Era el momento ideal para los cenizos y otros seres de la caverna, el Atleti venía de un resultado adverso y un encuentro malo en Leganés y llegaba el Borussia, un equipo en alza que había zarandeado a base de goles a los de Simeone hacía un par de semanas y como guinda al asunto, Godín, Koke, Lemar y Diego Costa estaban fuera por lesión, lo que presentaba a los colchoneros como un equipo en cuadro. Era una noche en la que muchos andarían afilando cuchillos que de nuevo volverán a ponerse romos por el paso del tiempo, porque el Atlético de Madrid recuperó su mejor versión y aplastó al Borussia Dortmund en una noche memorable de fútbol.
Simeone dispuso sobre el césped lo que tenía: Oblak en la puerta, Juanfran, Giménez, Lucas y Filipe atrás, el medio para Rodri y Thomas, Saúl y Correa en los costados y Kalinic y Griezmann arriba. Faltaban muchos de los importantes y era uno de esos días en los que podía anidar la duda, sospechosa antagonista de un sistema que se basa precisamente en lo contrario, la creencia ciega en el colectivo. Así lo entendieron todos y así pusieron sobre el césped, sin muchos de sus mejores nombres, el mejor fútbol del Atleti, sin excusas, sin lamentos anticipados. Saúl dio un paso adelante y volvió a aparecer como el jugador total, se podría abastecer los equipos base de toda la ciudad si se les entregaran los balones que el ilicitano recuperó, volvió a la versión box to box, recuperando, sacando dos cabezas sobre el resto, llegando hasta el área rival. Así llegó el primer tanto, en una contra fulgurante en la que robó, progresó, combinó con Kalinic que se apoyó en Filipe, que le devolvió un regalo al interior del área para que fusilara a Burki el primer gol del partido. La celebración de Saúl representó su liberación, su rabia, su comunión con un estadio que rugió al mismo son de la noche.
Era el minuto treinta y dos y con el gol, el Atleti se desató sobre la portería alemana. La tuvo Correa, también Filipe, Thomas desde fuera del área, pero sobre todo, al borde del descanso, la tuvo Saúl de nuevo embocando un disparo en zona de castigo que no llegó a destino por el flagrante penalti del que fue objeto. El árbitro, a un metro, interpretó uno de los córner más surrealista que pueden imaginarse. El Atleti se había liberado de los nombres, se apoyó en las ausencias para recuperar las viejas enseñanzas de la manada de lobos que sufre junta, caza junta, muere junta.
El descanso libró a los alemanes de su juicio final. Pero en la segunda mitad los de Simeone siguieron exactamente subidos a la misma dinámica, la que durante estos siete maravillosos años les ha proporcionado el éxito. Un equipo compacto, unido, con una presión automatizada, alta, intensa y con salidas fulgurantes sobre la potería rival. Entró Montero, un central zurdo de la cantera que debutó en Champions para sustituir a Giménez, lesionado. El chaval liberó los nervios iniciales y el resbalón con el que entró al encuentro y cumplió su función. La maquinaria de Simeone estaba en su mejor versión, aquella en la que ninguna pieza es insustituible, en la que ningún elemento puede hacer sombra a la fuerza del conjunto. Contuvo al cuadro alemán muy lejos de Oblak y salió siempre con peligro, vivió tranquilo pese a lo exiguo del resultado hasta que Griezmann regaló a la grada un golazo que partió de nuevo de la recuperación de Saúl, que entregó a Gelson, que tenía una nueva oportunidad en sustitución de Kalinic; la jugada acabó con un pase de Thomas para que el pequeño príncipe colchonero batiese al gigante alemán con un toque sutil, ajustado a su contrapié, lento y templado, como el dorso de una mano deslizándose por encima del satén.
El Borussia parecía un equipo desconocido, tenían el balón pero no superaban nunca la línea de tres cuartos, donde eran engullidos por la presión del Atleti. Inédito Alcácer, Reus, Sancho, todos aquellos habían sido una pesadilla apenas dos semanas antes. Un cabezazo de Guerreiro a pase del valenciano que se marchó fuera fue lo más cerca que estuvieron los de Lucien Favre de la portería de Oblak, testigo privilegiado del partido de los suyos.
Como en la primera parte, el Atleti pudo haber hecho el tercero, y también el cuarto, pudo realmente haber igualado el estruendoso resultado del partido en Alemania. Filipe fue el mejor Filipe, llegando a línea de fondo una y otra vez, pero sobre todo siendo el perfecto catalizador del juego en el costado izquierdo. Juanfran estuvo rejuvenecido, dando una lección de dignidad a propios y ajenos, tan solo Vitolo, que salió en los minutos finales en sustitución de un exhausto Correa, que se vació, se desmarcó del tono excelente del equipo. Una mención aparte merece Griezmann, que además del gol, volvió a ofrecer una lección de director de orquesta; si uno se fija bien en el francés, si consigue alejarse del ruido que lo acompaña siempre y se centra tan sólo en su fútbol, en lo que hace en el campo, puede ver a un tipo que siempre habilita opciones para el juego hacia delante, pero también alguien que hace goles brillantes y decisivos, que aparece cuando tiene que aparecer, pero que el resto del tiempo nunca se esconde, siempre está. Es yunque y también martillo. Ajusticia y apoya. Defiende, colabora. Aprovecha el partido detenido para recorrer sesenta metros y hacerle una carantoña al chaval que está debutando, besa el escudo y deja claro que lo hace porque ya lo ama. Griezmann tiene los números, pero también tiene el fútbol, y el corazón, y por encima de todo ya parece tener también el ánimo y la convicción para convertirse en una leyenda de este club. No es algo baladí. Quiere escribir la Historia y con partidos como el de ayer lo hará. El Metropolitano le entregará su corazón y eso es algo que nunca nada podrá pagar. Ni mesas con manteles de seda, ni balones dorados, ni tampoco todo el dinero del mundo.
El Atleti igualó los puntos del Borussia, encarriló la clasificación, si acaso no lo estaba ya, y le devolvió la afrenta de Dortmund. Para que todos viesen, para que nadie olvidase.
Fotos: Rubén de la Fuente
12 marzo, 2019
esta noche, A x todas. somos el supercpampeon de Europa.no.x casualidad