Grietas

Creo que es bueno ser crítico y exigente en la vida. Lo creo de verdad y espero que no piensen que lo digo de forma irónica después de leer el texto. El problema es que noto un problema de precisión en la definición de esos conceptos entre algunos aficionados al Atleti. Se confunde la crítica con el insulto y la exigencia con el reproche.

El Atlético de Madrid no está bien. El último empate cosechado en el estadio de Butarque nos dejó una imagen preocupante del equipo. Más allá de un resultado que no puede considerarse más que negativo, la plantilla da muestras de cansancio, melancolía y falta de ideas. Sería un iluso si pretendiese explicar las razones de un diagnóstico que no tengo muy claro, pero es evidente que hay varios factores que, sin duda, tienen que afectar. Por ejemplo la gestión lamentable de las categorías inferiores (primero) y de los recursos jurídicos (después) por parte de nuestra dirigencia. La famosa decisión del TAS ha obligado no sólo a extender varios meses las carencias que ya arrastraba el equipo el año pasado sino que también ha tensionado una plantilla que, consciente de la situación, sabe que en enero habrá “movida”. Curiosamente no he escuchado en la prensa especializada (ni por ende en la grada del Metropolitano) una sola crítica a los responsables de esta situación.

Lo que sí escucho, en la grada y en twitter, cada vez que el equipo no gana, son los reproches histéricos de un buen puñado de aficionados hacia todo lo que se mueve en el campo. Y sí, sé que probablemente no sean mayoría (no lo sé) pero desde luego son muy molestos. La sopa de exabruptos que mi vecino de grada soltó el día del Chelsea contra Griezmann (o Koke) fue, aparte de injusta, insoportable desde el punto de vista de la convivencia. Piensen que no deja de ser un tipo insultando, a gritos y a escasos centímetros de mi oído, a un jugador de mi equipo.

Desgraciadamente no es un hecho aislado. La retahíla de mensajes infectados en odio contra jugadores y entrenador (y hasta contra mí) cada vez que perdemos (o empatamos un partido), crece con cada partido. Y no estoy hablando de los debates lícitos que puedan surgir sobre la alineación, el estado de forma de determinado jugador o el supuesto error de Simeone en un planteamiento. No. Hablo de reproches, de insultos demagogos y de rencor gratuito. Hablo de gente que, porque la pelotita no ha entrado, se cuestiona, de malas maneras, el compromiso de unos jugadores que nos han llevado a la luna y que salen exhaustos del campo. Que cuestionan, de malas maneras, la capacidad técnica de un entrenador que ha cambiado la historia de nuestro club para colocarlo en una élite en la que no deberíamos estar si nos atenemos a los números económicos. Como si una derrota puntual, por muy dolorosa que sea, no pudiese justificarse sin que alguien acabe sacrificado.

Si como afición no somos capaces de diferenciar la crítica del insulto, el deseo de la obligación o la actitud del resultado, es que somos una afición enferma. Enferma de ese nuevo virus de la inmediatez, inoculado por las cifras comerciales del fútbol moderno, y que durante años hemos visto actuar en algunos de nuestros rivales. ¿Es eso lo que queremos?

Durante años me he sentido orgulloso de ser aficionado de este equipo, entre otras cosas, por cómo éramos capaces de gestionar la derrota. No porque nos guste perder o disfrutemos en la desgracia, como más de un imbécil profesional pretende hacernos creer, sino porque nunca la hemos rehuido. A diferencia de los constructores de galaxias ficticias, hemos sido siempre conscientes de la Ley de la Gravedad y de que la derrota es una posibilidad real. Humana. Por eso nunca hemos exigido a nuestros jugadores que ganen algo que depende de un millón de factores sino que mueran por hacerlo. Es muy distinto.

En uno de los momentos más críticos de la historia del Atlético de Madrid, con todos los símbolos históricos puestos en entredicho gracias a que los dirigentes del barco así lo han querido, con veinte mil nuevas almas que vienen a sumarse al espectáculo sin una referencia sólida del pasado a la que poder agarrarse durante la travesía y con un estadio repleto de posibilidades pero vacío de personalidad, no podemos ser nosotros, los aficionados, los que abran una grieta tan absurda en el casco del barco colchonero.

No, por favor. Cuenten hasta diez. Guárdense el histerismo para discutir con su cuñado. Intenten enfocar la realidad desde una perspectiva personal y no desde los boletines de noticias de unos tipos que viven para que haya ruido. Compren un diccionario de sinónimos para evitar ciertas expresiones desagradables y traten de disfrutar de las imperfecciones de una realidad que nunca, para nadie, es perfecta. Oye, y si ven que no pueden hacerlo reflexionen sobre si se han equivocado de equipo porque podría ser. No hay problema. Existen otras opciones mucho más sencillas a su disposición.

Autor: Ennio Sotanaz

Humano, zurdo, confundido, bocazas, incrédulo, aturdido,...

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1 Comentario

  1. estoy de acuerdo, tan bien hay q entender q cada uno es cada uno.esta bien.sonar, creer. hay q tener los pies en.el suelo. hay estar orgullosos de este plantel.y cuerpo tecnico y confiar. forzaa ATLEETIII!

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