Desconfiamos de la juventud, siempre andamos juzgando sobre las carencias de las nuevas generaciones, sobre qué va a ser de nosotros. Parece uno de los vicios de la modernidad, pero proviene de la más remota antigüedad. Y al final es siempre el mismo conflicto: podríamos llamarlo supervivencia. Los que se van a ir tratan de perpetuarse y no ven en el otro sino sus defectos pero llega un momento en que la juventud se derrama, a veces abruptamente como la compuerta abierta de una presa a punto de rebosar, a veces subliminalmente, en silencio, disimuladamente.
El Atleti arrancó dormido en Girona y Simeone lo despertó de pronto abriendo la puerta de la juventud en Gran Canaria. Dejó a Godín como general mayor y lo rodeo de sangre fresca: Vrsaljko, Giménez y Lucas atrás, Thomas con Koke y Saúl en el medio y arriba Carrasco y la extraña pareja que conforman Vietto y Correa. La juventud, con la fuerza violenta de la necesidad, sentenció a Las Palmas en un suspiro. Nada más arrancar, Correa realizó una de sus diabluras dentro del área y con la puntera ajustó la pelota a la base del palo en el que Chichizola acababa de dejar su botellita de agua. Si tiempo para terminar de celebrar. Carrasco jugó con la cintura de David Simón y mandó un zurdazo al mimo palo que Correa para finiquitar el partido en tan solo cuatro minutos. Había bastado con ambición y entusiasmo.
Desde entonces, el partido entró en una especie de duermevela en el que el Atlético, con un Thomas muy solvente en la posición de Gabi controlaba los tiempos del mismo y se empleó en contener la inoperancia de Las Palmas para llegar a los dominios de Oblak. Transcurrió casi una hora así hasta que en la segunda mitad, entre tanto bostezo, una buena jugada por la izquierda de los amarillos culminó con un soberbio cabezazo a la red de Calleri que ponía la zozobra en el marcador. El Atlético pareció despertar con el gol y no dejó tiempo para ensoñaciones en la isla. Apenas dos minutos después, Koke enganchó un disparo desde la frontal que quitó las telarañas de la escuadra izquierda del portero de Las Palmas. Liberado, el Atleti hizo con el resto del partido lo que quiso. Dominó, con un Thomas creciente, lanzó contras con Carrasco veloz y comandante en jefe y ejecutó golazo tras golazo. El cuarto, Koke de chilena, el quinto, Thomas que ponía así la guinda a un partido perfecto.
Entre el cuarto y el quinto hubo tiempo para que Gabi cometiera un penalti absurdo y Oblak reparase el error deteniendo el disparo de Jonathan Viera.
Acabó el partido con una abultada goleada que la juventud regaló a Simeone demostrándole que el relevo está golpeando la puerta. Es la incesante rueda de la vida, que seguiremos negando, como si no hubiéramos aprendido nada.
Foto: clubatleticodemadrid.com