Al margen de los deseos de cierto sector de aficionados atléticos, al margen de la presión (más o menos interesada; más o menos sibilina) de una parte considerable de la prensa patria y al margen de ciertas variantes tácticas introducidas en ciertos partidos y en ciertas situaciones por Diego Pablo Simeone, lo cierto es que el preparador argentino, cuando lesiones, sanciones y configuración de la plantilla se lo han permitido, siempre ha estructurado el mediocampo atlético de la misma forma; a ello hemos hecho ya referencia numerosas veces: un doble pivote – desde el añorado Gabi/Tiago o Mario hasta el cada vez más consolidado Rodri/Thomas -, un interior puro, Koke o Saúl – con más o menos capacidad asociativa, con más o menos llegada al área contraria, pero nunca un pasador puro o, al menos, jugador capaz de poder desatascar el juego y dar un último pase; un creativo, en una palabra- y un creativo, por no caer en la redundancia.
Y, para los puristas, por el ‘casting’ (palabra tan de moda ahora en la acera de enfrente) para esa posición de ‘creativo’ han ido pasando en el Atlético de Simeone, con mas o menos fortuna, muy diferentes tipos de jugador. Y uno, que ya conoce el percal, se va a poner la venda antes de tener la herida: es evidente no se pueden comparar las características de Arda, Diego Ribas, Lemar, Nico Gaitán o Griezmann, sí, Griezmann; que cuando llegó de la Real Sociedad era un (excelente) extremo, no el jugador total en que lo ha convertido Simeone (y él mismo). Pero sí que se puede comparar una cosa, o dos: su posición de partida en el campo y su rol en el equipo.
En el verano de 2011, cuando Arda Turan ficho por el Atlético de Madrid, un gran amigo atlético preguntó “¿te ilusiona?” y quien esto suscribe, respondió: “Es un talento descomunal; hace falta saber si se adaptará al equipo, a otro país, otra ciudad”. Se adaptó, vaya si lo hizo, con la dificultad implícita de que, seis meses después de su llegada, Diego Pablo Simeone tomó las riendas del Atlético de Madrid, con todas las complicaciones que conlleva eso para un ‘espíritu libre’ como es el turco de Bayrampasa. Y durante los cuatro años que estuvo en el Calderón, fue un ídolo absoluto, llegando a influir o generar aquel concepto del ‘ardaturanismo’ o dejando frases para la historia como aquella de ‘el Atlético es un club con mucho sentido de la pertenencia y yo siendo pertenezco aquí’ que le hicieron ser adorado en la afición rojiblanca.
Hasta que se ‘cansó de correr’ y de pertenecer; debe haberle ido mucho mejor sin correr (43 partidos en año y medio en Barcelona, por no hablar de su vida de vuelta a Turquía). Mientras estuvo, fue un absoluto crack, con todas las letras.
Y coetáneo con él, en el Atlético, fue Diego Ribas. Sus tres temporadas en el Werder Bremen (2006 -09) fueron un auténtico homenaje al fútbol, hasta el punto de que uno hacía, por aquellos años lo posible y lo imposible por ver los partidos del brasileño y ‘babeaba’ con la idea de que el Atlético pudiese ficharlo algún día. Y tras su traspaso a la Juventus, en la temporada 2009/10; y su fracaso en Italia, Diego Ribas volvería a Alemania; al Wolfsburgo, en este caso. Pero tampoco funcionaron las cosas allí y, tras la llegada be Felix Magath al conjunto blanquiverde y una serie de faltas de disciplina, fue cedido al Atlético de Madrid en la temporada 2011/12 (“Dios existe”, pensó uno). Sin embargo, aunque dejo grandísimos detalles y fue pieza clave en el triunfo en la UEFA Europa Legue (primer titulo de Simeone en el Atlético), jamás termino de rendir y de tener la continuidad de Arda, por poner un ejemplo y volvería al Wolfsburgo en el verano de 2012. Un año y medio después volvería al Calderón para jugar los seis últimos meses de la temporada, proclamarse campeón de Liga pero tener un rol todavía menos destacado que en su primera etapa.
