Cuarto de siglo: dos años en el infierno

Se cumplen 25 años del descenso del Atlético de Madrid a Segunda División, un hecho que hizo tocar fondo a los colchoneros durante dos duras temporadas.

Un 07 de mayo de 2000, el Atlético de Madrid, uno de los clubes más históricos de España, tocaba fondo. Tras una temporada caótica, tanto en lo institucional como en lo deportivo, se consumaba el que quizás ha sido el episodio más oscuro de su historia moderna: el descenso a Segunda División. Hoy, 25 años después, ese amargo recuerdo sirve no solo para medir el sufrimiento de entonces, sino también para valorar cuánto ha crecido el Atleti desde aquel golpe devastador.

Una temporada marcada por el caos

La temporada 1999-2000 fue un cúmulo de despropósitos. A pesar de contar con una plantilla con nombres de peso como Jimmy Floyd Hasselbaink, quien, paradójicamente, fue el máximo goleador de la Liga con 24 tantos, el equipo nunca encontró estabilidad. La convulsión comenzó en los despachos: el club estaba intervenido judicialmente tras la imputación de Jesús Gil por irregularidades en la gestión. Aquello fue una bomba de relojería.

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Hasselbaink en la temporada del descenso

En lo deportivo, hasta cinco entrenadores pasaron por el banquillo aquel curso: Claudio Ranieri, Marcos Alonso, Radomir Antić, entre otros. Ninguno consiguió reconducir la situación. El Atleti se hundía mientras su afición, inquebrantable, llenaba el Vicente Calderón con la esperanza de una salvación que nunca llegó.

El día del descenso quedó grabado en la retina de los colchoneros. El empate en Oviedo (2-2) sentenció su suerte, y los jugadores abandonaron el campo entre lágrimas. El Atlético de Madrid, campeón del Doblete solo cuatro años antes, era equipo de Segunda.

De niño a leyenda

Pero incluso en las horas más oscuras nace la esperanza. En medio del drama, un chico de 16 años, un tal Fernando Torres, empezaba a llamar la atención en las categorías inferiores. Su debut oficial llegó poco después del descenso, y muy pronto se convirtió en el emblema de la reconstrucción. Torres no solo encarnó la ilusión de un nuevo comienzo; también simbolizó la conexión con la grada, con un club que necesitaba reencontrarse consigo mismo.

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Torres el año de su debut

En Segunda, Torres brilló. Fue el líder de una generación que devolvió al Atlético a la élite en 2002. Su figura creció hasta convertirse en ídolo del club, ícono del fútbol español y referente internacional.

La vuelta del Sabio

Para resurgir, el Atleti necesitaba algo más que talento joven. Y ese «algo» fue Luis Aragonés, el Sabio de Hortaleza. Ex jugador, ex entrenador y figura mítica en el club, volvió al banquillo para tomar las riendas en Segunda.

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Luis Aragonés dirigió a la Selección tras salvar a su Atleti

Luis fue mucho más que un técnico. Fue un líder moral, alguien que entendía el alma del Atlético como nadie. Recuperó el espíritu combativo, organizó el caos y guio a los rojiblancos de regreso a Primera. Su papel fue clave para recuperar la dignidad de un club herido.

Mírate ahora

Hoy, 25 años después de aquella pesadilla, el Atlético de Madrid es otro club. Bajo la dirección de Diego Pablo Simeone desde 2011, el equipo ha ganado dos Ligas, una Copa del Rey, dos Europa League, ha sido finalista de la Champions League en dos ocasiones y se ha consolidado como uno de los gigantes del continente.

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Simeone en 2011

El Metropolitano, un estadio moderno y vibrante, ha reemplazado al añorado Calderón. La institución ha crecido en infraestructura, en imagen y en resultados. Ya no se trata solo de resistir; ahora el Atleti compite, gana y exige.

Combato y me levanto

El 25 aniversario del descenso no es solo una efeméride. Es un recordatorio de lo efímero del éxito y de la importancia de las raíces. Aquella caída a Segunda fue humillante, pero también purificadora. Permitió reencontrarse con la esencia del club: lucha, orgullo y resistencia.

Hoy, los colchoneros miran hacia atrás no con vergüenza, sino con orgullo. Porque el Atleti cayó, pero volvió.

Y volvió más fuerte que nunca.

