuota de responsabilidad.
Las diferentes manifestaciones de ego vistas durante la temporada ha creado un clima de crispación e inestabilidad que no sólo se ha palpado en la afición, cada vez más impaciente, sino también en el juego donde el nerviosismo ha tomado protagonismo. En los propios resultados se ve que ponerse 1-0 ya no es sinónimo de victoria. Ante la histeria, lo mejor es volver a la raíz y recuperar la esencia del equipo que estuvo a punto de conquistar Europa con una base de jugadores el sentimiento de pertenencia necesario (Giménez, Godín, Lucas, Gabi, Filipe, Koke o Saúl) y otros que marcan la diferencia en sus posiciones como Diego Costa, cuyo retorno ha demostrado que siempre fue parte de este club y Oblak, cuya continuidad no debería ni plantearse aunque suponga un verdadero esfuerzo económico, en esta ocasión, justificado.
La falta de presión que existe en cuanto a metas puede ser una oportunidad de oro, no para empezar de cero pero sí para una renovación casi estructural del equipo impidiendo la propagación de las malas hierbas que tanto ruido extradeportivo han provocado alrededor de un equipo que se caracterizaba por su impenetrabilidad en un vestuario hermético. Por primera vez en seis años, el Atlético no tiene la obligación de competir en el corto plazo. Ahora, tiene ocho meses por delante para ponerse a punto de cara a la próxima temporada en la que estará obligado a resarcirse del tropiezo que ha supuesto ésta, que por otro lado, después de tantas rindiendo por encima de lo obligado, tampoco es relevante. Si estando en la pomada el partido a partido tenia importancia, sin obligaciones la importancia se multiplica porque es la única forma de que los cinco meses que quedan por delante sumen y no sean un mero trámite.
Foto: clubatleticodemadrid.com
30 enero, 2018
El equipo está hundido. El Cholo, ha defenestrado al niño, y señaló a los canteranos Koke y Gabi, por un mal partido.
A las malas hierbas como el francés, belga y croata que más han puteado al equipo, les dió alas y oportunidades, y este es el resultado de la nefasta gestión del Cholo.
La juventud social del club, está con Simeone, esto me recuerda a la entrada de Jesús Gil en el atlético; era el menos favorecido en las encuestas, y al final apareció con el flamante fichaje de Futre, y las consecuencias de su gestión, a medio, corto y largo plazo, ya sabemos cuales han sido.