Inconscientes

Parece mentira. Andábamos tan tranquilos inmersos en la rutina y ya tenemos al equipo desmontado. Hecho unos zorros como quien dice. El Atleti se desintegra como un objeto sideral al entrar en contacto con la atmósfera mientras nosotros, que somos unos inconscientes, dedicamos la semana a cargar con nuestras diarias miserias. Menos mal que la industria del colorín en la que se ha convertido el periodismo deportivo cartesiano nos lo ha recordado. Gracias. No sé qué haríamos sin vosotros, queridos. Cada vez que el azaroso calendario decide juntar nuestro camino con el del equipo que con su avería en el fax propició una crisis profunda en la relación entre Edurne y su chico, ahí estáis, prestos a sacarnos del pozo de la ignorancia. Gracias de nuevo.

Sabíamos que ahora venían curvas. Que volvía la Champions en medio de unas jornadas de liga de horario traidor y rivales de renombre. Conocíamos de la dificultad de la empresa pero no podíamos llegar a sospechar lo maltrechos que lo afrontaríamos. Qué cabeza la nuestra. Simeone se nos marcha al Chelsea. Griezmann vive sin vivir en sí porque quiere mudarse al norte de la capital. Lo de Torres en los últimos partidos es una casualidad. La defensa ya no defiende lo que defendía, defienden los defendedores de trabalenguas y, para colmo, fuentes fidedignas aseguran que la resurrección capilar de Oblak no es tal, sino un exceso de cardado. No nieguen que el suicidio no ha pasado por sus cabezas ante este panorama ¿Sí? Normal, claro.

Visto lo visto –y lo que te rondaré morena a lo largo de la semana que viene–, no sería de extrañar que el Atleti se presentase a plantar cara en ese estadio que parece una penitenciaría sin entrenador, sin utilleros y con solo cuatro o cinco jugadores del primer equipo en disposición de saltar al campo. Por supuesto, los pocos que pudieran comparecer lo harían sin ganas, solo animados por el hecho de que en algún lance afortunado que protagonizaran les convirtiera en objeto de deseo del rival. Todo el mundo sabe que todos los futbolistas, técnicos y hasta mecánicos de lavadoras con exceso de cal, desde bien pequeños lo que ambicionan es jugar en el equipo de la camiseta descolorida. Como debe de ser.

Tal vez no nos hayamos dado cuenta antes del avanzado estado de descomposición de nuestra escuadra por esa milonga del partido a partido o por otro camelo parecido. Nosotros siempre tan desenfocados, intentando colarnos en fiestas donde no somos bien recibidos y no teniendo visión. Será por eso que somos incapaces de detectar la campaña de acoso y derribo al que se ve sometido el constructor y ser superior a tiempo parcial que rige los destinos del club Emirates. Lo que decía antes, unos inconscientes.

En cualquier caso, llegados a este último párrafo y habiendo dejado toda la ironía y el sarcasmo de los anteriores aparcados en un paragüero de diseño, yo que ellos no estaría confiado. Por más que vaticinen apocalipsis colchoneros, por más que se llenen líneas anunciando el desguace de nuestro equipo, al césped del próximo derby saltarán once hombres vestidos con camiseta rojiblanca. Sean quien sean, yo que ellos, me andaría con cuidado. Por si acaso. El que avisa no es traidor.

 

Foto: Gonzalo Arroyo Moreno/Getty Images

 

Autor: Emilio Muñoz

Atlético, luego indio y por último colchonero.

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