Autor: Rodrigo Bernal

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4 Comentarios

  1. Como los santos y santas, todos católicos y fieles a Cristo, son los únicos que dan testimonio de la verdad en esta vida, Dios nos libre a todos, incluso a los madridistas y blaugranas aficionados a la corrupción (bueno, cada vez van quedando menos, la tolerancia al robo continuo tiene su límite), del infierno, de la gehenna de fuego, del océano de fuego y azufre preparado para el demonio y los soberbios, réprobos, embusteros y malvados.

    No. La Segunda División no es el infierno. Ni muchísimo menos, como tampoco lo es cualquier cárcel del mundo, ni un gulag siberiano, ni Andersonville, ni Guantánamo, ni Auschwitz. Mejor sería para cualquiera perecer en esos lugares terrenales que acabar en el infierno, que es eterno, como, repito, afirman todos los santos y santas, todos católicos, fieles a la verdad.

    La Segunda División es la categoría del fútbol a la que descienden los equipos peores o empeorados de primera división, lo que ocurre es que los buenos aficionados sufren mucho porque quieren ver a su equipo entre los mejores y un descenso es un drama para todos los aficionados de los equipos implicados (no así para algunos jugadores, que buscan futuro en otros equipos y no «guardan luto» alguno por el descenso perpetrado). Y por eso a veces se usa el término «infierno» para referirse a ese fracaso deportivo del descenso, especialmente doloroso en el caso del Atlético de Madrid, que bajó (o/y lo bajaron los corruptos institucionales) con 9 ligas ganadas, nada menos. Al FCB no lo bajarán, como a la Juve o a otros, no, con un escándalo de corrupción de compra de árbitros muchísimo mayor y persistente en décadas (prescrito por ley hecha ad hoc) y sin precedente en todo el fútbol europeo (del americano, africano o asiático no digo nada). Y del otro corrupto, el real marrano (por lo del judío mercader), para qué hablar, tienen licencia para robar a manos llenas desde que murió el Caudillo y apareció la puta democracia (allá por 1977, con 8 ligas ganadas por el ATM en su régimen, mal que pese como a perros rabiosos a los demócratas del Atleti).

    ¿Por qué bajó el Atlético de Madrid a 2ª División?

    Aparte de la corrupción y la adulteración de la competición por parte institucional y de los dos corruptos, especialmente a raíz de la politización del fútbol con la puta democracia, se cometieron errores que se fueron acumulando desde la temporada posterior al famoso doblete.

