Existen lugares inhóspitos para la vida, incómodos para la existencia. Sin duda, Lisboa será siempre uno de esos para el Atleti, por más que poco a poco y a fuerza de ser un grande de Europa no tenga más remedio que ir enfrentando ese recuerdo. Ya ganó en el escenario del crimen hace dos temporadas y ayer, mal que bien, se volvió a meter en unas semifinales europeas en el otro gran estadio de la ciudad. Pero el quebranto fue tan grande aquel día que será difícil revertirlo. Lisboa será siempre tragedia, dolor, párpados caídos, manos sobre la cabeza, un fado eterno.
El partido fue más o menos eso, un compendio de malos augurios, como si esa ciudad maldita tratase de meterse en los riñones de un equipo que no quiere traer a la mente aquellos barrios, aquella alegría frustrada. El Sporting sometió al Atleti con lo que tenía, que por suerte para los de Simeone no era mucho, porque los rojiblancos salieron al césped obnubilados, tal vez demasiado confiados en la renta que traían desde Madrid. En el minuto veintiuno, Coates hizo emerger la imponente figura de Oblak que abortó con un paradón descomunal el cabezazo del uruguayo a un córner botado desde la derecha. Al borde de la media hora, Fredy Montero aprovechó el despeje de Oblak, asediado, para introducir el balón en la portería y poner el uno a cero.
Simeone se desesperaba en la banda mientras muchos de sus jugadores estaban desaparecidos sobre el césped: Griezmann, Costa, Vitolo no comparecían y todo eran ataques infructuosos del Sporting que morían en el corte de un majestuoso Savic y de un omnipresente Lucas. El mediocampo redoblaba sus esfuerzos defensivos y así llegó el descanso, que supo a gloria al Atleti, que nunca había tenido el control del partido.
En la segunda mitad Lucas se quedó en la caseta tras un golpe recibidoen el pómulo y Simeone hubo de disponer dos laterales derechos sobre el campo: Juanfran, que había sido de la partida inicial y Vrsaljko, que ingresó a pierna cambiada. El Atleti trató de tener más el balón para así contener el ímpetu de los lisboetas pero le duró poco el intento, de nuevo los de Jorge Jesus se hicieron con las riendas y trataron, sin mucho éxito, de llegar a los dominios de Oblak. Acuña desde la izquierda ponía el peligro con centros envenenados y la pareja de centrales del Atlético se esforzaban una y otra vez en alejar el balón de allí. El Atleti necesitaba una contra, un gol para acabar con la incertidumbre, pero lo cierto es que no encontró la conexión que necesitaba para llegar a los dominios de Rui Patricio. Para colmo de males, Costa se lesionó en una de sus carreras al espacio, definitivamente no era un buen día para los madrileños. Torres entró en su lugar y estuvo bien, participativo, combinando, dando la pausa que necesitaba el equipo. El Atleti empezaba a controlar la situación y el Sporting se lanzaba a la desesperada a buscar el gol que le daba la prórroga. Ahí, con el partido desatado, los visitantes supieron jugar con los espacios que dejaba la desesperación del rival por la eliminatoria y, a tres toques, en dos ocasiones consecutivas, Griezmann se vio mano a mano frente al portero portugués. Una la sacó Patricio y otra la mandó fuera por poco el francés., ciertamente no parecía un buen presagio. Hubo alguna parada de Oblak, un reloj entorpecido y un sufrimiento que nadie esperaba, pero al final, el Atleti consiguió solventar su mal día y plantarse de nuevo en el sorteo de semifinales. Una derrota que fue un triunfo. Un final feliz para continuar enjuagando la tragedia. El Atleti está de nuevo a un solo paso de una final y eso, por más que ya no sea novedad, debería siempre concitar la admiración que se merece.
Foto: clubatleticodemadrid.com