Los que me seguían en Twitter saben que mi auténtica debilidad del equipo siempre ha sido Ángel Correa, pero tras él, siempre he sentido un cariño especial por Saul Ñiguez.
Aparte de que jugara con un catéter en el riñón, que lleve tatuado el escudo del club, siempre he sentido a Saúl como uno de los nuestros. Un tio identificado con el club y con lo que representa ser del Atleti.
En 2016 Saúl era uno de los mejores todocampistas del mundo, pero con tanto cambio de posición se empezó a diluir terminando en una absoluta irrelevancia. Los minutos con los que contaba su aportación era nula, este año cada vez que salía no es que hiciera nada mal, pero tampoco nada bien, era irrelevante.
El domingo volvió a marcar, su mayor baluarte en sus majores años. Cada temporada aportaba 8 o 9 goles, casi todos decisivos, esa era la marca de identidad de Sául. En Pamplona, volvió a ser decisivo y la mejor noticia, en lo que nos queda de temporada sería resucitar al mejor Saúl.