Escrito Por Marcos Martín on Oct 8, 2024 | 4 Comentarios

La imagen saltaba la noche del derbi en todos los medios y redes sociales lanzando una pregunta clara: ¿Quién acude con pasamontañas a un estadio de fútbol? No hubo necesidad de respuesta, ya que ellos mismos se encargaron de argumentar sobre el tema a lo largo de la posterior semana, aunque no de la forma que esperaban.

Jamás he escondido mi afición por el Atlético de Madrid. Tampoco mi condición de abonado ni el lugar que ocupo en el estadio. Esto ha hecho que, en más de una ocasión, haya tenido que dar explicaciones en mi círculo personal y laboral, que no se me hubiesen pedido de ser aficionado a un grupo de música o, simplemente, seguidor de otros deportes como el baloncesto o el tenis.

¿Qué lleva a una persona a cubrirse la cara en un estadio de fútbol? Se han preguntado estos días, en redacciones, estudios de radio y platós de televisión, distintos personajes que se ganan la vida opinando y debatiendo, y cuyas caras no cambian, se hable del tema del que se hable.

Se lo preguntaban y cuestionaban en programas matinales, mientras una doble pantalla solapaba una imagen congelada de la grada del Metropolitano junto con los rostros de los distintos contertulios que iban expresando su rechazo a que esos tipos, supongo que los de la imagen, puedan entrar en un estadio de fútbol. Todo ello con la guinda final que no era otra que un rectángulo en color llamativo y que subtitulaba la foto, añadiéndole apelativos tan cariñosos como delincuentes o violentos. Se lo preguntaban en cierta emisora de radio, al ver que un padre tapaba los rostros de sus hijas menores, que tenían la suerte o la desgracia de estar en primera fila cuando una manada de cámaras acudió al fondo sur del Metropolitano a grabar. Cierto periodista, conocido por haber humillado en riguroso directo a un mendigo, incluso soltó una bochornosa coletilla: «Aunque se tapen la cara, están grabadas y localizadas.» Unas niñas, en fin.

En la misma línea editorial, que parecía estar teledirigida desde un lugar concreto, estaban también los periódicos. Uno de ellos, días después, no dudo en grabar arbitrariamente a los miles de aficionados rojiblancos que se habían desplazado a Lisboa y que se encontraban cantando en actitud festiva en la plaza que el Club había designado como punto de reunión de la afición, ultra o no, a pesar de que ya se sabia que el Frente Atlético se encontraba retenido a varios kilómetros de ese lugar. En la descripción de dicho vídeo en redes sociales aparecían palabras como «mecherazo» o «Frente Atlético.»

Imagine que usted es seguidor de un equipo y quiere acompañarlo en un viaje europeo entre diario. Gestiona vuelos, hoteles y pide días en el trabajo. A su llegada, uno de sus superiores, al que no le gusta el fútbol y que rara vez ha acudido a un estadio, le llama para una reunión. En la pantalla de su ordenador está su cara, en una plaza cualquiera de Europa, sobre un texto que lo define como radical, violento o delincuente. Al lado, varios artículos que describen el Metropolitano como un lugar hostil, al que es mejor no llevar a tus hijos. Lo mismo puede pasar si, por suerte o por desgracia, usted está una fila más abajo o más arriba el día en el que casualmente hay incidentes en un partido que su Club juega como local y una cámara lo graba. ¿Qué lleva a una persona a cubrirse la cara en un estadio de fútbol? Se siguen preguntando esos mismos medios.

No entraremos a debatir aquí el tema sanciones, porque tendríamos para varios capítulos. Empezando por una Ley del Deporte que va en contra del principio de igualdad de todos los españoles y que, de primeras, sanciona o premia con una palmadita en la espalda el consumo de alcohol en un estadio, dependiendo de la localidad que se ocupe o cuanto pueda un aficionado pagar por ella. No entraremos a comentar como en un país que pretende ser serio, unos insultos a un futbolista son castigados con penas de un año de prisión mientras que degollar a un recién nacido conlleva una asistencia obligatoria al psicólogo, sin mención alguna a cárcel. No entraremos, porque no acabaríamos nunca, pero razones para hablar tenemos.

Resulta bastante curioso que el hecho de insultar a una persona no tenga el mismo peso si se hace cerca de un estadio, ya no hace falta ni entrar, que en, por ejemplo, un atasco. Realmente resulta curioso como los medios tienen especial cuidado a la hora de difundir imágenes de presuntos violadores o pederastas, pixelando sus rostros, mientras que con el aficionado al fútbol hay barra libre. Sea presunto, implicado o inocente ¿por qué hay gente que se tapa la cara en un estadio de fútbol? Y todavía se lo preguntarán.