    En la temporada 1996/1997, Radomir Antic, exultante por haber logrado lo que nadie antes había logrado en el ATM en casi veinte años, hacerle campeón de liga, debió haber sucumbido a ese pecado mortal que afecta a toda la humanidad, que nos afecta a todos, el de la malditísima vanidad o vanagloria (cosa más estúpida en los que no somos más que polvo y barro). Debió creer que, como ahora Simeonetti, él era intocable al son de «Radomir te quiero». Y empezó a trasladar al equipo sus filias y sus fobias, lo cual resultó a la larga sumamente perjudicial.
    Empezó cargándose al mejor central, y con más personalidad y compromiso atlético, del ATM en toda la década, Roberto Solozábal, que acabó saliendo del club por la puerta de atrás hacia el Betis. Por su parte, Santi, flor de un día, se hundió sin remedio. Por su parte, el excelente lateral izquierdo de entonces, Toni Muñoz, no tuvo un relevo brillante, como recientemente Filipe Luis con Simeone. El caso de Capdevilla fue que todavía estaba muy verde para el nivel que luego alcanzó, pero ya lejos del Calderón. En el lado derecho, Geli, que brilló mucho en la temporada del doblete, se fue desdibujando y tampoco tuvo buen relevo, salvo Carlitos Aguilera, pero éste anduvo cedido al Tenerife y cuando volvió se le hizo jugar como carrilero largo en el nefasto sistema de 1-5-3-2 en el que le puso Rainieri, con lo cual no pudo rendir, muy exigido tanto en ataque como en defensa (como ahora Llorente) siendo uno de los mejores (lo mismo le ocurriría al otro carrilero largo, diamante en bruto entonces, Capdevilla, campeón del mundo en 2010. Con ese sistema se deja el lateral desprotegido en las contras y obliga a vascular a los tres centrales. ¿Ha defendido bien el Inter de Milán contra un rival difícil y exigente, el Barsa, en la reciente semifinal con ese sistema a pesar de tener los carrileros top que tiene y de superar la eliminatoria con mucha fortuna? Pues eso) y uno de los que se salvó de la quema de la responsabilidad por el descenso. Aguilera ha sido, casi con toda seguridad, el mejor lateral derecho que ha tenido el ATM en cincuenta años, incluso mejor que Juanfran, tanto en defensa como en ataque. Repito, uno de los pocos que no fue responsable del descenso. Además, fue, incomprensiblemente, relegado al banquillo en beneficio del desafortunadísimo Gaspar. Otra cosa incomprensible de todo punto.
    En la portería, Molina mantuvo el tipo, pero en la temporada del descenso, se cometió el incomprensible error de traer no un portero mejor, sino uno similar: Toni, del Español. El propio Molina diría que para traer un portero similar a él, no era necesario, en efecto, traer otro portero. Quien fichó a Toni sabrá lo que hizo. El caso es que la portería empeoró claramente con la competencia entre uno y otro.
    En el centro del campo se produjo el mayor atentado deportivo. Resulta que Vizcaíno, que hizo una temporada descomunalmente buena en el doblete, no antes ni después, pues su nivel jamás llegó al del inolvidable Donato, resultó sustituido paulatinamente por un nuevo fichaje que resultó letal para la marcha del club, el checo Radek Bejbl. Este jugador, discreto y nada conflictivo, es un caso irresoluble en el mundo del fútbol por lo extraño de su caso, por lo extraño de su larga «supervivencia» en la plantilla, a pesar de haber jugado una final de la Eurocopa con su selección (el Atleti no pudo traerse a Nevded, el mejor, no estaba a su alcance). El caso es que se hizo con el pivote defensivo y llevó al equipo al hundimiento porque, frente a su impecable posicionamiento, siempre en el lugar que debía estar, carecía de mordiente, dejaba a los rivales maniobrar a capricho, no presionaba al rival y le dejaba pensar lo que quisiera. Además no era capaz de dar un pase en profundidad y fallaba muchos pases dándoselos al contrario. Solo sabía jugar bien echando el balón atrás, a los defensas. Era el caso opuesto a los agresivos e intensos Gabi, Tiago, Mario Suárez, ahora Barrios, etc., por así decirlo. Y entre que aparentaba estar siempre bien situado, entre que estaba pero no atraía la atención y que no contribuía nada a defender bien y menos a dar buenos pases, el club se fue hundiendo en las cuatro temporadas que militó en el equipo. Y, lo peor, nadie pudo suplir una posición tan clave con mejor rendimiento (ni Mena, ni el propio Vizcaíno, ni Simeone, que acabó marchándose antes del descenso, ni Caminero, que se le fundió físicamente haciéndole jugar en la banda, otro error descomunal, pues Caminero fue el mejor centrocampista del Atleti desde 1994 hasta su salida cuatro años después. Caminero debió suplir a Pantic, otro jugador, que se mire como se mire y a pesar de su inestimable contribución a balón parado, poco más hacía en el campo a partir de la temporada posterior al doblete).
    A partir de la temporada 1997/1998, se produjo una enorme e inexplicable descompensación en la plantilla, pues el equipo se dotó de excelentes delanteros como Juninho, Vieri y Hasselbaink, manteniendo al excelente Kiko, pero descuidó totalmente el centro del campo. Jugovic, uno de los mejores, solo jugó aquella temporada. Baraja llegó tarde y Valerón, excelente técnicamente, no daba abasto para defender en el medio del campo, siendo él más bien un media punta. Pero lo peor fue la persistencia en alinear al checo como pivote.
    Aparte, el equipo tuvo una serie de jugadores mediocres que lastraron de modo muy intenso el buen trabajo de los pocos buenos que quedaban: Paunovic, Jose Mari, Petete Correa, Mena, Gaspar, los mercenarios Gamarra, Ayala, el desafortunadísimo Santi Denia (horroroso la temporada del descenso. NO dio una), Hugo Leal, Njegus, etc. El doblete acabó siendo definido como «flor de un día», algo casual en la trayectoria del equipo. El equipo llegó, pero no se mantuvo. Ahora con Simeonetti, el equipo, al menos, se mantiene. Por eso tanto temor a traer otro entrenador.

