No me creo a Gil Marín

Habían pasado unos minutos desde que hubiese acabado el partido en el Bernabéu cuando el Atlético de Madrid lanzó un par de tweets. Últimamente parece que los derbis solo pueden terminar así. También otros jugadores como Griezmann o Carlos Martín se sumaban a la iniciativa en redes sociales, mientras que Oblak, Simeone o Tomas Reñones lo hacían frente al micrófono, en pleno directo. En el centro de la polémica el arbitraje sufrido, una vez más, en el estadio blanco. El protagonista: Jesús Gil Manzano. El extremeño decretó el final del partido con un empate a uno en el marcador y cuatro tarjetas, una de ellas roja, para un equipo, el rojiblanco, que había cometido la barbaridad de ocho faltas en todo el encuentro.

No era la primera vez. Para el que esté un poco al tanto de todo lo que sucede alrededor del Atlético de Madrid, Gil Manzano no será un desconocido. Aún nos viene a la memoria aquella noche del Camp Nou en la que expulsó a Diego Costa por un insulto que él y solo él llegó a escuchar. Un insulto por el que al hispano brasileño le cayeron la friolera de ocho partidos. Eso sucedió en 2019 y a la fecha de hoy todavía no hemos escuchado el famoso audio que cierta radio dijo poseer y en el que se oía perfectamente el improperio de Costa. Nadie dijo nada. Ni sobre el arbitraje ni sobre las calumnias vertidas desde un medio de comunicación concreto.

¿Por qué hoy? Se preguntarán muchos seguidores rojiblancos al ver el viraje tomado desde las oficinas del Metropolitano. ¿Qué ha cambiado para que un Club que optaba por no opinar de manera pública sobre los colegiados cambie su política comunicativa y saque dos comunicados tras dos derbis consecutivos? Historias como esta ha habido siempre. De hecho, una actuación aún más bochornosa nos apartó de conquistar el mayor torneo del fútbol europeo. Nadie dijo nada entonces. ¿Se debe todo esto a una estrategia para tratar de frenar la crisis social existente en el seno de la masa rojiblanca? ¿Será un intento del CEO de la entidad de darle una vuelta al relato y tratar de desviar la atención del debate por el escudo y buscar una unión en torno al maltrato arbitral? No me creo nada.

El fútbol español lleva décadas fundamentando su razón de ser sobre una rivalidad artificial, creada en despachos y alimentada desde redacciones y tertulias. Eran ellos dos y después el resto. Los que mas generaban. Los que mas cobraban. Nunca nadie alzó la voz ante tal atropello y desprecio continuado. Ni siquiera cuando el Atlético de Madrid, como subcampeón de Liga, obtuvo unos ingresos bastante inferiores que el Real Madrid en aquella Supercopa de 2020, a la que los blancos acudieron como cuartos clasificados. ¿Entonces no veían lo que pasaba? ¿Entonces no entendían que es lo que interesa a los que dirigen el espectáculo de este país? ¿Qué estaba haciendo Miguel Angel Gil cuando el máximo responsable de LaLiga admitía de manera pública el interés que existía porque a dos equipos, y solo a dos, les fueran bien las cosas y estuviesen arriba?

No, no me creo a Gil Marín. No creo que esto sea un movimiento para acabar con el sistema porque precisamente el Atlético de Madrid es parte del sistema. La SAD que lo gestiona, como tantos otros directivos de otros clubes, aceptó hace mucho tiempo su rol de comparsa en él. No creo que haya un intento de cambiar las cosas y si de reconducir a las masas hacia un objetivo alejado de las últimas reivindicaciones de la afición rojiblanca. Antes de salir a la guerra conviene definir que es aquello a lo que quieres defender.

Foto: as.com

Autor: Marcos Martín

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1 Comentario

  1. El realmadrí es el dueño del negocio, con un enorme aparato mediático y financiero a su servicio. El resto de clubes, así como la UEFA, también forman parte de ese aparato.

    El que piense que va a regalar algo del negocio o que va a dejar que dependa solo de un balón que quiera entrar en una portería, mejor que se dedique a ver otro deporte donde no esté ese equipo.

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