Una casa de locos

A mis hijas, de 7 y 4 años, cada vez les resulta más difícil coincidir con los dibujos animados. La mayor empieza a ver películas «de personas» y la pequeña acaba de dejar «Peppa pig» aunque sigue enganchada a la «Patrulla canina». De modo que hay que turnarse en la única televisión que hay en casa para ver un rato lo que gusta a cada uno. En este caos de series y dibujos infantiles hemos encontrado algo que nos ha enganchado a todos -y me incluyo-; se trata de la serie animada «Una casa de locos». El protagonista es un niño que vive con sus diez hermanas y tiene que sobrevivir buscando soluciones imaginativas a los problemas cotidianos que se le presentan en una casa donde siempre pasan cosas. Verdaderamente una locura. Como el Atleti ayer.

Porque desde que llegase el Cholo no es muy habitual que nos marquen en el Calderón, y mucho menos que lo hagan tan pronto como ayer el Celta.

Tampoco es habitual ver a Fernando Torres de titular, como ayer, a pesar de su increíble estado de forma y de la «fouteza» y corazón que derrocha en cada partido. Pero menos lógico es verle recibir un melón de espaldas y controlarla haciéndola botar para sacarse un remate de chilena estático consiguiendo un empate por toda la escuadra que nos hizo olvidar la lluvia y nos volvió a todos absolutamente locos.

Más acostumbrados estamos a que los árbitros -en este caso el rubio canario dos veces apellidado Hernández- se coman penaltis como el que le hicieron al gladiador de Fuenlabrada. A lo que no acabaremos nunca de acostumbrarnos es a que nos piten un piscinazo como el de Carrasco para compensar. Y sí, a pesar de que Torres le arrancó el balón al belga de las manos para conjurar la locura del error desde los once metros, lo falló.

De psiquiátrico. Así no hay forma de ganar. Mucho menos cuando bajo la incesante lluvia del primer tiempo el indolente Carrasco se queda solo en un mano a mano sencillo y trata de meter el gol del siglo -que ya había metido antes Torres- haciéndole un caño al portero. Resultado: otra vez le pegó al muñeco. Y van… de locos.

En el descanso mi hermano y yo nos apretamos un bocadillo antológico y disparatado. La lluvia se alió con nosotros y la tortilla de patata que nos preparó mi madre nos supo tan rica que, aliñada con el recuerdo imborrable del estratosférico gol del Niño, dábamos por bien aprovechada la noche, el domingo, el fin de semana y la semana entera. A pesar de que no jugábamos a nada. A pesar de que Griezmann se estaba dejando la vida defendiendo y no hubiera aparecido en ataque. A pesar de que Savic y Lucas estuvieran contagiándose mutuamente sus errores. A pesar de que Gabi y Saúl desempeñasen tareas invertida -el que tiene que crear destruyendo y el que tiene que destruir creando-. A pesar de que Carrasco siga regateando y perdiendo el balón con ese gesto final de patada al aire como el que daban los chupones en el patio. A pesar de que Koke no esté en su mejor momento y a pesar de un Filipe desorientado y un Juanfran raro que se quedó en el vestuario porque resultó estar lesionado. A pesar de los pesares, con el bocata de la mamma y el gol del Niño, nos dábamos con el punto del descanso por más que pagados y satisfechos. Qué golazo. Qué bocata.

Pero el Atleti está loco. Como nosotros que, un domingo por la noche, en invierno, junto al río, calándonos bajo la lluvia, seguíamos cantando como auténticos orates sin camisa de fuerza.

Sobre el césped apenas pasaba nada hasta que, poco antes de marcar, el Celta avisó en un mano a mano que no supo solventar Guidetti echándonos el balón a los del primer anfiteatro del fondo sur. Antes ya habían tirado los de Berizzo una al poste. El segundo gol fue con el partido ya avanzado, en un contragolpe de libro. Nuestra defensa no estuvo a la altura. Wass se la dejó atrás a Guidetti que, esta vez sí, la lanzó ajustada al palo de Moyá sin que Savic sacara la pierna para interceptar. Hacía cinco minutos que el Cholo había quitado a Torres para sacar a Gameiro. Era el minuto 80. Perdíamos 1-2. Casi que no había esperanza. Y aún así, como estamos muy locos, seguimos cantando bajo la lluvia. Aunque no se veía mucha esperanza de remontada en la grada. Y menos después de que el Cholo hubiera quitado a Saúl, tocado, para dar entrada a un Correa que sigue igual de alocado.

Pero en un ataque en tromba y después de haber fallado otro claro mano a mano (Carrasco estuvo muy por debajo de lo más bajo que le hemos llegado a ver de bajo. Sin contar el botellazo) le llega un balón rebotado cayendo desde el cielo envuelto en lluvia y el belga le mete un voleón desde fuera del área que atraviesa una amalgama de cuerpos celestes, rojos y blancos hasta sacudir el agua de lluvia que goteaba queda y parsimoniosa en la red de la portería, junto a la escuadra. Golazo. Empate. Minuto 84. ¿Y si ganamos? La locura se apodera de los aficionados empapados y ruge el Calderón.

Fue sacar el Celta de centro y ya estábamos en su portería. Correa la pone desde la derecha, Gameiro la sirve de cabeza y Griezmann dentro del área la clava en el fondo de las mallas. Ahora sí. 3-2 en el minuto 86. Y todavía hubo tiempo para que Kevin Gameiro fallase su gol cantado. Esta vez casi en la misma raya de gol. El ansia viva le llenó de balón y en vez de marcar el 4-2 le pegó con ímpetu al larguero emulando el penalti fallado por Fernando. Estamos muy idos, muy zumbados, muy alterados. Y fin.

El Celta no mereció perder. El Atleti se tiene que hacer mirar muchas cosas. Los lanzamientos de penalti, el centro del campo invertido, el terror de los centrales a hacerlo fácil, algún despeje de Moyá poco acertado – y algún saque -, lo de Griezmann matándose en defensa y agotado en ataque, los Cholocambios que -aunque no me gustaron- funcionaron, los mano a mano fallados de Carrasco, sus patadas al aire cuando se la quitan después de haber regateado y los clamorosos errores de Gameiro cuando el gol parece que ya está marcado.

Llegué a casa empapado. El partido fue de locos, para locos, con un resultado loco. Llegué contento y satisfecho porque aunque no lo habíamos merecido, el Atleti había ganado. Cogí la tablet y cuando iba a ver el resumen, ya metido en la cama, me saltaron los dibujos de mis hijas, «La casa de locos», los once hermanos que viven situaciones increíbles. Y se me puso una sonrisa de oreja a oreja. Como si estuviera loco, muy loco. Como el Atleti. Como todos los atléticos.

Autor: Santi Riesco

Adicto al Atleti. Exageradamente. Periodista. Vaqueiro d'alzada. Creyente. La persona es lo primero. Pérez de segundo. ¿He dicho lo del Atleti? Desde el 2005 hago el indio en un blog donde publico reflexiones, dimes y diretes sobre el Glorioso desde el primer anfiteatro del fondo sur. O por ahí.

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