Ocho temporadas completas consecutivas clasificando al equipo para la máxima competición continental. Ocho veces en las que el Atleti se adueña de las posiciones que durante tanto tiempo le fuero vedadas, incluso para la imaginación. Con medio equipo desmantelado, tal vez por cuarta o quinta vez en estas ocho veces, Simeone volvió a cumplir de nuevo y dejó un reguero de amargor a todos aquellos que saboreaban las mieles de su primer gran fracaso, el que llevan pronosticando desde hace exactamente ocho años, ocho temporadas, ocho veces en las que las puertas de la cueva vuelven a abrirse para que esa pandilla de agoreros entren cabizbajos de nuevo.
El Atleti certificó su clasificación para la Champions con dos jornadas todavía por disputar en un partido frente al Betis en el que se reveló la auténtica filosofía del club. Un partido que se fue complicando con una desgracia sobre otra hasta que ya casi no había sitio para más y entonces, los de Simeone regresaron a su concepción atávica del grupo, de la solidaridad, de sentirse vencedores cuando todos los empiezan a dar por muertos, de cambiar el curso de la guerra cuando la batalla parece perdida. En la primera parte pudo ganar el Atlético con solvencia, fue mejor que el Betis, tuvo las ocasiones, y también los goles, pero el VAR estaba activo en la despedida de González González y anuló un gol a Correa primero, no se sabe muy bien si por fuera de juego, o por manos involuntarias de Llorente y después un golazo a Morata que arrancó en estampida desde casi el centro del campo para batir a Dani Martín de una picada preciosa. El VAR revisó y revisó y trazó una línea esperpéntica para anular un gol que representa a la perfección cómo una herramienta maravillosa puede ser convertida en la perfecta inutilidad que destroce la esencia del fútbol. El gol de Morata y todos los que como ese sean, no puede ser anulado por una herramienta cuya precisión geométrica, además, permanece tan oculta y oscura.
Entre todo esto se lesionó Trippier, que estaba dando un mal rendimiento y fue por ese costado por el que el Betis trató de llevar el peligro. En la segunda mitad cambiaron un tanto las tornas, el Betis empezó a crecer y un mano a mano de Loren frente a Oblak hizo presagiar lo peor para los locales. El delantero bético falló estrepitosamente y lo que parecía un alivio para el Atleti no fue sino una prolongación de la agonía, porque poco después el colegiado mandó a la caseta a Hermoso con una roja directa rigurosísima, que, faltaba más, no quiso rectificar después de ser avisado por el VAR de que no era aquella entrada tan contundente como su gesto de expulsar al jugador. El Atleti se quedó con diez, metió a Felipe como último cambio (antes habían entrado Arias, Vitolo, Costa y Carrasco) y formó un 4-4-1 que fue Esparta en sus mejores tiempos.
El Betis supo que era entonces o nunca y lo intentó con la entrada del eterno Joaquín, hubo un par de incursiones con peligro de Emerson, otro de los cambios, pero el Atleti ya había reconocido que ese era uno de los partidos en los que a dificultad extrema, nadie puede tumbarlo. Costa capitaneaba el esfuerzo desde la punta de ataque, Vitolo redoblaba esfuerzos en la faceta defensiva, Carrasco trataba de descongestionar las salidas de Koke en su omnipresencia cotididana. Pronto el Betis supo que no iba a ganar. Y entonces, en un balón parado, el delantero de Lagarto asestó el golpe mortal. El VAR se empleó a fondo en revisar una jugada que tenía poco que revisar y nadie pudo anular el gol. A partir de ahí, el partido murió. El Atleti no iba a dejar escapar esos puntos y no lo hizo, demostrando que en la resistencia también hay belleza, y que sobre ese lienzo, nadie pinta como él.
Foto: atleticodemadrid.com
12 julio, 2020
Tras la expulsión, el equipo se descompuso en ataque, aunque pedir que no lo haga quizá sea demasiada exigencia para un equipo que está al límite de su potencial.
Ayer salió bien, gracias a una jugada a balón parado, pero ante un equipo más efectivo en ataque, se nos hubiera complicado mucho la victoria.
Por otra parte, celebrar la presencia de Diego Simeone y su equipo técnico, en el banquillo, durante 8 años consecutivos con 8 clasificaciones consecutivas para la Champions League.
Los 8 años de Simeone, levantan ampollas, sobre todo entre aquellos que se burlaban del número de entrenadores de Gil y son esos mismos que en estos últimos 8 años han cambiado 7 veces de entrenador.
14 julio, 2020
Solo una puntualizaron. Ese equipo ha tenido en menos de diez meses y medio, cuatro entrenadores.
Lo digo por aquello que siempre decían de la «trituradora de entrenadores» que era Jesus Gil.
14 julio, 2020
Yo a veces me pregunto que si se tuviera que hacer una selección para un once titular entre los jugadores del Real Madrid, Barcelona y Atletico, aparte de Oblack que otros jugadores del Atletico, serían indiscutibles en ese once. Y la verdad es que tengo que poner todo mi corazón colchonero, para poder meter a uno mas, aparte del susodicho Oblack.
Después lo entiendo. Esos 400 millones que tienen mas que el Atletico, esos otros dos equipo, no son para comprar pipas. Y esos 400 millones son cada año.
Quiero decir con esto que el competir contra estos dos equipos, aparte de los jugadores que tienen que dar el 200 por 100 en una campaña regular, debe de haber un entrenador muy cualificado.
Estos ocho años, aparte de resultados, para mi han sucedido cosas muy importante dentro de muestro equipo.
Una de ellas, aunque parezca «tonta», es que todos los sábados cuando juego al golf dentro del club al que pertenezco, ya cuando se habla del Aleti, el tono que emplean los merengues no tiene nada que ver al que usaban años atrás.
Y creo que eso ha sucedido gracias a Simeone. Punto.