    La temporada del descenso comenzó con el famoso 1-5-3-2 de Rainieri, que, cuando vio que el equipo se hundía, tomó las de Villadiego. Y al funcionario de Hacienda no se le ocurrió otra cosa mejor que traer a un entrenador atacante al máximo, a Radomir Antic, que acabó cargando con la responsabilidad del descenso como con el mérito de haber hecho al Atleti campeón. Antic no ganó ni uno solo de los partidos restantes de liga (cogió al equipo todavía en zona de salvación y lo hundió todavía más), metió al equipo en la final de copa por incomparecencia del FCB (menos mal que Guardiola no jugó la vuelta incluso alineando al portero suplente como jugador de campo, que remontan seguro el 3-0 de la ida). Y, en la final, la puñalada postrera a la afición tras la estocada del descenso. Toni, jugando como se juega en pretemporada y como jugaron toda aquella temporada, sirve despistado y descentrado a la cabeza de Tamundo para certificar la insensatez de su fichaje, como haber traído a Antic y no a un amarrategui que hubiese librado al equipo de la infamia del descenso. Luego a Gil, la afición casi lo lincha un año después tras no devolver al equipo a primera en Getafe, dejándolo cuarto en el «añito en el infierno» con el que ultrajaron una vez más a su sufrida afición. A partir de entonces Jesús Gil anduvo muy calladito, ahora no tenía a quién echarle la culpa de su desastrosa presidencia y propiedad del club.

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  2. Te equivocas como siempre, tienes el juicio nublado por el pecado.
    Dios es amor (1 Juan 4:8), y su misericordia se extiende a todos los pueblos y naciones (Salmo 145:9). Jesús mismo dijo: «Tengo otras ovejas que no son de este redil; también a ellas debo traerlas, y escucharán mi voz; y habrá un solo rebaño y un solo pastor» (Juan 10:16). Este mensaje muestra que la salvación no está limitada a un grupo religioso específico, sino que se ofrece universalmente a todos los que buscan la verdad con corazón sincero.

    La parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) nos enseña que no es la identidad religiosa la que define al justo, sino el amor activo hacia el prójimo. Jesús eligió como ejemplo de virtud a un samaritano —ajeno al culto judío tradicional—, mostrando que la bondad y la verdad pueden encontrarse fuera de los límites visibles de una religión.

    Además, el juicio divino se basa en las obras de amor, no solo en la pertenencia confesional. En Mateo 25:31-46, Cristo describe a los benditos del Padre como aquellos que alimentaron al hambriento, vistieron al desnudo y cuidaron al enfermo. No menciona si eran santos reconocidos o fieles de una denominación, sino si practicaron el amor.

    Dios no se complace en la condenación del impío (Ezequiel 18:23), y ofrece continuamente caminos de conversión. La fe cristiana no debería ser usada para amenazar con el infierno, sino para invitar a todos a la esperanza, a la reconciliación y al encuentro con el amor infinito de Dios, que «quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Timoteo 2:4).

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    • Por eso exigió predicar el Evangelio a toda criatura y bautizarles en el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Mt 28). Y a eso se han afanado todos los fieles misioneros en todos los continentes, por obediencia al Señor.

      En efecto, Dios es Amor, y nadie va al Padre sino por el Hijo y nadie conoce al Padre salvo que el Hijo se lo de a conocer. El Evangelio según San Juan es claro. Por eso Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre Verdadero, es Camino, Verdad y Vida. El Camino a Dios, la Verdad frente a los falsos profetas y la Vida frente a la muerte que nos condena desde Adán y Eva, nuestro enemigo vencido por Jesucristo con su Gloriosa Resurrección, no por ningún otro falso profeta, sino por Jesucristo.
      En efecto, los fariseos eran hipócritas porque solo honraban a Dios con los labios, como hoy tantos políticos y sectas fuera de la Iglesia Católica. Los saduceos negaban la resurrección y los samaritanos no aceptaban que la salvación venía de Cristo, salvo la mujer samaritana junto al pozo de Sicar a la que el Señor convirtió.
      El buen samaritano es la parábola que el Señor utilizó para convencer a los fariseos que no basta con honrar a Dios con los labios, sino que hay que practicar la caridad, santa virtud teologal que detenta la primacía y absolutamente necesaria para la salvación.

