Los ídolos, en el Atleti, no lo son porque hayan marcado cien, noventa y nueve o cinco goles a lo largo de sus carreras. Los ídolos del Atleti no cuentan los goles que han metido sino lo que significaron. Los ídolos, en el Atleti, no piensan en cómo van a celebrar esos goles de antemano, simplemente expresan su alegría como les sale de dentro, sea haciendo una especie de salto de la rana en blanco y negro o sea postrándose para besar el césped del Calderón, que es un césped con un aroma inigualable. Los ídolos, en el Atleti, tampoco son los más guapos, aunque a nosotros nos lo parezcan. Los ídolos del Atleti no necesitan señalarse el escudo a la mínima de cambio porque el escudo lo llevan por dentro, justo al lado del corazón, que es rojiblanco, por cierto. Los ídolos del Atleti no acaparan portadas, no marcan tendencia a la hora de elegir peinado y no tienen cuentas en las redes sociales desde las que elevar a suceso cualquier minucia de su rutina diaria. Los ídolos, en el Atleti, si se van no se van del todo y a la más mínima oportunidad lo demuestran. Los ídolos del Atleti no se quitan la camiseta por narcisismo y si lo hacen, siempre hay una buena razón que los justifique, porque a los ídolos, en el Atleti, les duele desprenderse de la camiseta. Los ídolos del Atleti no son cualquier cosa.
Los ídolos, en el Atleti, se cargan a un equipo en derribo sobre sus escuálidos hombros de adolescente. Los ídolos del Atleti le afean a un cuarto árbitro que pise el escudo del equipo de sus amores. Los ídolos, en el Atleti, guían a sus compañeros hacia una remontada con el menisco roto y se retiran en camilla doloridos, pero llenos de orgullo por el trabajo cumplido. Los ídolos del Atleti son humildes, restan importancia a las cosas que realmente no son importantes y se sonrojan cuando se les sienta enfrente alguien que glosa justamente sus hazañas. Los ídolos, en el Atleti, se paran pacientemente para firmar autógrafos a los niños que ahora están en la posición en la que antes estuvieron ellos. Los ídolos del Atleti, son pecosos o tienen bigote. Los ídolos, en el Atleti, no atienden a modas y se dejan las patillas más anchas, casi de hacha, y no cambian de montura de gafas a no ser que se rompan. Los ídolos del Atleti saben que el esfuerzo no se negocia y por ello, cuando les entrevistan tras un partido, están empapados en sudor, despeinados, con el rostro desencajado por el sacrificio. Los ídolos, en el Atleti, no se enfurruñan pese a no ser tratados por los medios como merecerían. Los ídolos del Atleti nunca se fueron. Los ídolos, en el Atleti, consiguen en cuarto de hora sobre el campo que una afición rejuvenezca quince años de golpe a base de encarar a los rivales y de exhibir, nunca perdida, esa potencia atisbada en aquella tarde de Albacete que nos sirvió de única tabla de salvación durante tanto tiempo. Los ídolos del Atleti se quitan la camiseta, con dolor, para acordarse del que les brindó su primera oportunidad. Los ídolos, en el Atleti, se eligen mejor que en cualquier otro sitio. A ser ídolo del Atleti no se llega de casualidad. Nunca un cualquiera pudiera ser ídolo en el Atleti.
¡Qué gusto ser del Atleti y tener los ídolos que tenemos!
Foto: EFE
16 febrero, 2016
Muy bien explicado
14 septiembre, 2016
Muy bueno !!!