Podría sentarme a escribir y piropear a Riquelme hasta quedarme sin pelo, pero posiblemente no aportaría nada que no piense ya cualquier hincha colchonero. Todos andamos enamorados del chaval. Es muy bueno, muy del Atleti y muy necesario para un club empeñado en recuperar identidad. Roro ha llegado en el momento más adecuado, con el equipo engrasado y una vacante abierta en su banda.
Lo habitual en un canterano que debuta en el primer equipo es andar un poco nervioso al principio, asegurar el pase, no cometer errores e incluso pasar desapercibido. Y el resultado, a ojos de nuestra impaciencia, suele ser un estreno algo decepcionante. Ya ocurrió con Barrios, impreciso sus primeras veces y ahora suelto como pez en el mar. Sin embargo a Riquelme el balón le brilla desde el primer día. Está jugando con el aplomo que lo hacía en el Girona, y la verdad, es lo mejor que puede hacer, despreocuparse de la camiseta y del estadio que le mira.
Como de fútbol sé lo justito y solo voy a decir obviedades, me centraré en lo que veo interesante y poco tiene que ver con la pelota. Hablo de esa otra faceta del futbolista cada vez más definitiva en estos tiempos de exposición social constante y talentos desperdiciados por malas decisiones. Sonaré más rancio que un disco de José Manuel Soto, pero a mi que un chico exitoso, joven y guapo no lleve los brazos tatuados ya me tiene ganado. Primero porque demuestra estar centrado en lo que tiene que estar y no en venderse como un producto de marketing, y segundo porque evidencia personalidad. Ni siquiera se hace idioteces en el pelo como estaríamos haciendo todos a su edad.
Roro celebra los goles con discreción y sin aspavientos, no busca la cámara. Tampoco señala su dorsal para marcar territorio. Es más listo que todo eso. Está eligiendo el método de Ángel Correa, el más inteligente para triunfar con el Cholo. Juega cuando y donde le mandan, calienta banquillo sin mala cara y aprovecha con solvencia los minutos que le dan.
Así es el chico nuevo de la oficina; aplicado, silencioso y comprometido. Tanto que si le exigen hacer tareas que no estaban en el plan, las asume y se cuelga galones. Ya ha demostrado que no le importa defender cuando toca, que sabe sacar la pelota triangulando desde atrás y cumple con esa función de carrilero a día de hoy indispensable en el esquema del equipo. Una joyita que ha llegado al lugar adecuado en el momento preciso.
4 noviembre, 2023
Bien por Riquelme y por todos los que no se ponen tatuajes repugnantes. Si se quieren afear, que se los pongan donde se los tape la camiseta que portan.