      Solo Jesucristo Resucitó, no los falsos profetas de otros cultos. Pero hay personas que no han podido recibir aún la Buena Nueva del Reino. Unos por vivir bajo tiranías, otros por presión o coacción familiar, social o de otro tipo. Otros porque ningún misionero católico ha llevado a Cristo a sus corazones, como los indígenas de América hasta finales del siglo XV, por ejemplo. Por eso Dios puede llevar al Cielo a personas que no han oído nunca hablar de Cristo porque ha sido imposible para ellas conocer el Evangelio, siempre y cuando hayan actuado conforme a su conciencia o ley natural. Pero eso no autoriza a nadie para decir que hay salvación fuera de Jesucristo Nuestro Señor y su Santa Iglesia Católica Apostólica. Las personas que el Señor salva lo hace por medio de su Iglesia Católica, de uno u otro modo según sus inescrutables designios, la oración de los santos, por ejemplo, pero la herejía está en decir que es «válida» cualquier «religión» para salvarse. Eso es algo demoníaco y un engaño herético. No. No hay nadie como Dios. Y Jesucristo es Dios. Nadie puede ponérsele a la altura como «salvador» alternativo. Es una herejía satánica y puede llevar a la condenación eterna a quien la crea. Repito lo que el mismo Señor dijo: Nadie va al Padre sino por el Hijo. Hijo y Padre son UNO solo. Por eso Dios es Santísima Trinidad.

      En cuanto a la salvación eterna de los no católicos (anteriores a Cristo),por ejemplo, cuando san Francisco Javier fue a evangelizar Japón a comienzos del siglo XVI, los japoneses conversos se quejaban de que allí sus antepasados no habían conocido a Cristo y que por eso no se habían salvado (eso era lo que creían al oír el Evangelio). Y el santo español les contestó, con toda verdad, que todo hombre tiene conciencia, nace con la luz de Dios, con la ley natural impresa en su alma. Si una persona es fiel a su conciencia y se aparta del mal (pecado) y practica el bien, aunque no haya oído hablar de Jesucristo, que mandó predicar su Evangelio a todos, puede salvarse. Lo que no se puede hacer es rechazar a Cristo cuando se tiene la oportunidad de convertirse, no se puede dejar pasar la vida sin convertirse por soberbia si se tiene la oportunidad de tener sacramentos y vida cristiana. Pero la salvación de los que no conocen a Cristo ni han podido conocerle o convertirse, siempre es por medio de Cristo. Solo puede haber salvación por medio de Jesucristo, que es la Vid, mientras que todo otro hombre o mujer es sarmiento y sin la Vid no hay fruto posible. Si Dios nada se puede hacer. Y, en efecto, Dios quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la Verdad, es decir, Él mismo, Camino, Verdad y Vida. No se rechace nunca a Cristo, no se atraiga el infierno eterno.

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    • Y, en efecto, Dios quiere que todos los hombres se salven, pero por desgracia, léase Mt 25, 31-46, separará a unos de otros el Día del Juicio Final, como quien separa ovejas de cabritos. A unos les esperará el Reino y a otros el infierno, el término que el articulista y la campaña publicitaria del equipo utilizan.
      Por eso digo que Dios nos libre del infierno a todos. Es claramente una amenaza y una exhortación a la conversión, pero es la verdad revelada que ningún fiel que se quiera salvar debe olvidar. El infierno es la verdad de fe más repetida en todo el Nuevo Testamento, en boca del propio Señor Jesucristo que no paró de advertirnos, y san Juan Pablo II afirmó incluso que quien no cree en el infierno, no cree en los Evangelios, porque el mismo Señor no para de exhortar a estar vigilantes y de advertir de la posibilidad de condena. ¿Debiéramos ocultarle un peligro a un hijo o hija amada solo por no asustarle o molestarle? Mal padre haría eso. De hecho, Nuestro Señor afirma que no temamos al que puede matar el cuerpo pero que nada puede hacer con el alma, sino que temamos más bien al que puede llevar alma y cuerpo a la gehenna de fuego o infierno. Si el mismo Señor nos advierte, ¿por qué hay que ocultar la verdad del infierno?¿tal vez para ir de presuntuosos salvados de antemano o de temerarios fatuos? Que el Señor quiera salvarnos más que nosotros mismos, no quita que no se deba advertir sobre la posibilidad de perdición eterna por rechazar al Señor, que no a otra persona (quien ama más a otra persona que a Jesucristo, no es digno de Él). Todos los misioneros que enseñan el Evangelio, lo enseñan en su totalidad, no solo las partes más esperanzadoras y hermosas, las que más paz y esperanza nos dan. Conocer a Cristo debe insuflarnos en el alma el dolor profundo de lo mucho que costó nuestro rescate y debe alarmarnos de no ofender a Dios en lo más mínimo y de reconciliarnos con Él inmediatamente a cuando caemos y condenamos al resto como si fuéramos jueces aunque nadie nos ha nombrado. El santo temor de Dios no es algo malo, es un don del Espíritu Santo. El temor a perderle ayuda a la gracia santificante. Todos los santos así lo afirman.

