Cada vez que se acercan las fechas navideñas mi mente se traslada a aquellos momentos de reuniones familiares en los que era realmente feliz. Ayer, mientras trabajaba, me dio un vuelco el corazón al ver el spot del Atlético de Madrid. Muchas sensaciones me llegaron de golpe, haciéndome sentir orgulloso de ser rojiblanco y triste por no poder compartir más momentos con aquellas personas que me inyectaron esta pasión en vena.
Si soy un canalla colchonero es únicamente gracias a mi abuelo. Hace algo más de un año que él ya anima desde el tercer anfiteatro y aún recuerdo su sonrisa cuando mi padre, madridista hasta la médula, decía: «A mi hijo lo hizo indio su abuelo, que le regaló un ‘saco’ que cantaba el himno del Atlético de Madrid». Ese saco era un peluche de Indi que llegó a mis manos con apenas días de vida. Desde entonces, mi padre no tuvo nada que hacer.
Los que somos del Atleti entendemos la vida de otra forma. Diría que nuestra pasión llega a ser enfermiza hasta el punto de, como bien refleja el spot, querer llegar los primeros sólo para plantarle al bebé la camiseta colchonera. No podemos evitar introducir esta pasión entre los nuestros y hacer del Atleti algo tan especial que sólo nosotros podemos entender.
Lejos de los trofeos y galardones, ser del Atleti es alegrarte como lo hace Simeone al ver cada año a “más chiquitos de rojiblanco”. También es ver cómo todo el Metropolitano se emociona cuando Fernando Torres le dedica su carrera futbolística a su abuelo, con el que fue a Neptuno a celebrar el doblete. Ser colchonero es volcarse con el ‘Mono’ cuando le diagnosticaron el cáncer o ver a toda una hinchada cantar a Luis Aragonés el día que el sabio decidió irse al cielo.
Todavía cruzo los dedos cuando el rival acecha la portería de Oblak, me entran los nervios si alguien se sienta en el sitio que siempre uso para los partidos y no miro la alineación antes de que empiece el encuentro para no ‘gafar’ la victoria de mi equipo. Ser del Atleti es ser raro y único, tengo unas manías que heredé de mi abuelo y estoy seguro que se las contagiaré a mis hijos. Bendita locura.