La teoría de la relatividad de Einstein terminó de culminar un par de grandes hallazgos de la física que ya apuntaban por dónde iban los tiros. Uno, que la energía se desplaza a una velocidad finita y limitada (un poco menos de 300 millones de metros por segundo). Dos, que cualquier miembro de un sistema, incluso el propio observador, afecta al propio sistema. Es decir, si todos los elementos del espacio interactúan entre sí pero la energía se transmite a una velocidad finita, puede ser que, dependiendo del lugar en el que se encuentre, un elemento sentirá mañana algo que para otro ya ha ocurrido. Que uno ve lo que el otro todavía no puede ver. Los físicos dejaron de hablar entonces de ¿dónde está? para pasar a hablar de ¿cuando está? La humanidad empezó a entender con fórmulas matemáticas la relatividad de la naturaleza y cómo todo depende, fundamentalmente, del punto de vista. Del sistema de referencia.
Para mí, el derbi contra el Madrid fue un emocionante partido de fútbol. Una batalla deportiva cargada de matices que, en la cabeza de tipos como yo, colchoneros, se transformó en una preciosa metáfora de la vida que deseamos. Esa en la que gana el que más pelea y no el que, lógicamente, tiene que ganar. Esa en la que gana un equipo en el que sus jugadores olvidan sus egos para sumar como grupo y no un conjunto de jugadores maravillosos (y carísimos) que tienen la individualidad como credo. El equipo de Simeone salió con un plan en la cabeza y lo ejecutó a la perfección. Adelantando la presión, derrochando poderío físico (a pesar de tenerlo mermado por el “genial” calendario de ese demócrata llamado Tebas), cerrando tácticamente el espacio de su rival y teniendo la solvencia de combinar rápido en la salida del juego para morder cuando la presa se ponía a tiro. El rival apareció derrotado y roto antes de tiempo, amplificando su desconcierto gracias al buen hacer del equipo rojiblanco y no a ninguna conspiración maquiavélica ni a la renuncia de nadie. Simplemente no pudieron. Algo que pasa a veces porque esto es fútbol y en el fútbol, como en la vida, se gana y se pierde.
Para mí, el derbi lo gana el Atlético de Madrid, no lo pierde el conjunto blanco pero lamentablemente es prácticamente imposible encontrar una lectura similar en radios, prensa escrita o televisión. Ni enunciadas por rapsodas autocalificados de expertos ni por gañanes de tertulias cazalleras. A excepción de algún pequeño artículo de opinión marginal y muy localizado, ni en medios deportivos ni en medios generalistas verán un sólo análisis del partido que no gire exclusivamente en torno al Real Madrid y si me apuran, que no ignore la realidad, la esencia y hasta el mérito del equipo que ha vencido. Desde el repugnante titular de la web de MARCA al acabar el partido (“El Madrid dimite de la liga”), pasando por comentarios como el de Trecet en twitter que se quejaba (como no) del juego del Atleti (que es como quejarse de que la novia de tu amigo va sin maquillar) hasta cualquiera de las miles de hora de “información” dedicadas a interpretar, por encima de cualquier otra cosa, las palabras de un señor portugués que tiene un alto grado de estima por sí mismo.
Si alguien piensa que yo tengo una visión infalible de lo que ocurrió en el derbi (no creo que sea el caso) está muy equivocado. Nadie la tiene. Ni siquiera los eruditos con micrófono, pluma o cámara. Ellos creen que sí, porque viven en una Torre de Marfil en la que nadie puede responderles y porque tienen la posibilidad de chillar más y que se les escuche, pero su opinión no es más que la de usted. Creanme. Personalmente aspiro a que la mía sea creíble, honesta, sensata y lo más razonada que pueda pero mi punto de vista, mi sistema de referencia, es el que es y creo que lo mejor, lo más honesto y lo menos subjetivo es reconocerlo y no negarlo.
La mejor forma para entender el universo es asimilar la relatividad del mismo, tolerar su complejidad, respetar su diversidad y tratar de conectar todos sus sistemas de referencia empleando la lógica. Es decir, exactamente todo lo contrario que ocurre en la realidad que nos presentan los medios de comunicación profesionales en los que todo (y cuando digo todo es todo) se reduce a un sistema bidimensional zafio, mentiroso, condescendiente, previsible, repetitivo e hipócrita. Un sistema por y para dos que, en el fondo, son lo mismo y que por lo tanto gira en torno a un único eje.
Los partidos contra el Real Madrid o el Barcelona se han transformado en un insoportable ejercicio de pereza para cualquiera que no tenga nada que ver con Real Madrid o Barcelona. Un periodo incómodo y pesado en el que lo más sano e higiénico, sea cual sea el resultado, es huir de la realidad televisada, radiada o publicada. Lamentablemente, como decía Thornton Wilder, es difícil dejar de convertirse en la persona que los demás creen que uno es.
1 marzo, 2016
Jajaa…buenísimo