La otra noche volví a toparme en Netflix con una serie que ya había visto, pero que me dejó tan buen sabor de boca que me propuse volver a verla. “Un juego de Caballeros” se sitúa en Inglaterra, en pleno siglo XIX, para explicarnos los inicios del fútbol y su posterior profesionalización. Es interesante ir a la base de esto, a la creación de los primeros clubes y al arraigo que estos tenían con su comunidad.
En 2004, tras los terribles atentados que sacudieron la capital española, el Frente Atlético desplegó varias pancartas y dejó parte de su fondo vacío en solidaridad con las víctimas, exigiendo justicia para ellas. Una reclamación que vendría realizando durante los años venideros, en cada aniversario de la masacre. En 2017, tras la muerte del pequeño Gabriel y coincidiendo con otro aniversario del atentado, el mismo grupo guardó un minuto de silencio en memoria de ambos y desplegó una pancarta conmemorativa. En 2021, coincidiendo con un Sevilla-Alavés, Biris Norte desplegó en su fondo una pancarta en apoyo a los trabajadores que protestaban en la famosa huelga del metal en Cádiz. Fuera de nuestras fronteras, en Alemania, son varias las aficiones que han mostrado su desconformidad con la forma en la que se gestiona el Leipzig, patrocinado, controlado y sostenido por la multinacional Red Bull. Así pues, los fans del Union Berlín acudieron completamente vestidos de negro en una de sus visitas a Leipzig, intentando representar el luto por la muerte del fútbol popular.
Las gradas de los estadios han sido desde tiempos lejanos un altavoz del sentir popular. Un lugar que muchas veces ha servido como foro para expresar opiniones o reivindicar aquello que consideramos justo. En ocasiones, incluso, sobre temas que no tienen nada que ver con el deporte rey. Hubo momentos en los que la propia mezcla de sensibilidades y distintas realidades sociales generaba una disputa en la grada, cuando una parte de ella sacaba un mensaje que el resto no compartía y al que respondía con pitos. Pura democracia. Puro fútbol.
En los últimos años, la Liga y los distintos estamentos que dirigen el fútbol actual en nuestro país han venido recortando los derechos y libertades de quienes acuden, jornada tras jornada, a los estadios de fútbol. La Ley del Deporte sentó unas bases para que en España el deporte rey fuese arrebatado de las manos a las clases populares y entregado a los que ponen el dinero a corto plazo. Con pasos cortos pero veloces, la patronal se fue haciendo cada vez con mas poder y control sobre la competición, ahora llamada “el producto”. Cada vez fueron aumentando mas las trabas a la hora de sacar un tifo, hasta el punto de que muchos, después de pasar varios filtros de conformidad, fueron cancelados unas horas antes de empezar el partido basándose en algún tipo de excusa sin fundamento. Todo está ensayado y nada puede salirse del guion y las pautas establecidas. Hasta el hecho de repetir una u otra jugada polémica debe contar con el beneplácito de quienes dirigen este circo.
La última jugada, a la que muchos clubes se han apuntado, es la de crear gradas de animación gestionadas directamente por el Club. Disfrazada como una manera de evitar conflictos y echar a los ultras de los estadios, el fin último es el de tener el control total. Mediante contratos firmados con los propios clubes, como si de futbolistas se tratase, los pertenecientes a esas gradas se comprometen a asistir a un mínimo de partidos al año. Además aceptan distintas pautas y códigos, como uno de vestimenta, o que las letras de los cánticos sean aprobadas primero por el propio Club. Naturalmente, cero críticas a los futbolistas, al cuerpo técnico o a la gestión directiva. Nada de mensajes que no tengan nada que ver con lo que se vea en el terreno de juego, que vayan contra los intereses del Club o que no cumpla cualquiera de las pautas marcadas anteriormente. La animación como deber. La pasión con bozal y cadenas. Ninguna sorpresa. Atado y bien atado.
En tiempos modernos en los que la espectacularización del futbol va cada vez mas allá, uno de los últimos nexos que nos atan a los inicios de este deporte es la capacidad critica de la grada. El último foro en el que los hinchas pueden seguir gritando sus consignas y sentirse participes y escuchados son los estadios. Si las gradas de animación triunfan, el fútbol habrá llegado a su fin. No a las gradas de animación.
Foto: Getty
13 marzo, 2023
Así es,no quieren que nadie les moleste en éste negocio, asco de fútbol moderno.
13 marzo, 2023
Hablar de «Frente Atlético» y «pura democracia» es un oxímoron, es decir, son dos expresiones contradictorias.
La única «democracia» que entiende el Frente Atlético es la de los golpes, la intolerancia, el racismo y la violencia dirigida hacia todo aquel que no sea de su cuerda ideológica, amparados siempre en la victimización constante.
Pasé un poco más de una década en el fondo sur del Calderón y sé muy bien lo que hay allí metido. Es cierto, sin embargo, que en aquel fondo sur había 3000 o 4000 personas y no todas pertenecían al Frente Atlético.
Por otra parte, coincido al respecto de las gradas de animación. Es una comedia teledirigida para intentar decorar los estadios, aunque sea de forma esperpéntica, como es el caso de la grada de animación del realmadrí.
Hay una realidad que puede ser difícil de aceptar y es que el aficionado que acude al estadio es prescindible. La pandemia lo demostró.
Los clubes anteponen el dinero de las televisiones a sus propios aficionados y si encima estos les generan problemas, peor todavía.
El aficionado es el que genera el negocio en primera instancia, por eso el fútbol solo habrá llegado a su verdadero fin cuando el aficionado deje de comprar partidos a los canales de televisión, pero, ¿hay alguien que piense que eso puede llegar a ocurrir algún día?