El hijo que no te ha visto

Mi hijo tiene cuatro años, nació una fría tarde de noviembre justo un día después de que el Atleti jugase y perdiese uno de los últimos derbis aquellos que tanto nos angustiaban. Vino al mundo el año en que el Atleti volvió a ser el Atleti y sólo conoce triunfos y títulos, eso que ya casi habíamos olvidado. Ayer, frente al televisor, viendo un telediario y con una camiseta rojiblanca con el 14 de Gabi a la espalda, se giró con la misma sonrisa que la mañana de Reyes para decirme: “Papá, por fin Fernando Torres vuelve al Atleti”

Él no sabe quién es Fernando Torres, pero sí lo sabe. No lo ha visto jugar, no lo vio debutar con el Atleti, ni se agarró al sofá con aquel cabezazo eterno en el Carlos Belmonte, no estaba cuando el Niño era la única esperanza de un erial abandonado a su propia desgracia, no puede recordar sus galopadas, cada gol que gritó, no puede reproducir en su mente, milimétricamente, aquella jugada que desató el gol más deseado que se haya marcado nunca en el Fondo Sur del Calderón. No pudo llorar su marcha, ni lamentar su ausencia. No pudo aguantar la respiración en aquella carrera tan suya en Viena, ni llorar de alegría por una bufanda anudada a su muñeca que para muchos valía más que cualquier copa por muy añorada que fuese. Ni siquiera pudo acordarse de él cuando las cosas cambiaron, y nos empezó a ir bien, no pudo pelearse por él cuando todos lo pusieron en su punto de mira, cuando sus goles dejaron de sostenerlo contra el viento y la marea, cuando la carroña quiso cobrar sus cuentas pendientes. Mi hijo no sabe quién es Fernando Torres, porque tiene cuatro años, pero sí lo sabe, porque ayer, y juro que esto no es ningún recurso literario, se giró, y con una sonrisa así de grande me dijo lo que antes les he referido.

Y eso resume a la perfección lo que siento, lo que es Fernando para mí, lo que es, en definitiva, el Atleti. Una historia de amor que no atiende a razón alguna o sí, pero son razones que muy pocos pueden entender. ¿Quién podría pensar ahora en otra cosa que no sea secarse las lágrimas y respirar hondo, y ajustarse bien la camisa y el pantalón e imaginarse que uno le da el abrazo que lleva todos estos años esperando? Porque el día que todos sabíamos que llegaría ha llegado. Fernando está en su casa, el lugar del que nunca tendría que haberse ido, y maldita la cosa que a mí me importa todo lo demás. Bienvenido Fernando. Mi hijo que nunca te ha visto te espera con su sonrisa de alegría y de alivio porque por fin has vuelto. Porque él es como tú, de esos pocos que creerán aunque no hayan visto, que amarán aunque no recuerden, que entenderán este amor sin límite que te ha traído de vuelta.

 

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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