Octavos, nuevo día en la oficina

El Atleti recibió al Mónaco y le endosó una derrota sencilla, rutinaria, para volver de nuevo a los pasillos del edificio principal de la Champions como el funcionario que regresa de una extraña excedencia. Vuelve a los octavos con naturalidad, con solvencia, conociendo el terreno que pisa como si no se hubiese marchado nunca. Estos son los tiempos de Simeone, el mago que convirtió lo inédito en rutina.

Salió el Atlético de Madrid con Correa arriba acompañando a Griezmann para sustituir a Costa, y con la vistosa pareja Thomas-Rodri en el medio. El partido duró apenas un minuto, el tiempo que tardó Koke en probar fortuna desde la frontal y el balón acabó dentro después de golpear en la espalda de un zaguero monegasco. Los colchoneros aprovecharon la ventaja y quisieron liquidar el partido por la vía de urgencia. El Mónaco, golpeado por las bajas y por el tempranero gol, parecía un rival infantil a merced de un gigante. En el veintitrés Correa se internó en el área con sus dribblings de vértigo y asistió a Griezmann que ejecutó el segundo con un toque de exterior al palo largo, inalcanzable para Benaglio. A partir de ahí, la dinámica del partido, esto es, un Mónaco desarbolado por un Atlético desatado en ataque, continuó in crescendo y solamente el poco acierto en los metros finales libró a los de Henry de una goleada de escándalo.

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Koke fue el autor del primer tanto con la colaboración de la defensa del Mónaco. Foto: Rubén de la Fuente

En la segunda mitad se esperaban más goles y también los minutos de Kalinic y Vitolo, que salieron pronto al partido en el segundo acto, pero contagiados del espíritu de relajación general con que los de Simeone habían salido del banquillo. Fue tal la desconexión del Atleti en la reanudación, que viró por completo la dirección del choque. El Mónaco fue otro con la salida de Falcao, que merece un capítulo aparte. Era la primera vez que el colombiano regresaba a MAdrid después de que se marchara dejando setenta goles en noventa y un partidos. Dejó goles Falcao, pero también cariño, respeto y la admiración de una hinchada que se lo mostró antes, durante y después del partido. Radamel, emocionado, devolvió el favor echando fuera un penalti absurdo que el colegiado finlandés, Matias Gestanius, pitó por una mano involuntaria de Savic que le costó la expulsión por doble amarilla.

Esa acción pudo haber alterado la insolente pasividad rojiblanca y haber cambiado en exceso el final del partido. Era el minuto ochenta y dos, y, en pleno acoso de un Mónaco totalmente opuesto al del primer tiempo, Radamel erró la pena máxima. Aquello sirvió para que el Atlético despertase y, aun con diez, empezase de verdad a contener el resultado, dejar su puerta a cero, agarrar los tres puntos y abrir la puerta que da acceso a los octavos de final. Para rematar la noche, el Borussia cedió un empate en casa ante el Brujas que deja al Atleti primero de grupo a falta de un partido. Noche redonda en el Metropolitano.

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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