Y de aquellos barros, estos lodos

Fue allá por septiembre, cuando la temporada empezaba a arrancar. Un periodista, en vísperas de un derbi, preguntó al capitán del Atlético de Madrid sobre la posible celebración de un rival. El baile ya llevaba varios días siendo comentado en los medios. No se había jugado el partido, no se había marcado gol alguno, pero la polémica comenzaba a generarse. Koke respondió con franqueza. En ningún momento salió de su boca referencia alguna a la raza o nacionalidad del bailarín, pero ese hecho daba igual. Ante el mundo, Koke Resurrecion Merodio era un racista.

Quizá todo lo que ha venido después se hubiese podido atajar en aquel momento, pero nadie levantó la voz. Nadie arrojó un atisbo de cordura. En su lugar se asumió el discurso de que Koke, el jugador que más veces ha vestido la rojiblanca en su historia, era un racista. Sin pruebas. Sin sentido. Sin vergüenza.

La maquinaria mediática comenzó a funcionar. Personalidades de todo el mundo salieron a defender el estilo tan característico que tenía Vinicius Junior para celebrar sus goles. «BailaVinirJr» comenzó a hacerse viral. Las redes sociales de todo el globo compartían esa frase que empezó siendo una muestra espontánea de la lucha contra el racismo y acabó como marca registrada por el futbolista para estamparse en joyas, ropa y lencería. El dinero generado con ella, suponemos, ha ido a parar a fundaciones y organizaciones que se encarguen de combatir el racismo. Sería lo suyo, desde luego.

Vinicius marcó en aquel derbi en el Metropolitano. Y bailó. Y no sucedió nada. Nadie saltó de la grada a agredir al futbolista ni se escucharon gritos de forma coral en contra del jugador. Algunos tuvieron que conformarse con relatar hechos que comparaban el Metropolitano con la franja de Gaza y aportar imágenes de trozos de confeti sobre el césped como pruebas fehacientes de la barbarie allí cometida.

El campeonato nacional siguió. Por el Metropolitano continuaron pasando equipos, en Liga regular y en competiciones europeas, sin que se reflejase problema alguno de racismo. Muy distinto al caso del futbolista brasileño que coleccionaba recuerdos por cada campo al que acudía. Pocas ciudades de nuestro país se libraron del Sanbenito racista. Casualidad o no, en muchos de esos estadios Vinicius dedicó gestos obscenos a la grada o a los rivales. En alguno incluso se acordó de la madre de algún colegiado, a escasos metros y de frente, sin recibir castigo alguno. España seguía teniendo un problema de racismo, únicamente focalizado en un jugador concreto.

Con todo y con esto, llegamos a la semana clave. El Madrid se presenta en Valencia como campeón de Copa, pero sin ninguna opción de aumentar su palmarés esta temporada. Va perdiendo. En los minutos finales del partido se produce una tangana. Vinicius Junior agrede a un futbolista del conjunto Che, motivo por el que es expulsado del partido. Mientras se marcha al túnel de vestuarios se dedica a hacer gestos con dos dedos, aludiendo al posible descenso de su rival, a proferir insultos y a agarrarse la entrepierna mirando a la grada de tribuna. Unos gestos totalmente lógicos para alguien que pide respeto hacia su persona. Me imagino que el anciano que lleva años acudiendo a Mestalla a ver al Valencia también será racista, aunque él, probablemente, no lo sepa. Gracias, Vini, por mostrarnos la realidad.

Lo que vino después fue una de las situaciones más bochornosas que ha podido vivir el deporte rey en la historia de este país. Las redacciones comenzaron a hacerse eco, ahora sí, de unos gritos racistas que, presumiblemente, se empezaron a entonar a la llegada del bus blanco al estadio che. En la actualidad, Joaquín Sabina puede cantar Peces de Ciudad en el Wizink Center y que al momento de recibir el aplauso del público ese vídeo ya esté circulando por internet, pero un problema tan grave como unos gritos racistas a la llegada de un futbolista a un campo no son noticia hasta cuatro horas después. Obviamente, tras una agresión que dejaba en muy mal lugar a la verdadera víctima. 

