Año nuevo, ¿vida nueva?

La nueva temporada futbolística marca el inicio del año de todo «futbolero» que se precie como tal. Con el paso del tiempo uno ha ido perdiendo ese hormigueo que produce la llegada de cada nuevo ejercicio futbolístico. Y es que cada vez más el fútbol me resulta un deporte insulso y grosero, un espectáculo poco deportivo, lleno de parones, simulaciones, egocentrismos y una execrable bipolaridad partidista que no solo ha ahogado la competividad de la Primera división española, sino del deporte patrio en general.

Con estas reflexiones he de reconocer que mi persona utiliza cada vez más la frase «a mí el futbol no me gusta, solamente me gusta el Atleti», una frase que al principio fue una muletilla para ensalzar mi ego intelectual delante de compañeros de profesión y conocidos, pero que actualmente se ha convertido en parte de mi presentación ante tertulias, charlas y los diferentes manejos de las redes sociales.

Todo esto me ha provocado un hastío producido por la ficción y el mundillo que se está generando alrededor del deporte rey, un cambio que como declaró hace varios meses en una entrevista el ex periodista de El país, Enric Gonzalez, consiste en dejar de ser un espectáculo para los que van al campo y lo sea para las televisiones, una idea que recuerda a la propuesta hace varios lustros por Silvio Berlusconi.

Un modelo que derivará en una especie de NBA sin competividad, donde los egos de veintañeros serán y son encumbrados a una especie de lucha de fibrados gladiadores modernos y que ha sido bendecido por el nuevo periodismo deportivo, modelo que por desgracia ha sido copiado por los medios públicos, pero esa es otra historia.

Pero bueno, a pesar de esta divagaciones el 21 de agosto allí estuvimos de nuevo, presenciando el inicio de un nuevo curso liguero, el último en el viejo Calderón. Un campo que a pesar de las circunstancias descritas en la anteriores líneas todavía rezuma aroma a ese fútbol no tan moderno, no tan de Mediaset, donde los niños todavía pueden campar por la barandilla de alrededor del terreno de juego, un campo en el que se pueden apreciar aficionados de todas las condiciones sociales, a pesar de la aparición cada más frecuentes de aficionados güiris por nuestras gradas, grandes «enemigos» de los aficionados clásicos.

El partido fue lo que fue, y la semana siguiente más de lo mismo. Nada preocupante para el que escribe que sigue todavía más pendiente del nuevo cambio de estadio, deseando que Simeone y el Área social del Club Atlético de Madrid puedan imponer sus ideas y que la institución siga ligada a sus gentes, dentro de los que da de sí una SAD, como en estos años de «Cholismo».

Con un público enganchado a sus jugadores, con gente como Juanfran y los valores deportivos que representa, con el ambiente europeo creado por el Frente Atlético y sobre todo como algún veterano dice sin convertirse en un engendro sin identidad como alguno de los grandes clubes ingleses, que apenas son disfrutados por sus aficionados de siempre para ser consumidos por personas del sureste asiático.

 

Foto: clubatleticodemadrid.com

 

 

Autor: Antonio Olalla

Licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid. Empecé en deportes pero por suerte cambié a otro tipo de periodismo, aunque siempre mirando de reojo al Atleti. Madrileño de nacimiento Morañego por convicción.

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