Basta con tener un problema de salud para añorar los momentos en que la disfrutamos sin valorarlo. Estás al lado de una cama de hospital y te arrepientes de cada vez que discutiste, te enfadaste o regateaste una sonrisa.
Nada como pasar una temporada fuera de casa para añorar las comidas caseras. Ni como tontear con quedar fuera de Champions, o flirtear con el descenso, para añorar el sonido de su himno entre semana, viajar por Europa o las lentejas de mamá. Cuando no hay problemas, nos los inventamos. Si todo está tranquilo, nos molesta el ladrido del perro del vecino cuando le bajan a pasear. Si el equipo está compitiendo y luchando por títulos, nos ponemos estupendos y no nos bastan los resultados, exigimos que el Cholo debería hacer magia mejor y practicar un fútbol que haga babear a cualquier guardiolista de pro. Hasta que llega la hostia, una analítica jodida o escasean los resultados. Ahí, lo de jugar bien, pasa a segundo plano, priorizas la clasificación y ya no escuchas al puto perro.
Bien lo sabe Carrasco. Se marchó un par de temporadas de Erasmus a China, ansioso de experiencias diferentes, le mantuvieron a régimen de arroz chino, pan de gambas y wan-tun frito, y regresó al Atleti con el espíritu del que madurado, y ahora las pretemporadas del profe Ortega le saben al cocido y ropa vieja de su abuela. Pero como pocas cosas son más frágiles que la memoria, esta temporada al belga se le queda pequeño su hogar en el Metropolitano y lució durante meses la desidia del que, en lugar de en casa, está durmiendo en un Airbnb esperando nuevo destino.
Y qué decir de Griezmann, que volvió después del que el Pan Tumaca casi le provocase una úlcera. Desde entonces el francés ha saboreado cada brizna de césped del Metropolitano como si fuese Omeoprazol y, sobre todo, ha luchado por volver a apreciarlas como propias. Difícilmente el galo olvidará lo aprendido. Ahora vuelve a disfrutar de ese sitio donde le hicieron sentir en casa y uno siente como propias hasta las deudas.
No ha sido una temporada para celebrarla, seguro. No será de las que luego se repasan, evocando los partidos, goles o jugadas. Hasta nos costará recordar si finalizamos segundos o terceros, porque es una temporada intrascendente. Pero lo mismo ha valido para valorar esos años en que el equipo competía y ganaba partidos, a base de córners y una defensa que habría conservado el Abismo de Helm silbando.
Por cierto, que Joao Félix también ha pasado un periodo fuera, disfrutando de baked beans y te verde. A veces vivir fuera no sirve para nada. Y ni triunfas, ni aprendes, ni tienes todo el sexo que esperabas, que es a lo que se va de Erasmus. Y te encuentras en la casilla de salida igual de infeliz, frustrado y jodido, porque durante tu ausencia, la que era tu novia ha decidido aprender cosas nuevas con un simpático piloto británico.