Metropolitano: ‘regreso’ a casa

Este sábado, el Atlético de Madrid cambia de casa. Adiós al legendario Estadio Vicente Calderón. Adiós a la época más gloriosa de la historia del club. Adiós a la Liga del ‘73 contra el Deportivo y a los goles de Simeone y Kiko contra el Albacete. Adiós al hat-trick de Luis frente al Cagliari, al 2-0 al Celtic, al gol de Vieri al PAOK y al de Saúl al Bayern. Adiós a la Intercontinental, al 4-0 al Madrid. Adiós al estadio que vio crecer a dos generaciones de rojiblancos. Padres e hijos que abandonarán el lugar de sus vidas y que, desde este 16 de septiembre, se convertirá en el refugio de sus recuerdos. Adiós, don Vicente. Hasta siempre.

Un cambio para crecer. Ese ha sido el lema que ha sustentado el traslado del Atlético al Wanda Metropolitano. Justo como hace 50 años. Crecer, por entonces, también consistía en aprender a despedirse. En aquellos tiempos, abuelos y bisabuelos dejaban atrás otro icono de la historia atlética: el Stadium Metropolitano. Eso sí, con la voluntad de la mayor parte de los socios. Ninguno de pie. Todos sentados. No fue un camino de rosas, todo hay que decirlo. Desde la primera piedra (el 7 de diciembre de 1958) hasta el debut en el nuevo estadio (el 2 de octubre de 1966), pasaron ocho años de disputas con el Ayuntamiento, las licencias y la falta de liquidez. Una particular odisea que guarda similitudes con el rocambolesco proceso de traslado que ha sufrido el Atlético para poder mudarse a su nueva casa hoy en día.

Cinco lustros han hecho falta para retornar a los orígenes más remotos del club. Porque hablar del Metropolitano es hablar de la génesis del Atlético. El ‘stadium’ debía su nombre a los hermanos Otamendi, promotores de la construcción del recinto y fundadores de la llamada Compañía del Metropolitano. Inaugurado el 13 de mayo de 1923 por Juan de Borbón y reabierto el 21 de febrero de 1943 con un triunfo atlético frente al Real Madrid, el estadio fue ideado con la misión de convertirse en la instalación más emblemática a nivel deportivo de la capital. Y lo hizo. 25.000 personas abarrotaban las gradas de un lugar que, poco a poco, fue llenándose de mística.

Por Cuatro Caminos discurrían infinidad de hinchas rojiblancos que vieron cómo su Atleti echaba alas y aprendía a volar alto. Y lo de echar alas fue literal, pues tras su fusión con la Aviación Española y bajo el nombre de Atlético Aviación, los rojiblancos iniciaron su glorioso palmarés. Tres Ligas, una Recopa, tres Copas del Generalísimo, dos Campeonatos Regionales y la Copa Eva Duarte cosecharon los colchoneros en su periplo por el ‘stadium’. Aunque también fue allí, por el eterno Paseo de Reina Victoria, donde nació la archiconocida ‘Senda de los Elefantes’. Bajo las cenizas del primer gran templo rojiblanco todavía resuenan los pasos de miles de atléticos negando con la cabeza mientras repetían al unísono “Este Atleti…”

Los que conocieron el Metropolitano lo recuerdan como un estadio familiar. Sobre esa hondonada de la Avenida Reina Victoria emergía un campo de fútbol diferente, que cultivó las bases de la idiosincrasia colchonera. Tenía de todo: bruja para echar mal de ojo a los rivales en las primeras filas, florista en la tribuna de preferencia que decoraba con claveles la salida de los jugadores, una escoba en los vestuarios que se convirtió en el talismán de Adrián Escudero… el ‘stadium’ era, en definitiva, un lugar singular. Por su exuberante césped pasaron las legendarias ‘Delantera de Seda’ y ‘Delantera de Cristal’. Dos de los ataques más exquisitos de la historia del fútbol español que hicieron las delicias de los aficionados.

Pero fueron precisamente los hinchas los que, sin lugar a dudas, llenaron el Metropolitano de pura magia. Cada rincón en el que se aglutinaban los aficionados colchoneros quedó grabado por siempre en la memoria de todos los viejos atléticos. Imposible olvidar el legendario ‘Tendido de los sastres’, donde la gente sin entrada se subía a la copa de los árboles y al techo de su SEAT 600 solo para ver jugar a su Atleti. Ni qué decir de la temible Gradona, donde entre 4.000 y 5.000 almas gritaban de pie y apiñadas durante todo el partido. Porque si algo temían los rivales del Metropolitano era su cercanía con los jugadores.

Fruto de esa cercanía nació una afinidad entre los futbolistas y el público que se mantiene hasta el día de hoy. Hombres como Madinabeytia, el ‘Pechuga’ San Román, Juncosa, Escudero, Carlsson, Ben Barek, Vavá, Peiró, Collar, Rivilla, Calleja o Mendonça escribieron su leyenda allí. Especialmente destacado fue el caso del angoleño, que fue llevado a hombros por la gente desde el ‘stadium’ hasta su casa en Moncloa tras anotar un hat-trick en la ida de la Recopa 1965 ante el Dínamo de Zagreb. El viejo Metropolitano fue testigo también del nacimiento de mitos como Adelardo Rodríguez o Luis Aragonés. Hoy, con el ‘Sabio’ ya en el cielo, el inigualable ‘Zapatones’ da nombre a la avenida que conduce al nuevo Metropolitano.

Fue el 7 de mayo de 1966, 43 años después de su inauguración, cuando el Atlético de Madrid se despidió del templo que lo hizo grande. Fue en un partido de Copa del Generalísimo, ante el Athletic Club de Bilbao. Casualidades del destino, el mismo equipo que vio nacer al Atlético. El mismo que vería morir al Estadio Vicente Calderón en este 2017. Cardona fue el último jugador en dejar su sello sobre el césped del legendario estadio. 515 partidos y 1.496 goles después, sobre la hondonada de Reina Victoria ya no habría ‘stadium’ hacia el que bajar. Tras un largo peaje de 50 años imborrables en la historia del club, el Atlético retorna a su primer gran hogar. Será en San Blas, en la Avenida Luis Aragonés, siendo una entidad cargada de historia y no un joven Aviación con ganas de tocar el cielo. Sin Gradona, sin ‘Tendido de los Sastres’, sin ‘Senda de los Elefantes’, sin José Luis Rodríguez (que en paz descanse), pero con la misma pasión y la misma esencia que hicieron del Atlético de Madrid un club diferente. Del Metropolitano al Metropolitano, medio siglo después. El Atleti vuelve a casa.

 

Foto: clubatleticodemadrid.com

 

Autor: David Gómez

Alcarreño. Adicto a la buena música y a la escritura. Estudiando y haciendo periodismo con un micrófono y un papel. Esclavo de una pasión llamada Atlético de Madrid.

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