La comprativa del rendimiento en el Atletico de dos genios absolutos (desde un punto de vista puramente técnico) como son Arda Turan Y Diego Ribas nos lleva a la conclusión de que, para triunfar en este Atletico de Simeone, no basta con ser bueno desde un punto de vista técnico. Hay que ser (o aprender a ser) un futbolista muy bueno en otros muchos aspectos: defensivo, táctico. Y no todos los jugadores valen para eso.
Y, en verano de 2014, coincidiendo con la última salida de Diego Ribas y un año antes de la salida de Arda, llegaría al Atlético un jovencísimo (23 años) Antoine Griezmann. Y pese a que le costo y pese a que los seis primeros meses no fue siquiera titular indiscutible (de ahí el gran merito que tiene Rodri, aunque hablemos de posiciones diferentes), el Griezmann que llego al Atlético como un estupendo extremo y proyecto de excelente jugador, se ha transformado en un futbolista total: no solo es fundamental referencia del Atlético en ataque, no solo es uno de los futbolistas (de forma más que justa) mejor pagados del mundo, sino que no es extraño verle en muchos partidos del Atlético como lateral provisional cuando el equipo necesita una mano en defensa. Esa en una de las grandes diferencias con Diego Ribas, por poner solo un ejemplo: sería (casi) inimaginable ver al brasileño desempeñar las labores defensivas que suele hacer el francés. Y eso es clave en los equipos de Simeone; y no es cuestión de ser mejor o peor jugador, se trata, simplemente, de tener tales o cuales capacidades o tal o cual actitud.
Y, tras algunas otras intentonas para aportar al mediocampo atlético un plus de calidad (como fueron Nico Gaitán o Yannick Ferreira Carrasco), el pasado verano llego al Metropolitano Thomas Lemar: compatriota de Griezmann, compañero en la selección francesa, traspaso mas caro pagado por el Atlético en su historia (se habla de unos 70 millones de Euros), y grandes expectativas generadas a su alrededor tras su rendimiento en Mónaco, sobre todo, en la campaña 2016/17.
Y, pese a destellos brillantes, no ha cumplido con las expectativas, seamos sinceros. Y gran parte de la afición atlética empieza a cuestionar la relación coste/rendimiento del extremo francés. Tanto Didier Deschamps, seleccionador francés, hace algunas semanas, como el propio jugador ayer, tras el encuentro ante el Eibar (donde marcó el gol de la victoria, su tercero en esta campaña tras los dos anotados en Getafe a principio de curso, ha puesto el dedo en la llaga: “en ataque me desempeño bien, tengo libertad pero el Atlético es un equipo que requiere muchas cosas, también, en defensa y en ese aspecto me tengo que acoplar y soltar todavía más”.
Potencial y calidad tiene para acoplarse; confianza de su técnico y compañeros, también; demuestra ser humilde, consciente de sus ‘defectos’ para jugar en este Atlético de Simeone y ávido de pulirlos, es disciplinado fuera y dentro del terreno de juego (no como algunos otros) ¿Lo conseguirá? La campaña próxima nos dará muchas pistas a este respecto. Por el bien del Atlético, esperemos lo logre; nos aportaría muchísimo.
Pero la principal conclusión de todo esto es que, en este Atlético de Madrid, obra de autor de Diego Pablo Simeone, solo triunfan los grandes, los buenos, buenos de verdad.
23 abril, 2019
Por primera vez Lemar durante unos 20 minutos jugó en su sitio. Detrás de dos delanteros. Yo soy de los que creo que los sistemas están hechos para que favorezcan el juego del jugador.
Ayudar en defensa es importante, pero no me gusta que cuando tengamos que atacar nuestros delanteros estén a 80 metros de la portería contraria. Ni tampoco quiero que todos, todos, todos, los rechaces que hacemos cuando nos tiran un córner los recojan los equipos contrarios. Así es imposible de montar una contra. No por poner los onces jugadores a defender un córner se defiende mejor. Tampoco creo que Griezmann o Correa, o el mismo Lemar puedan despejar por alto en un córner. Lo que si creo es que si pillan un rechace, que se pueden entrenar, las posibilidades de montar un contraataque son mayores.
Tenemos una gran plantilla, se ha demostrado en algunos partidos de compromiso.
Esta Liga era para haberla peleado con algo más de compromiso. El partido en el Wanda contra el Real Madrid, fue un partido donde faltó eso que usted llama «equipo de autor».