Son los detalles

A veces nos dejamos confundir por jugadores que ven puerta con facilidad o reparten regates con soltura, creyendo que eso es lo que nos seduce. Pero lo que nos atrapa de los futbolistas casi siempre son otras cosas: son los detalles. No te enamoras de la mujer más guapa, lo haces de la que sientes especial. Por el brillo de sus ojos al sonreír, por el mechón que resbala a sus mejillas o el modo de poner azúcar en el café, son esos detalles los que te conquistan por encima de lo evidente.

Marcos Llorente llegó al Atleti arrastrando pasado madridista y pedigrí vikingo, como el que se presenta al matrimonio con los escombros de un divorcio y una custodia compartida de remolque. Pero tanto en el cine como en el fútbol los malvados arrepentidos siempre han funcionado. Cuando su carrera cotizaba a la baja le bastaron dos chispazos en Anfield y un pasado dudoso para ensamblarse en el Atlético. Porque, logrado eso, ya habría tiempo de que sacase su fútbol.

Los caminos de Rodrigo y Morata  han sido paralelos. Ambos necesitaron regresar al Atleti para comprender que no estaban en su sitio. El mediocentro es un jugador de talento, pero con fachada de buen estudiante y de pasar a limpio hasta las instrucciones del míster. El delantero es un notable goleador, pero con aspecto de haber necesitado un máster en Harvard para que le enseñasen a tener malas formas. En un club como el Atlético, ninguno de los dos podrá competir nunca con un futbolista como Luis Suárez, que presenta junto a su currículum y su palmarés, cicatrices y la sentencia de libertad condicional. Simplemente, porque en el Atleti siempre preferimos a esa mujer que te complica la vida, el corazón y la cuenta corriente, antes que una de esas esposas aplicadas, preocupadas por hacerte la cama y plancharte hasta los sueños.

Angelito Correa luce el diez, sonrisa noble y una costura que le cruza el pecho de arriba abajo. Cada recorte suyo te salpica de travesuras, calles y problemas. Lo comparas con alguno de esos mediapuntas habilidosos con buena prensa, esos jugadores etéreos que parecen no rebajarse a sudar ni mancharse, y no tardas en comprender que juegan en otra Liga diferente. Si los mides por lo importante, que nunca es el fútbol, es difícil rivalizar con el argentino.

Koke no encaja en el perfil de pandillero ni en el de villano reconvertido, pero qué más da eso cuando hablamos de puro ADN rojiblanco. Cuando un jugador se besa el escudo de la camiseta suele aparentar una declaración de amor a granel. En cambio, el gesto de Koke en el Bernabéu extendiendo la bandera del Atleti en el centro del campo y besándola, nos arañó el corazón a todos. En la cantera desde niño, camino de batir todos los registros de partidos jugados y con el brazalete soldado al brazo, el capitán ha alcanzado un punto en el que siempre recordaremos esos detalles. Y que, además, jugaba al fútbol.

Todavía no está claro que rol tendrá Joao Félix. Tiene fútbol a cántaros en sus botas y una edad en la que le quedan muchos errores por estrenar. El don de los elegidos para cautivarnos y hacer con un balón lo que a algunos les costaría incluso con la imaginación. Alguno soñará con que logre la Champions y un Balón de Oro para que le encandile. Mientras, a otros nos bastarán tres expulsiones y un par de detenciones para conquistarnos.

Ilustración: https://www.instagram.com/ipm.gfx/

Autor: Pike Bishop

50% de Bishop and Gittes. La mitad legal, concretamente. En esta vida de lo que realmente sé es de bares y del Atleti. Del resto, un mero aficionado.

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