120 años no es nada

El 26 de Abril de 2003 yo vivía en Dublín en un exilio voluntario, un lugar extraño y ajeno que empezó a ser mucho más cercano el día en que encontré aquel recóndito lugar en O’Connell St. donde nunca faltaban los partidos del Atleti. Aquella mañana, mientras una gigantesca bandera roja y blanca inundaba las calles de Madrid, yo caminaba a recoger a Simone, un compañero de fatigas con corazón bianconero, de la falsa franquicia italiana en la que se ganaba la vida en la capital irlandesa. Caminamos buscando el Calderón y yo le explicaba y él entendía. Después llegó Aguirre y lo fastidió todo, o, a decir verdad, no fastidió nada, porque ¿qué diferencia hay entre una victoria y un empate cuando se celebra la eternidad?

Todo eso vino a mi mente al ver al mexicano ayer en la banda, con veinte años más, el rostro surcado por las cicatrices de la vida, fondeado por las comodidades, pero con aquel mismo gesto de antaño que tan familiar se nos hizo luego. Decía Gardel que veinte años no es nada, pero me gusta más la versión sevillana de Curro, que, con su voz rota de tanto arte, nos recuerda que esto es un “visto y no visto”, pasa rápida la vida, un suspiro en el que caben veinte años, dos décadas en las que cabe una vida.

El Mallorca puso a prueba el mal de las celebraciones, porque pese a jugar con una línea ultradefensiva, a dedicarse a destruir el juego colchonero, a desquiciarlo en cierta forma, desde el minuto uno, consiguió ponerse por delante en el marcador en un desajuste grosero de la defensa rojiblanca a la salida de un córner. Plan soñado de Aguirre: cero a uno y motivación para el esquema inicial. Estuvo a punto de truncarse la racha de los penaltis y que por fin cobraran uno a favor, pues el colegiado, Pulido Santana, señaló por fin un derribo a Nahuel dentro del área, pero fue sorpresivamente llamado por el VAR para rectificar, sorpresivamente porque siempre nos dijeron que la cosa debía estar muy clara para que el videoarbitraje interviniera. Se ve que no fue así ayer, porque el penalti dejaba dudas según la toma que mirases, contacto había, pero en definitiva, penalti no.

Tenía mala cara el partido hasta que el Atleti encontró la rendija para golpear en la psicología del Mallorca. Volteó el resultado en dos minutos, el último de la primera parte, con un remate a bocajarro dentro del área de De Paul y el primero de la segunda, con un cabezazo majestuoso, de puro nueve, de Álvaro Morata a pase de Nahuel. Los dos goles fueron celebrados con rabia, por dos jugadores que necesitan reivindicarse y prolongar la conexión con una grada que también gritaba resuelta a conjurar la fiesta fallida de los aniversarios. Así, con el marcador a favor, cambió el partido, el Mallorca hizo cambios y se estiró un poquito más para salir al desconocido terreno que era el campo del Atleti. En una de esas, de nuevo Griezmann, sirvió un pase que parecía un pelotazo pero que era un tiralíneas para que Carrasco enfrentase un mano a mano con el cancerbero del Mallorca. El belga resolvió con una frivolité propia solo de los genios, puso a la grada en pie y sirvió, por fin, una fiesta tranquila a la parroquia colchonera.

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Carrasco haciendo el tercer gol del partido. Foto: atleticodemadrid.com

Ciento veinte años de rebelión, de euforias y sin sabores, de pasión sin medida, de amor incondicional. El Atleti cumple años y rejuvenece, renueva su idilio con su gente, a la que tiene y tendrá siempre entregada a su fe incondicional, a la creencia que representa sentirse único en el mundo, adalides de una manera distinta de caminar, de una negación permanente de lo que está establecido, una molestia perpetua para el poder que quiere manejar a su antojo. El Atleti cumple años y se hace joven mientras nosotros envejecemos, mientras miramos a la grada y vemos que los jóvenes ya son otros, mientras llevamos de la mano a nuestros hijos, que recogerán el legado de la mejor herencia que les vamos a dejar: un amor, un ideal.

Feliz cumpleaños Atlético de Madrid.

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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