      Mire también el capítulo 23 del Evangelio de San Mateo y las terribles palabras que dirigió a los fariseos «serpientes, raza de víboras. ¿Cómo vais a escapar de las llamas del infierno?». NO es que no quisiera salvar a los fariseos, de hecho fue amigo del maestro Nicodemo y de san José de Arimatea. Lo que quiso el Señor es hacerles ver su error, su hipocresía, su ceguera, para que se convirtiesen. Por eso les preguntaba por qué milagro de los que había obrado le iban a apedrear, para hacerles ver lo insensato de su fanatismo político, que les impedía reconocer en un simple «hijo de carpintero», en un Hombre humilde, al Salvador de toda la humanidad.
      Por supuesto que Jesucristo Nuestro Señor amenaza a los que le rechazan con su conducta, su falta de caridad y su impiedad de no perdonar. Ojalá nadie se condenara, pero por desgracia no son pocos los que siguen la ancha puerta y el llano camino que lleva a la perdición por culpa única y exclusivamente de ellos, de su soberbia por rechazar a Cristo. Líbrenos Dios de seguir ese camino, por muy tortuoso, empinado, lleno de piedras y fatigoso que sea el de la salvación.
      Dios es Infinitamente Bueno y Misericordioso con todos, pero nosotros no lo somos, somos pecadores, somos débiles e inconstantes (aunque algunos se crean infalibles), por eso el temor de perder a Dios siempre está presente, porque hacemos el mal que no queremos, y dejamos de hacer el bien que queremos, como san Pablo pero en mucho mayor grado.
      Es por eso que digo que del infierno Dios nos libre a TODOS, aunque por desgracia algunos parece que quieren echarse a él de cabeza como si fuera una piscina y se afanan por hacer todo lo contrario a lo que el Señor manda, por pecar perseverantemente y por tolerar la mentira a la que deberían rechazar desde lo más hondo del alma.
      Y al hilo de las obras buenas, no basta con que sean buenas para salvarse. Los fariseos hacían obras de caridad para ser vistos por todos los demás, a son de trompeta, para ser vistos y halagados por todo el pueblo, para colgarse medallas, por lo que el Señor afirma que ya recibieron su paga. También algunos dan muchos donativos a «causas caritativas», pero el Señor afirmó que aquella viuda que dio dos denarios, que era todo lo que tenía para vivir, era la que más había dado, luego sus medidas no son nuestras medidas.
      Nuestro Señor nos invita a practicar la caridad sin que sepa nuestra mano izquierda lo que hace nuestra mano derecha, es decir, que practiquemos la caridad que no es interesada, que no es jactanciosa ni se busca a sí misma y nuestra gloria ante los demás, ni lleva registro interesado de buenas obras para luego ser sorpendidos y que tengamos que decir «Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, sediento y te dimos de beber…?». Estas son coas que todo el mundo debería comprender a la perfección. Cuidado con eso, porque muchos confunden dar gloria a Dios con darse gloria a sí mismos por medio de una obra buena a son de propaganda. Se lo digo por lo que escribe de Mt 25, 31-46, que, por cierto, es el Juicio Final, el de las naciones, no de los súbditos, aquellos por los que el Señor dice «por todo cuanto hicísteis con uno de éstos más pequeños, conmigo lo hicísteis».
      También hay un juicio particular, que es el que todos tendremos que afrontar cuando muramos y que el Señor describe en el evangelio de San Juan cuando afirma que el juicio consiste en que vino la Luz al mundo (la Luz del mundo es Jesucristo Nuestro Señor, Dios y Hombre verdadero), pero que los hombres prefirieron la oscuridad, porque sus obras son malas.
      Por eso nos confesamos los católicos lo antes posible y con la mayor frecuencia, por eso recurrimos al sacramento de la penitencia, que recomiendan todos los santos de toda la historia. ¿No le vamos a decir al Señor que sentimos mucho haberle ofendido incluso en lo más mínimo? Pues como hacemos con nuestros seres queridos, con toda confianza. Por ello es recomendable que todo el mundo venza sus complejos, prejuicios y soberbia, haga un examen de conciencia serio y riguroso, se arme de valentía y humildad, se arrepienta de haber ofendido al Señor y lo confiese con toda confianza y sin reservas, como si lo hiciese al mismo Cristo, oculto tras el sacerdote. Si tiene dificultad, que se vaya muchos kilómetros lejos de donde viva, pero que no deje de confesarse, lo mejor, cuanto más frecuentemente más gloria y alegría le dará al Señor, que así lo irá corrigiendo para bien suyo, de su familia y se su nación y del mundo. Comprobará la gloria tan grande que habrá dado a Dios, independientemente de lo abyectos que sean los pecados (no hay pecado que no sea perdonado, salvo el que se profiere contra el Espíritu Santo, Espíritu de la Verdad), pues Dios está dispuesto a perdonar a todo corazón contrito sin excepción. Como decía el santo cura de Ars, si los condenados al infierno tuviesen tan siquiera media hora para poder confesar todos sus pecados, no habría uno solo que desperdiciase esa oportunidad y dejarían el infierno vacío. Lamentablemente para ellos ya es tarde.
      Por eso no se puede desperdiciar en vida ese tesoro de valor infinito de reconciliarse con Cristo, incluso setenta veces siete, es decir, aunque se vuelva a caer en el maldito pecado. La Confesión es la puerta del Reino de Dios por su Infinita Misericordia. Solo los humildes y los que se humillan reconociéndose pecadores agradan a Dios y le permiten transformarle para salvarle del infierno y llevarlo al Reino de Dios.

