Parecía que iba a ser lo de siempre, un gol de un córner que no era y otro con una posible falta que en el lado contrario la habría pitado sin duda, todo estaba preparado para que el Real Madrid Femenino levantara su primera Copa y nada podía fallar.
Habían puesto el fútbol femenino en otra dimensión, su aparición en la competición iba a transformar este deporte, las portadas estaban prácticamente preparadas para lanzarse a las rotativas a pleno de neones.
Pero entonces llegó nuestro mejor aliado, la lluvia, esa que nos hizo bailar la noche de la despedida europea del Calderón y que en Butarque provocó que todos los aficionados que iban de blanco abandonaron las gradas, quedando sólo el aliento de los rojiblancos.
Lo demás fue pura magia en la botas de Banini para acabar pasando lo que acaba pasando en todas las finales de la historia, contra los del equipo del escudo del reloj, donde el árbitro, no es decisivo, por mucho que lo intente como esta vez, sólo hay un campeón y va de rojiblanco, porque el gen ese del que tanto presumen solo aparece cuando tienen mucho más dinero que los demás.