Lo representa de maravilla el genial Jorge Crespo Cano en su viñeta. El Atleti es una pasión irracional. Un sentimiento difícil de describir, casi imposible de concretar. El Atleti son una serie de lugares comunes en el imaginario colectivo de mucha gente: es llanto, es risa, es ilusión, alegría y tristeza. El Atleti, para todos nosotros, es una definición abstracta, un afecto que no admite concreción. Algo tan inabarcable que no puede resumirse, ni explicarse, que si de alguna manera podemos visibilizarlo es a través de sus símbolos.
El Atleti, los sueños, los recuerdos, la nostalgia, el futuro, la pasión, todo está en los símbolos. Es por eso que un club de fútbol, por más sociedad anónima en la que se haya convertido, no debería nunca traicionar los símbolos. De entre ellos, tal vez sea el escudo el más representativo. El escudo, los colores, el lugar. Todos los que vivimos en rojiblanco nos hemos visto despojado de dos de ellos de manera abrupta y grosera. Nos quedamos sin escudo, nos quedamos sin estadio. Asumiendo que en la vida no existen blancos ni negros, sin caer en una postura maniquea de buenos y malos, sin ser negacionista de la evolución, necesaria, inevitable, las formas en las que pueden alterarse los símbolos son determinantes.
Si quieren cambiarlos, si quieren mover los pilares, reforzar los cimientos, háganlo con toda esa gente que los sostienen. Involúcrenlos, pregúntenles, no lo hagan de una forma en que se sientan traicionados, despojados. No olviden que cuando ustedes cambian el escudo, muchos de ellos lo llevan tatuado en la piel, otros en el alma, siempre de una manera indeleble. No se puede caminar al margen de eso. No se puede olvidar que el escudo está por encima de todo. Reflexionen. Rectifiquen.
