Aunque nadie en el Atlético alzó la voz de forma explícita, en cada declaración y en cada gesto se manifestaba la necesidad de que enero llegara lo antes posible. El desgaste ante la falta de renovación de la plantilla amenazaba con mermar el rendimiento del equipo sin opción de revertir la situación en la segunda mitad de la temporada. Además, cambio de Estadio y de escudo, modificaciones que un principio no iban a sumar. Sin embargo, ya hemos perdido la cuenta de las veces que este equipo, encabezado por el núcleo duro que todos tenemos en mente, ha aguantado sobre el alambre cuando muchos pensaban que llegaría la caída definitiva. A pesar de los 11 partidos como visitante por los 8 de local, los de Simeone sólo han dejado de puntuar en uno y fue con la primera vuelta agonizando.
No es más que el reflejo del equipo que ha construido el argentino y la dificultad que supone batirlo aunque no sople el viento a favor. Invicto en casa y con 24 de 33 puntos como visitante, la primera vuelta, sin ser la mejor de la época Simeone, se puede tachar de sobresaliente y es que sólo un Barça estratosférico impide visualizar al Atlético peleando por la Liga. Aun así, es el principal rival de los blaugranas.
La montaña rusa de juego por la que han pasado los rojiblancos durante las 19 primeras jornadas, no les ha impedido sacar los partidos adelante basado en una defensa que se hizo fuerte con el paso de las jornadas y un Oblak estelar que amenaza su propio récord y que ha encajado tres goles en las últimas diez fechas disputadas. Las sensaciones han sido cambiantes. La ilusión despertada por el equipo en las primeras cinco jornadas (obviando los primeros 70 minutos de Girona) con la irrupción de jugadores como Correa, Thomas o el propio Carrasco con grandes minutos en Bilbao, se vio frenada en seco por partidos paupérrimos en Leganés y Vigo e irregulares frente a Barcelona y Villarreal, donde fue incapaz de mantener la ventaja de 1-0. La época en la que los centros laterales eran más peligrosos que los penaltis. Todo a la vez que el equipo quedaba con opciones remotas de seguir en Champions.
Pero a veces, hay detalles que cambian el sino de un equipo. En este caso fue una falta improvisada en el descuento de Coruña que acabó con un gol de Thomas. Un partido mediocre que el Atlético sacó adelante y que sirvió para que en el derbi confirmara la mejoría anímica y futbolística. A partir de ahí, poco que recriminar a los del Cholo. Un vendaval en el levante peninsular, una primera parte gris frente a la Real borrada con unos segundos 45 minutos impecables, una victoria sin desgaste en el Villamarín, un triunfo solvente ante un buen Alavés y la única derrota, en Cornellá, tras tener Gameiro en sus pies la oportunidad de repetir el guion que se vio en Sevilla.
Eso antes de la fecha que todos esperábamos desde la tarde de septiembre en la que se anunció su regreso. Porque la primera vuelta terminó con el reestreno de Diego Costa como rojiblanco y una victoria en Eibar para cerrar, cuyo desarrollo podría ser un resumen de la primera vuelta rojiblanca. Los 68 minutos del hispano-brasileño antes de su expulsión fueron suficientes para ver lo que le puede aportar al Atlético en la segunda mitad de la temporada, la sensación es que si los del Cholo han perdido pocos puntos en la primera vuelta, menos van a perder en la segunda. En definitiva, ni la falta de gol y de fichajes, ni los desafíos internos de Carrasco, Vrsaljko y Griezmann, ni los rivales, han podido tumbar a un equipo que en Europa League y Copa parece candidato como el que más y que con la llegada de Vitolo y Diego Costa, una Liga que se antojaba imposible, ahora sólo es improbable.
Foto: clubatleticodemadrid.com
