La derrota del Atlético de Madrid este pasado sábado en Balaídos ha abierto la caja de Pandora en el seno del cuadro colchonero. El estado de histeria que últimamente mueve a la malacostumbrada parroquia rojiblanca con cada derrota volvió a aparecer con el duro naufragio del equipo frente al Celta de Vigo. Las preocupantes sensaciones que ya había evidenciado el cuadro de Simeone frente al Rayo Vallecano se confirmaron en tierras gallegas. Por primera vez en cinco años, los pupilos del ‘Cholo’ se quedaron sin tirar a puerta durante todo el encuentro. 1778 días habían pasado desde que los rojiblancos perdieran por la mínima en Cornellà-El Prat sin un solo disparo entre los tres palos. Hasta este fin de semana. Una dura estadística que puso de manifiesto la falta de profundidad y de fluidez en el juego de los rojiblancos. Eso, unido a la fragilidad defensiva y a la nula capacidad de reacción del equipo, hizo saltar las alarmas entre los más tremendistas.
Lo cierto es que, con los números en la mano, el inicio liguero del Atlético de Madrid es el peor desde que Diego Pablo Simeone cogió los mandos del equipo. El argentino nunca había llegado con solo 4 puntos de 9 tras las tres primeras fechas. Pero no solo eso. El bagaje de goles a favor y en contra es negativo; esto es, se han encajado más tantos (3) de los que se han anotado (2). Un suceso insólito a estas alturas de campeonato. Todo ello coincide con un verano en el que se había instalado un estado de euforia permanente en la hinchada del Atlético de Madrid, pues la continuidad de las estrellas y la inversión en fichajes invitaban a pensar en uno de los mejores planteles de la historia del club. La exhibición en la Supercopa de Europa contribuyó enormemente a alimentar ese mito.
Pero en el fútbol, la memoria es extremadamente corta. Tan corta, que el equipo que hace dos semanas iba a maravillar al mundo con la consecución de su primera Champions en casa, ahora ha tirado la Liga por la borda. Ese estado de histeria generalizado se evidenció una semana atrás en el Metropolitano, cuando se oyeron abundantes silbidos en la grada del feudo rojiblanco. No solo vale ganar, también hay que jugar bonito. Unos excesos y unos delirios de grandeza que Simeone resumió en una sencilla frase: “La derrota llega en el momento justo”. A lo que continuó diciendo: “es una buena llamada de atención, primero para mí”.
No eran palabras vacías. Diego Pablo sabía que se había equivocado en Balaídos, tanto con la alineación como con los cambios. Sí, Simeone es humano, aunque muchas veces se empeñe en hacernos creer lo contrario. Pero las suyas no solo eran palabras que entonaban un sentido mea culpa. En el trasfondo de estas se encontraba una moraleja tan evidente como sencilla, una cura de humildad que los hinchas rojiblancos no deben olvidar. Pies en el suelo y partido a partido. Cualquier desviación en el discurso produce traspiés de este estilo. Y lo más importante: “No nos dejemos llevar por lo que dicen los demás”. Sean cantos de sirena, sean críticas furtivas, cualquier comentario externo que contribuya a contaminar el entorno ha de ser soslayado. Ya lo avisó el ‘Cholo’ en plena celebración de la Supercopa.
Pero, sobre todo, paciencia. Si algo confirma los números, es que el Atlético de Madrid es un equipo que suele ir de menos a más durante las temporadas. Más aún cuando la mayoría de sus futbolistas han llegado de forma escalonada como consecuencia de la celebración del Mundial. Jugadores como Godín, Saúl o Griezmann están todavía muy lejos de sus máximas prestaciones. Con el parón de selecciones y un calendario relativamente más asequible, el panorama para la recuperación se presenta más favorable. De hecho, de los 27 partidos que ha jugado el Atleti de Simeone tras un parón liguero, el conjunto colchonero ha ganado en 19 de ellos (es decir, en más del 70%). Además, cabe destacar que los pupilos del ‘Cholo’ han tenido que visitar dos de los tres campos más complicados de Primera lejos de su mejor nivel. Por ello, no se altere. Este Atlético de Madrid tiene muchos motivos para ilusionarle. Haga el esfuerzo por confiar en quien nunca le ha fallado. Porque, créame, merecerá la pena.
Foto: atleticodemadrid.com
