Torres para nosotros

El murmullo se hizo clamor. El estado de forma de Fernando Torres empieza a concitar unanimidades y el pueblo pide selección. No anda el aficionado desencaminado sopesando méritos y números, más allá de colores. El gol cien resultó tímido pero sus hermanos posteriores se suceden a chorros, con total descaro. No existe actualmente punta, autóctono o importado, que supere las prestaciones del de Fuenlabrada. El nueve de España, aunque duela, presenta un expediente incomparable justo ahora que se adivina en el horizonte la Eurocopa. Torres ha vuelto, principalmente porque nunca se marchó.

Expuesto lo anterior y estando de acuerdo con el fondo de la petición ciudadana, no deseo que el Señor Marqués se acuerde de él ni de pasada ni que le incluya en ninguna lista. No hay necesidad de que Fernando vuelva a someterse al escrutinio partidista que siempre le acompañó cuando vistió la Roja. Sentado pacientemente, el Niño ha visto desfilar ante su puerta los ataúdes deportivos de todos con los que le compararon para minusvalorarle: Negredo, Soldado, Portillo, Llorente… Cuestionarle se convirtió en el pasatiempo de las concentraciones. A la controversia respondía con el gol del primer título, a las dudas interesadas contraponía botas de oro, a los cerdos alimentaba con margaritas, así funciona esta enfermiza relación.

A estas alturas de su carrera al extenso curriculum de Torres solo le quedan espacios para gestas en rojiblanco. Totalmente cubiertos lucen los huecos a nivel de combinados nacionales. El plan se antojaría una estafa de antemano: quedarse sin vacaciones y poner su cabeza en la mirilla de los francotiradores de tinta. Añadirse a una convocatoria, para más inri, que despide olores de alimento caducado ¿Cuánto no le buscarían en la derrota cuando tanto lo hicieron en la victoria? Que lleguen de Turín o de la mediapunta los salvadores para certificar el previsible naufragio de un modelo prostituido por el noble técnico. No llamen a Fernando para asistir a la extremaunción con ánimo de señalarle.

Admito que mi deseo de que nadie en Las Rozas se acuerde de Torres guarda también un punto egoísta. Lo quiero todo para mí. Quiero, muchos queremos, seguir disfrutando en exclusiva de esas cabalgadas que nos quitan diez años de encima de un plumazo. Quiero, queremos, seguir sorprendiéndonos ante cómo se carga de electricidad el Calderón cuando él lo pisa. Quiero, queremos, verle caer y volver a levantarse más fuerte. Quiero, queremos, seguir sumando testarazos de manual y picadas copiadas de una noche vienesa. Quiero, queremos, asomarnos a su mirada y saber que volvió para lo que está por venir. Puestos a que convoquen a alguien de consenso, cojan el teléfono y llamen a Jesé, ese nini de lo balompédico. Déjennos a Torres para nosotros. A orillas del Manzanares se le valora y se sabe cómo tratarle. Quien quiera verle jugar que se pase por allí.

Autor: Emilio Muñoz

Atlético, luego indio y por último colchonero.

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