Conviene empezar una crónica de Copa en sus primeras rondas haciendo la repetida mención, por si a alguno de los responsables le diese por revisar la unanimidad de la opinión al respeto, advirtiendo de que es una competición ridícula y absurda, que se asemeja más a un partido amistoso en octubre, que a la que debía de ser la joya de la corona de la Federación del Fútbol Español. El grande ejerce su abuso de poder y regala minutos a los poco habituales, hace debutar a algún canterano, y el pobre recoge las migajas y maquilla su ilusión, cada vez más manoseada, y dibujada en precios absurdos y gradas vacías.
Con ese panorama, el Atleti tenía una buena oportunidad de darse un bálsamo de gol, que tanto necesita, ante un Elche que transita los bajos fondos de la Segunda B. Todo parecía inclinarse hacia ahí, porque marcó pronto Thomas, tras rematar de cabeza un centro servido por Giménez, un uruguayo que no distingue al Elche del Bayern de Múnich. El Atlético jugó cuarenta y cinco minutos a placer, evidenciando el abismo existente entre las dos categorías. Destacó el lateral izquierdo que debutaba, Sergi, que fue de más a menos pero dejó el sello de su proyección ofensiva, de su seriedad. En esta ocasión, el otro canterano, Keidi, pasó desapercibido. Pero destacó también la movilidad de Vietto, que se asoció mucho y bien, pero que completó probablemente la peor noche de su vida de cara a la portería contraria. Fue una alegría volver a ver a Augusto sobre el césped, tratando de coger de nuevo el pulso al fútbol y reconocer al Gaitán que todos conocimos en el Benfica, con calidad, ímpetu, clarividencia, una pena que solo saque esa versión con rivales tantos escalones abajo. En el centro de la defensa Lucas y Giménez imponían su jerarquía y Torres buscaba desesperadamente un gol que lo liberase de esa angustia que lo tiene transformado. Las ocasiones caían una tras otra, Vietto, Torres, Vietto, Torres, pero el gol se marchaba dejando un halo de desesperación. La definición de este equipo es cándida como el beso de una madre y, aunque Simeone se excuse en aquello de que el gol va por rachas, hay síntomas imposibles de apartar.
El partido había sido tan plácido, las ocasiones tan claras, que parecía que a base de insistencia llegaría la goleada, pero lo que llegó en la segunda parte fue la dignidad de un histórico del fútbol español, el Elche, que se rebeló contra su propia realidad y plantó un partido de tú a tú en el segundo acto. El orgullo de los ilicitanos los llevó, a base de insistencia, con las gotas de pausa y calidad de Javi Flores, la velocidad de Lolo Plá y sobre todo, la insistencia de Sory, un delantero muy destacable, a mirar a la cara al partido y al Atlético. Un error infantil de Lucas propició el penalti que dio el merecido empate a los franjiverdes y a partir de ahí, el Atlético ya se había marchado del partido, sólo unos pocos jugadores parecían tener interés en él, entre ellos otro canterano que se puso por primera vez la elástica rojiblanca, Toni Moya, y que demostró movilidad y buen toque. El Elche hizo lo que pudo, que fue más de lo que debería, y todavía hubo tiempo para que Vietto sumase otros dos mano a mano fallados delante del portero. Al delantero argentino se le oscureció la noche y perdonó tanto que puso en evidencia que tal vez no sea un jugador para este equipo.
Un resultado justo que ahonda en las malas sensaciones que va dejando el Atleti. Simeone con gesto agrio, jugadores cabizbajos. Octubre llega a su fin pero todavía Enero parece tan inalcanzable como el Everest.
Foto: clubatleticodemadrid.com