La ley de Messi

El Metropolitano esperaba este día, ya no tanto como se esperan los partidos grandes sino como el momento preciso para mostrar el sentimiento herido. Esperaba a Griezmann para gritarle que el fútbol no es más que una manera colectiva de interpelar las cuestiones privadas. La traición provoca la ira y la gente del Atleti quería mostrarlo al mundo y sobre todo a ese chico que, como rezaba la pancarta, “quiso tener un nombre y se olvidó de ser hombre”. Pero las cosas no siempre funcionan como se espera. Las gentes del Atleti apenas pudieron canalizar su rabia hacia el principito destronado, porque éste estuvo ausente y para más desgracia apareció la verdadera estrella para atraer todas las miradas y acabar con una historia que debía haber sido muy distinta. Lionel Messi no consiente que nadie pueda contaminar el relato. El relato es él.

Estuvo puesto el foco en la entrada de Saúl como lateral para empezar a juzgar a Simeone por un planteamiento defensivo que no por inexistente podía pasarse por alto para atizar al argentino. Tal vez con eso nadie reparó en que sobre el campo estaban, de inicio, Morata, Joao y Correa, lo que propició que el Atleti saliera decididamente al ataque, desde el minuto uno. En el seis ya había tirado un palo en un remate embarullado dentro del área a la salida de un córner. En el nueve Morata disparó dentro del área y Ter Stegen mandó a córner. En el veintidós llegó la primera ocasión increíble: Hermoso remató a la espalda de los centrales un centro de Joao, lo hizo dentro del área pequeña, a bocajarro, parecía imposible que aquello no fuese gol, pero Ter Stegen atrajo la bola y la hizo estrellar contra él, yéndose a córner la oportunidad perdida. Sería difícil tener otra igual. El Atleti filtraba su juego por las botas de Herrera, buscando el costado izquierdo donde Firpo hacía aguas con las incursiones de Trippier y Correa. En el veinticuatro Herrera finalizó un nuevo contragolpe tras robo dentro del área, tratando de ajustar al palo y construyendo un nuevo uy en la grada; elevaba la presión arriba y percutía una vez, hacía todo para ganar, pero no ganaba.

Hasta el 25 no llegó el primer tiro a puerto del Barcelona; Rakitic tras pase de Messi en una de las pocas pérdidas de Herrera. Ahí aflojó el Atleti, que había salido con un ritmo muy alto, arriba, tratando de poner en dificultades la fluidez del juego blaugrana. Hubo un respiro mientras los de Valverde dormían el partido con posesiones infinitas en el centro del campo, de un lado a otro, hasta que la pelota caía a los pies de Messi que no entiende el juego si no es aplicando revolución. La precisión del argentino en el toque, en la conducción, en el pase, es tan extraordinaria que cada vez que la pelota cae en su poder el partido entra en una dimensión inexplicable, cualquier cosa puede suceder. Messi recibe y todos, colectivamente, sostienen la respiración. Messi conduce y siembra silencios, Messi pasa y construye el peligro o libera el suspiro de alivio del rival.

En el treinta y nueve, el Atleti retomó el pulso con un cabezazo picado de Morata servido desde el córner por Trippier que Ter Stegen volvió a salvar de manera milagrosa. Replicó Piqué al larguero en una jugada similar. Y así vino el descanso, con un Griezmann que apenas pudo ser pitado, por inédito, con Joao mostrando detalles de clase mundial de una manera muy intermitente, como un caño tirado a Piqué que le procuró la amarilla al central catalán, que sólo pudo detenerlo sujetándolo.

En la segunda mitad el partido perdió intensidad, entró en una fase de duermevela en la que el Barcelona controlaba la posesión y el Atleti esperaba. A los diez minutos hubo una contra excepcionalmente montada por Herrera, Morata cayó a la izquierda y cedió a Thomas dentro del área que no quiso tirar y abrió a Correa para que disparase muy forzado contra Lenglet. Entró Vitolo por Joao según se podía prever en el guion y de sus botas nació otra jugada en la que pudo caer el gol, dentro el área amagó a Piqué y centró, la pelota entró en una espiral de remates y rechaces que finalmente acabó despejado por la defensa blaugrana

En el setenta hubo una jugada decisiva en la que Mateu perdonó la segunda amarilla a Piqué de una manera obscena. Entró Lemar, somnoliento, como si aquello no fuese con él y de su apatía surgió el desastre. Un centro blandito por la derecha, a ninguna parte, propició la salida en tromba del Barcelona a la contra, condujo Messi hasta la frontal, se apoyó en Suárez como quien se apoya en la pared de su casa y ajustó un disparo desde la frontal al palo derecho de Oblak. Era el partido ochenta y cinco y Lionel Messi había impuesto su ley. Fin de la historia. El Atleti hizo un partido bueno, peleado, bien jugado, pero se encontró con su lacerante falta de gol; el rival, polo opuesto, golpeó y mostró la jerarquía que supone la distancia en el presupuesto y también en la clasificación.

Foto: fcbarcelona.es

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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2 Comentarios

  1. Ahora es Messi, cuando no la transicion, cuando no el presupuesto, y sino el arbitro y pasan los años y competimos cada vez mejor, en fin..

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  2. ¡ ¡Claro que hay que seguir criticando al Cholo! Primero por seguir chuleándose, y dar miminutos a Lemar.
    Después por seguir cabreando a Saúl poniéndole a jugar donde no ridne tanto como e su puesto natural. Luego por quitar al portuqués para aburrirle y hedharle del clug.
    También le critico porque si se jugase como el domingo frente a equipos como el Sevilla, Alavés, Celta R Sociedad, Valencia o Valladolíz, otro gallo nos cantaría.

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