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Real Madrid President Florentino Perez (L) speaks with Spanish FA President Luis Rubiales prior to the UEFA Super Cup football match between Real Madrid vs Eintracht Frankfurt in Helsinki, on August 10, 2022. (Photo by JAVIER SORIANO / AFP) (Photo by JAVIER SORIANO/AFP via Getty Images)

Se modificó un acta, se practicaron detenciones que fueron grabadas y difundidas como si de la desarticulación de un comando terrorista se tratase y se dieron lecciones de moral desde las mismas radios que en épocas anteriores jalearon pitadas a Piqué o hablaron de la hija fallecida del seleccionador nacional. Los mismos que pretenden abogan por expulsar a violentos y racistas de los estadios, pero que en vísperas del próximo derbi volverán a calentar a las huestes de uno y otro lado, aludiendo a los comentarios de Koke, los bailes de Vini o el muñeco colgado de un puente.

A pesar de que el comité de competición dejó sin efecto la roja, por agresión recordemos, Vinicius no jugó ante el Rayo. En su lugar, él y Florentino Pérez escenificaron un nuevo capítulo en este relato avergonzante. Ambos aparecieron en el palco, sentados uno al lado del otro. El máximo dirigente blanco aparecía caricaturizado como una especie de Oskar Schindler cañí. El mismo que secuestró un río, dejando sin agua a miles de indígenas de Guatemala para construir una central hidroeléctrica, se autoproclamada líder de la lucha contra el racismo. Los mismos compañeros que en otras ocasiones le han reprochado su comportamiento, saltaron al terreno de juego portando una camiseta con el nombre y el dorsal del brasileño. Mientras, la grada fans, comandada por un reconocido ex líder de Ultras Sur, levantaba una pancarta en contra del racismo que todo el Bernabéu aplaudió. El mismo Bernabéu que la temporada anterior silbó a los jugadores del Manchester City que se arrodillaron para dar visibilidad a, atención, la lucha contra el racismo. El mismo estadio del que, hace no tanto, Vinicius se marchaba llorando tras recibir las críticas de los que ahora se enarbolan la bandera del fair play. La vida al revés, cantaba Fran Perea.

Si en su día alguien hubiese alzado la mano y llamado loco a todo aquel que viese tintes racistas en la frase de Koke, hoy no estaríamos así. No hubiéramos llegado al punto de tener que despedir a ningún colegiado ni un aficionado del Valladolid hubiera perdido su derecho a acceder al estadio por una sanción, que a la postre se demostró injusta, efectuada en caliente para calmar a las masas. Pero no interesó. Había demasiado en juego. Una carta blanca, un buen marketing y un tema que monetiza en un periodismo que hace años que perdió el rigor y se abrazó al clickbait. Y de aquellos barros estos lodos.

Foto: Getty Images

Autor: Marcos Martín

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2 Comentarios

  1. En esa rueda de prensa Koke intentó no decir lo que quería el periodista que dijese (creo que del ínclito programa Chiringritos) pero éste le acorraló hasta que no le quedó mas remedio que decir: supongo que se liará; ahí ya fue cuando sacada esa frase totalmente fuera de contesto, se cebaron, porque lo necesitan para que el business siga y las ovejitas del redil sigan en él.

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  2. En el juego de las medias verdades el que gana es el que tiene más altavoces y suenan más alto.

    El merengue tiene un grupo ultra, ahora disfrazado de grupo bueno, que siempre ha sido racista y a menos que haya ocurrido un milagro, seguirá siendo racista. Los ejemplos de ello son muchos, ¿quien no recuerda los casos de Thomas N’Kono y del malogrado portero del Rayo, Wilfred?, pero hay muchos más…

    El Atleti, desgraciadamente, tiene otro grupo ultra, que también es racista, y cualquiera que haya asistido regularmente al Vicente Calderón, lo puede atestiguar.

    Hace apenas 15 o 20 años, los insultos racistas se percibían en la sociedad de una manera diferente a como se perciben hoy, y eso es porque las sociedades son dinámicas y cambian a lo largo del tiempo, si no fuera así, las sociedades estarían ancladas en el pasado. A pesar de que siempre van a existir reacciones al cambio, la forma de pensar de las sociedades acaba siempre por modificarse con el paso del tiempo.

    Según lo anterior, hoy en día, es inaceptable cualquier insulto por cuestión de raza y eso lo saben en la casa del Emperador. También lo saben en la casa rojiblanca y en cualquier casa.
    Se trata entonces de acusar al resto de lo que adolece uno mismo, y en el caso del merengue, hacerlo con todo su aparato mediático y a todo volumen.

    La competición de las medias verdades se juega en casi todos los campos de fútbol, pero la verdad es que el único partido que se ha suspendido ha sido en el estadio de Vallecas y por llamar «nazi» a un jugador.

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