De ruina en ruina

Los equipos verdaderamente grandes son aquellos que manejan los partidos, aquellos que cuando juegan bien, siempre ganan, cuando juegan regular, siempre ganan y cuando juegan mal, casi siempre ganan. Son aquellos equipos para los que la derrota no se produce sino por accidentes, nunca por patrones, menos aún por la persistencia en los mismos errores. Por supuesto, en los equipos verdaderamente grandes, la derrota nunca se perpetua, siempre hay una manera fácil y rápida de conseguir olvidarla. El Atlético de Madrid de Simeone ha sido un equipo verdaderamente grande, en España y en Europa, lo ha sido durante tantos años que la mayoría de sus adeptos ha olvidado lo que se era antes, pero hay una realidad insoslayable: ya no es lo que era. Ya no es ese equipo pétreo e inabordable, ya no queda apenas nada de aquello, que visto en perspectiva, ahora parece una ensoñación.

En el Nuevo Mirandilla, antiguo Ramón de Carranza, Simeone decidió rotar. Dar descanso a Griezmann, premiar el buen partido de Carrasco el miércoles, pese al fallo del penalti, dar también la titularidad a De Paul con base en su buena actuación, volver a colocar a Witsel en el centro de la defensa para suplir a Giménez y ofrecer una nueva titularidad a Correa, que tanto las merece. El resultado fue nefasto. A los veintiséis segundos, el Cádiz ya estaba por delante en el marcador. Nahuel fue fácilmente desbordado y el pase atrás del extremo amarillo lo remató a placer Bongonda, con el centro de la defensa totalmente desubicado.

Faltaba un mundo por delante, el Cádiz era un equipo deprimido, en descenso, el Atleti reaccionó rápido y Correa pudo empatar, parecía que aquel gol sólo sería un accidente fácilmente rectificable, pero el tiempo fue pasando, las ocasiones, no excesivamente numerosas y desde luego tampoco muy claras, fueron fallándose y cuando quisimos acordar, era el minuto ochenta y uno y el Cádiz hizo el dos a cero a la contra. Habían entrado en el sesenta Joao y Griezmann para sumarse a Cunha, que fue el recambio de un lesionado Morata en la primera mitad. En el 72 debutó el chaval Pablo Barrios, pero el Atleti no mejoró nada, no sometió al Cádiz al asedio que debía, parecía un equipo cansado, agotado física y mentalmente.

Cuando se barruntaba el desastre, en cambio, vino la reacción. Dos goles de Joao Félix que se reivindicaba así de una manera un tanto enfurruñada, pues apenas celebró los goles cuando, especialmente el segundo, lo merecía. Ocho minutos por delante de añadido, un último impulso, un rival tocado y casi hundido. Un equipo verdaderamente grande hubiera hecho el tercero, le hubiera dado la vuelta al marcador, se hubiera reivindicado, aprendiendo de la situación. No hubiera permitido de ninguna de las maneras dos desgracias seguidas. En cambio, el Atleti no hizo el gol, ni siquiera se acercó, pero fue aun peor, porque en la última jugada del partido, justo en la última, en el octavo minuto del añadido, volvió a conceder otra contra absurda, con jugadores parados sin corre hacia atrás, y permitió que fuera el Cádiz quien hiciera el tercero y alejase, quien sabe si definitivamente, al Atleti de la Liga.

Foto: atleticodemadrid.com

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Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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1 Comentario

  1. Pupas, pupas y 100 veces pupas.

    Hay pocas dudas de que Vicente Calderón no quisiera por encima de muchas cosas al Atleti, pero cuando bautizó así al club, me imagino que lo haría tras una situación similar a la que estamos viviendo hoy.

    Respecto al artículo, no hay que confundir «equipo grande» con «equipo que juega con ventaja». Si año tras año es el mismo equipo el que se lleva los títulos, hay alguna razón de peso y no es que en ese equipo sepan fichar y en el 99% de los equipos restantes sean tontos, teniendo en cuenta, además, que sucede la misma historia en otros deportes como por ejemplo en el baloncesto.

    En cuanto al equipo, y me refiero a los jugadores, no quisiera pensar que le están haciendo la cama a Simeone. Por eso prefiero seguir pensando que es una plantilla que no da más de si. Hay exceso de jugadores que pasan la treintena, y los más jóvenes, como Nahuel, no acaban de asimilar el sistema de juego. Las lesiones azotan sin piedad al equipo. Giménez y Lemar son dos casos perdidos en ese sentido, Morata estaba tardando ya en lesionarse también y Joao Félix no se lesiona porque apenas juega.

    Si a todo ese cóctel le echamos unas gotitas de errores arbitrales, podemos explicarnos algo de lo que sucede.

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