Desastre a las cuatro (0-0)

Es difícil hacer el ranking de partidos malos de la era de Simeone, por ser tan pocos, por estar tan espaciados en el tiempo, por tener entremedias tantos éxitos fulgurantes que maquillan esos malos momentos, tan frugales y lejanos. Es una lista difícil de componer pero sin duda el partido de ayer sería un firme candidato a enderezarla. Desde el primer minuto hasta el último el Atlético hizo un partido horroroso sin paliativos, sin una excusa a la que agarrarse para vislumbrar el futuro, sin dejar una mínima opción para componer una crónica del optimismo sin caer en la fantasía. Y en esas, la injusticia del fútbol le regaló un mísero, amargo e inmerecido punto que no sirve sino para poner en verdadero contexto el desastre de partido que los colchoneros perpetraron en Mendizorroza.

Los primeros minutos del choque fueron de dominio total del Alavés que metió al Atlético en su campo y enseñó un juego fascinante. Rapidez en la transición, velocidad en las descargas del juego, Femenía y Theo doblegando los costados, Ibai y Llorente omnipresentes, Deyverson con ese hambre violenta de los delanteros incisivos y el Atlético desbordado, todavía en la caseta, aguantando el chaparrón de un equipo que se supone muy menor a su categoría y que pareció un gigante a su lado. Pero no fue sólo el principio, el Alavés fue capaz de dar continuidad a la maravilla de su juego y los de Simeone se encomendaron a Moyá. Los laterales vitorianos subían y subían, Filipe y Vrsaljko desparecieron del juego, Godín no anticipó nunca, el medio campo siempre tarde y los de arriba, un auténtico poema descarnado. Gameiro y Carrasco no tocaron un balón, no regalaron una carrera, no tiraron una pared. Moyá le paró a Ibai, el larguero detuvo a Laguardia, el césped y la fortuna a Camarasa. El Atlético alcanzó el entretiempo sosteniendo el marcador a cero como un milagro increíble.

Podría pensarse que lo peor habría pasado, que era imposible salir con la misma actitud y sufrir de la misma manera durante otros cuarenta y cinco minutos. Pero fue tal cual. El mismo guion. Como si al Alavés no le pesara el cansancio físico, como si Simeone hubiera permanecido en silencio todo el tiempo de asueto. Gameiro y Carrasco seguían siendo un holograma de ellos mismos, el Atlético no conseguía mantener la posesión tres pases seguidos y los de Pellegrino incrementaban su hambre viendo a su rival tan débil. Así siguió el partido, con un Atlético extraño defendiendo el punto como gato panza arriba hasta que un fallo clamoroso en la defensa del Alavés dejó a Gaitán mano a mano con Pacheco, era la ocasión pintada para hacer sangre con la ley máxima del fútbol: quien perdona lo paga. Pero no fue así, al argentino se le apagó la luz, si es que se le ha encendido alguna vez desde que está en el Manzanares y erró la ocasión del partido. Desde ahí, el Alavés dudó y los de Simeone se recompusieron un poco, trataron de tener el balón, la entrada de Torres y Correa (antes Savic había salido obligado por lesión de Giménez) dio otro aire. El de Fuenlabrada supo dar la pausa que necesitaba su equipo, se apoyó, recibió de espaldas, protegió, jugó, hizo jugar. Pero no fue suficiente. Apenas un espejismo.

Llegando al final el Alavés recuperó su tono anterior y acometió un último arreón para tratar de llevarse el partido. La tuvo Theo en una internada rapidísima por su banda en la que pecó de egoísta. La tuvo en un cabezazo a la melé en el último minuto de un exagerado descuento. Pero al final, el marcador, todo un milagro, no se movió. Cero a cero y una sensación de desastre que mucho tendrá que cambiar para enfrentar en apenas cuatro días al todopoderoso Barcelona por la Copa.

 

Foto: clubatleticodemadrid.com

 

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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2 Comentarios

  1. «¿Al argentino se le apagó la luz, si es que se le ha encendido alguna vez desde que está en el Manzanares?»
    NO PUEDO CREERLO…

    Escribe una respuesta

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