Me sobra un abono

Apenas habían pasado unas horas desde que el sorteo deparase un nuevo derbi copero cuando ya me habían pasado la primera captura de pantalla de cierta pagina de compra y venta. Dos abonos, cuya localización se especificaba casi hasta el detalle, a un precio de 150€ por cada uno. Dos socios del Atlético de Madrid que habian decidido sacar rédito del que para muchos será el partido de la temporada. Las capturas y enlaces se fueron sucediendo durante esa tarde y en días posteriores. Distintas zonas y distintos precios, aunque ninguno bajaba de la centena ni exigía ser del equipo local a la hora de la venta.

Muchos de los que comercian con sus carnets en este tipo de partidos alegarán el no poder ir para intentar justificar una decisión cuestionable desde el punto de vista de un hincha. Otros, sin embargo, con mas cara que vergüenza, aceptarán sin tapujos el negocio. Los habrá que defiendan aquello como una forma de financiarse unos abonos que cada año aumentan más y más su precio. Otros, airearan con prepotencia el destino de esos «ingresos extra» que acabarán sufragando vacaciones o un nuevo teléfono móvil.

Todos ellos pondrán el dinero como prioridad. Serán los mismos que, llegado el verano, se rasguen las vestiduras cuando los rumores de salidas empiecen a sucederse en la prensa. Se llevarán las manos a la cabeza y exigirán un sentimiento y amor a los colores que ni ellos mismos habrán demostrado profesar.

Entre tanto anuncio y mercadeo sentimental me topé con un comentario en cierta red social. Otro de aquellos que el jueves, por horario o distancia, no podrán estar en el Metropolitano. Otro de los que paga religiosamente, temporada a temporada, la cuota. Uno que, en lugar de vender, cederá su abono.

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MADRID, SPAIN – NOVEMBER 07: Atletico de Madrid fans wave flags and scarves in the stands prior to the UEFA Champions League match between Atletico Madrid and Celtic FC at Civitas Metropolitano Stadium on November 07, 2023 in Madrid, Spain. (Photo by David Ramos/Getty Images)

Somos muchos, entre los que me incluyo, los que hemos acabado abrazando esta secta que es el Atlético de Madrid gracias a las cesiones de abono. Esas llamadas que te llenaban el cuerpo de ilusión y hacían que marcases la fecha en rojo en el calendario. Esos «me sobra un abono, ¿Te vienes?» Que escuchábamos al otro lado del teléfono y que hacían que la respuesta saliese inmediata de nuestra boca. Daba igual el rival, el tiempo que hiciese o el posible madrugón del día siguiente. Daba igual que posición ocupase el equipo en ese momento en la tabla, que el juego estuviese siendo feo o que la estrella de turno se hubiese lesionado la jornada anterior.

Aquellas pequeñas píldoras que se iban colando en nuestro organismo haciendo que cada vez necesitasemos una dosis mayor. Aquellas tardes en las que, al lado de la persona que nos daba la oportunidad de acudir al estadio, íbamos aprendiendo la historia del Club. De donde veníamos, las fechas señaladas, los porqués de unos colores o el odio visceral al eterno rival. Los ambientes, que durante años hicieron más por la fidelidad que el devenir deportivo. 

El «me sobra un abono» ha hecho más por captar socios para el Atlético de Madrid que cien anuncios de la Sr Rushmore, no lo perdamos.

Autor: Marcos Martín

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1 Comentario

  1. Recuerdo un derbi en el Calderón, quizá entre la década de los 90 o después del regreso a Primera División. No recuerdo el partido pero sé que el Atleti perdió aquel derbi.

    Yo estaba situado en la grada superior del fondo sur, con el palco a mi izquierda y ya desde el primer minuto se pudo comprobar como esa tribuna del palco aplaudía y jaleaba casi por entera cada acción del merengue y silbaba al unísono cada acción del Atleti.
    La cosa llegó por momentos a ser irritante para los que estábamos allí, porque desde mi ubicación, los sonidos del bullicio del fondo sur, que podrían contrarrestar a esa tribuna, estaban atenuados por la propia grada, de tal manera que estuvimos condenados a tener que oír durante todo el partido a la becerrada blanca.

    La sensación de vergüenza ajena fue «in crescendo» al imaginarme lo que podrían pensar los propios jugadores, que ya de por si, no tenían una mentalidad fuerte en aquella época, la desgana que les produciría estar viendo y escuchando a esa tribuna en tu propia casa, llena de merengones.
    A la salida del Estadio, caminando hacia el Metro, todos los comentarios eran los mismos: «Aquello había sido una vergüenza y no se debería repetir más».

    Pero se repitió la misma situación en derbis posteriores y hasta de alguna forma, se normalizó.
    Temporadas después, se extendió la presencia incluso a la zona de abonados donde estaba yo, bastaba con ver una cara desconocida para sospechar. La mayoría, eso si, estaban calladitos. Aunque alguno, que no reprimió sus simpatías, tuvo que abandonar el asiento ante la hostilidad de los allí presentes.

    No sé si la cosa ha ido a más o a menos con el tiempo, y habrá motivaciones de todo tipo para hacer esto, pero desde un punto de vista ético, refleja una mentalidad ruin y miserable.

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