      Que el Señor quiere la salvación de toda la humanidad, incluso de los más abyectos, está probado, y que incluso haya muerto en la Cruz por ello perdonando a quienes le crucificaron, no significa que por desgracia muchos le rechazan y se condenan. Ocultar esta verdad porque se considere una amenaza no es servir a Dios. Téngase en cuenta que al pecado original precedió la mentira de la serpiente del paraíso. Por eso, la verdad no se oculte, pues de la verdad depende la salvación de muchas almas, y la posibilidad de condenación no se debe ocultar, pues de hacerlo se actuaría no como quiere Dios, sino satanás, el demonio, que quiere que nadie crea en Dios, que quiere que nadie crea que el infierno existe, que quiere que todo el mundo crea que no hay vida tras la presente y que quiere la condenación eterna de todos.
      Lea el capítulo 6 del evangelio de san Juan y compruebe por sí mismo cómo incluso muchos de los que inicialmente le siguieron, dejaron de seguirle cuando explicó la Santísima Eucaristía, que nadie podía tener Vida Eterna si no comía de su Cuerpo y bebía su Sangre, que ningún protestante tiene, ni reconoce, ni quiere reconocer para su eterna desgracia, no digamos ya los de otros cultos, y lo que es más grave, teniendo la oportunidad de convertirse antes de morir por medio de misioneros (si no se tiene oportunidad, Dios no va a exigir lo imposible. Muchas veces basta el deseo de convertirse si no se puede, para que Dios, por su Misericordia, salve el alma incluso sin sacramentos, pero mejor siempre tratar de convertirse por todos los medios y aprovechar los sacramentos que Dios regaló a toda la humanidad y que la Iglesia Católica, la suya, administra). Solo la Iglesia Católica tiene Santísimo Sacramento de la Eucaristía, el Pan de Vida eterno y la Sangre preciosísima de Jesús. Los milagros eucarísticos incontables prueban la verdad católica frente a la herejía de otros. Y solo la Iglesia Católica tiene Eucaristía porque así lo quiso Cristo mismo, que no los hombres de tal o cual tendencia. Los otros cultos no tienen a Dios. Por todo ello resulta herético afirmar que se puede alcanzar la salvación rechazando a Cristo (repito, habiéndosele ofrecido el tesoro de la conversión, aunque solo sea por medio de sacerdotes misioneros, que es el del Reino de Dios, independientemente de lo que se haya de sufrir en vida). Mucho cuidado con las herejías y falsas doctrinas (2 Jn 9-10).

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