Dijo Miguel de Cervantes por boca de su carismático Don Quijote de La Mancha que el don más valioso que puede concederse a un hombre es la libertad. Paradójicamente, en pleno siglo XXI, nos enmendamos en pedir salud, riqueza y amor cuando, sin libertad, complicado es disfrutar de las otras tres. Por eso, quienes abogan por la libertad como principal bien intangible suelen ser quienes carecen de la misma. En España el proceso de transformación de los clubes de fútbol en sociedades económicas, allá por los 90, privó de libertad a casi todos ellos. Aquella mentirosa Ley del Deporte, llena de trampas en cada esquina, sería el principio del fin para muchos históricos que quedaron a merced de los tiburones del mercado. Y la escapatoria de otros cuatro que, treinta años después, aún son los únicos que viven sin vasallajes: Real Madrid, Barcelona, Athletic de Bilbao y Osasuna.
Esa libertad es lo que diferencia a un club de fútbol de una empresa con futbolistas, que puede parecer lo mismo pero no lo es. Porque si el Atleti fuese un equipo y no una organización con ánimo de lucro, podría elegir su propia suerte. Y desarrollar un proyecto deportivo donde el balón estuviese en el centro de las necesidades. Fichar un 5 y un 9, esas cosas. Pero los hinchas colchoneros están condenados a no ser felices dos días seguidos. Volver al escudo y reforzar el equipo como merecía era demasiado alpiste para un mismo verano.
Porque si el Atleti fuese un equipo de fútbol, Falcao habría sido un nueve legendario y no un rehén del sistema. Tampoco habría sido necesario condonar los pecados a Griezmann, porque jamás se hubiese marchado. Y nuestro centro del campo podría lucir con Thomas y Rodri. Habríamos formado un equipo para aspirar a todo y competir sin esperar al fallo de nadie, con todas las parcelas del campo bien cubiertas. Pero los comerciantes tienen otras prioridades, como la de rebajar claúsulas para exhibir en el mercado a nuestras mejores piezas.
Es agotador vivir en este constante Show de Truman, donde sabes lo que te espera cada día y al final es todo una estafa. Tu vida entera depende de un tipo escondido ahí arriba, que juega con tus emociones, tu tiempo y tu dinero. Y para el que los futbolistas a los que amas solo son productos mercantiles que suben y bajan de cotización igual que los valores de la bolsa. Menos mal que, a pesar de la condena perpetua, el Cholo nos mantiene fuertes y con ambición para pelear contra todo y contra todos. Lo cierto es que duele preguntarse con qué podría soñar el Atleti si realmente fuese un equipo de fútbol.