¿Sabe Griezmann en qué semana estamos?

Desde que César reprobó a Pompeya con aquello de que la mujer del César no sólo ha de ser honesta sino también parecerlo, esa frase ha llegado cargada de significado hasta nuestros días, especialmente ahora, en el fútbol, un mundo que avanza desgarrado por una contradicción tremenda: de un lado, la pasión de sus aficionados, que se aferran a una herencia histórica, a un amor reposado a lo largo de los años por profesionales que compartían devoción por sus colores. Del otro, una mercantilización extrema, un capitalismo desaforado al amparo de los miles de millones de euros que mueve el negocio que provoca que, quienes deberían sustentar aquel amor, no solo lo obvian, sino que a veces llegan a despreciarlo.

Así, grandes jugadores, como Agüero, se marcharon del Atleti despreciados, y otros tuvieron una dura existencia incluso durante su estancia. Al jugador lo sostiene su juego, sus resultados, tal vez ese sea su principal asidero, pero en un club tan especial como el Atlético, donde sus aficionados se jactan tanto de sus valores, a un jugador también lo sostienen otras cosas. Lo sostiene el respeto, la lealtad, no les digo el amor.

Por eso, Griezmann, adorado por su extraordinaria calidad futbolística en el césped, tal vez haya cometido, esté cometiendo un gravísimo error. Pensar que aquéllas están por encima de todo. Griezmann debe saber que eso no es así. Tal vez esa suficiencia le sirva en otras partes, pero no aquí. El francés, que se ganó en el césped la admiración de la parroquia colchonera, anda desperdiciándola con un vodevil que arrancó en verano y que no parece haber escrito nunca el último capítulo en lo que respecta a mostrarse ante los que ahora le pagan con continuos ninguneos velados. De nada sirve quedarte cuando todos te lo piden para estar mirando hacia otro lado. El Atlético no perdona la indiferencia, no transige con la duda.

Ahora que a Griezmann no le salen las cosas en el césped, era muy fácil haberse encontrado arropado por su gente, estar protegido, no sentirse solo. Era tan sencillo como ser honesto, y también parecerlo. Parar el vodevil, propio y ajeno, ser contundente. El Atleti se juega la vida en el derbi, como cada vez, y no necesita estúpidos juegos de niños malcriados, sino más bien hombres que sepan a ciencia cierta lo que eso representa. Alguien tiene que hacer entender a Griezmann eso y él tiene que recuperar su humildad, olvidarse del ruido, empezar a recordar aquello de que no existe nada más allá del próximo partido. Entregar la vida a los suyos, como los suyos se la entregarían. Es una buena semana para volver a empezar.

La decisión es suya, pequeño príncipe.

 

Foto: clubatleticodemadrid.com

 

 

 

Autor: José Luis Pineda

Colchonero. Finitista. Torrista. Nanaísta. Lector. Escribidor a ratos. Vivo en rojiblanco.

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1 Comentario

  1. No hay nada que hacer con Griesmanm. Está de paso, y cuando puede, no pierde la oportunidad de joder a los atléticos con comentarios de querer irse.
    Aún no ha ganado nada, y se le ha doblado la ficha, dejando de lado a canteranos que qioeren al club por encima del dinero. Si yo fuese el Cholo, no lo pondría a jugar y trataría de traspasarlo en enero. el orgullo y cariño junto con el respeto, debe de estar por encima del dinero y títulos.
    ¡Qué le den por culo al franceés!

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