Una montaña rusa de emociones (1-1)

El arranque del año fue como una especie de deja vù de la pasada campaña. Un recién ascendido que hacía presagiar una noche plácida en la que pudieran mostrarse los nuevos fichajes y que terminó virando en una agonía para conseguir el triunfo, que en esta ocasión no fue. Parecía el mismo guion, la misma estructura sobre la que deslizar los hechos pero la película cambió. Faltó el actor principal y el resto, elaboraron un thriller que, por todo lo que ocurrió, quedará en la memoria de partidos extraños que el Calderón entierra esta temporada.

Simeone puso en el once su ideario perpetuo: confiar ‘en los muchachos que le vienen dando la vida’, introducir los cambios muy poquito a poco, sin hacer ruido, como si alguien pudiera sentirse ofendido. Gameiro fue la única cara nueva en la alineación del argentino, una formación en la que volvía Tiago a formar pareja junto a Gabi y en la que apostó por Savic como acompañante de Godín en el centro de la zaga. Empezó el encuentro según era de esperar por todos, con un monólogo del Atlético sobre un Alavés que trató de sacar algo positivo encerrándose atrás y maniatando toda opción ofensiva del rival. Menos Oblak, jugaron los 21 futbolistas en los tres cuartos de cancha de la portería del equipo vitoriano y así sería durante todo el encuentro. Los colchoneros no encontraban espacios y no se encontraban cómodos. Lo intentaron por la derecha con más ahínco que por la izquierda y las ocasiones fueron cayendo, primero difusas, después ya más certeras en algún arreón que llevó a Yannick a estrellar un balón en el palo y a Gameiro a fallar a bocajarro el pase de la muerte que le había enviado Koke. El francés desaprovechó su primera gran ocasión pero todo el mundo permanecía incómodamente tranquilo, pues quedaba un mundo por delante.

En la segunda mitad, Simeone sacó la artillería pesada. Torres entró por Tiago desde el principio de la reanuadación y después Gaitán por Gabi llevaron a Saúl y Koke al medio centro. Correa por Carrasco completaron los cambios de un Atlético que se volcó con todo pero que no encontró el camino al gol. El Alavés se defendía aferrado al cronómetro y a su portero Pacheco, que fue sin duda el hombre del partido. El Atlético era un vendaval que lanzó veinte córners y tuvo un carrusel de ocasiones. Saúl, Torres, de nuevo Torres al palo, Godín, Gameiro, de nuevo a bocajarro. Parecía claro que el gol tendría que llegar pero los minutos pasaban y a una ocasión la sucedía otra sin acierto que invitaba a pensar que tal vez aquella no era la noche, que los de Simeone habían comenzado la temporada con esa falta de gol que tanto le lastró en la temporada anterior.

En alargue, con el partido acabado, temblaron los cimientos del Calderón. Como si su vieja alma quisiera recordar a todo el mundo, en este año en que lo apagan, lo especial de su Historia, su destino guiado por todas esas almas alegremente atormentadas. Torres tiró un desmarque a la espalda de a defensa y se coló en el área, donde fue agarrado sobre la línea en una acción dudosa que el árbitro señaló como penalti. Gameiro demostró personalidad y agarró el balón para desterrar fantasmas. Hizo el gol y desató la locura en un estadio que casi había asumido el tropiezo y que veía, en el minuto noventa y dos, como regresaban tres puntos que, como todos en esta Liga que no admite fallos, resultaban ya tan importantes. Esperando que el árbitro pitase el final, en el 94, Manu, el capitán del Alavés, se vio favorecido de dos rebotes y agarró un disparo a la desesperada desde 30 metros que sorprendió a Oblak colándose ajustado al palo. El silencio. En un minuto y medio la sombra de la decepción, que ya huía Manzanares abajo se volvió a colar por una de esas esquinas abiertas del Calderón y bajó de las nubes a toda la parroquia, que se marchó a su casa recordando a las claras algo que el equipo de Simeone había hecho olvidar en los últimos tiempos. El Atleti también es esto: la manera de subir y bajar de las nubes sin pausa ni tiempo, sin explicación.

 

Foto: Ángel Gutiérrez – clubatleticodemadrid.com

 

 

 

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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1 Comentario

  1. Bueno, hemos empezado mal, pero queda mucho. Los portteros de los rivales, siempre se lucen aquí.

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