Reconciliación rojiblanca

Dicen que hasta en los más perfectos matrimonios hay disputas. Que ni siquiera los corazones más enamorados se libran del enfado, las malas caras y los reproches. El Atlético de Madrid no empezó la temporada como imaginábamos. No, no hablo de resultados. El Club llevaba años dejándose llevar por las olas de la modernidad hacia rumbos opuestamente alejados del romanticismo, pero esta temporada la propia plantilla, y hasta el mismísimo Simeone, se habían transformado en algo que no lográbamos identificar.

Ni el juego, ni los futbolistas, ni los discursos del entrenador calaban ya en una masa social que vaticinaba el inicio de una guerra civil en el seno de la grada colchonera. Todo era raro y nada alentador.

Después del partido en el Pizjuan me fui a la cama con una sonrisa. Nada tuvo que ver el resultado, que pudo haber sido más abultado de haber tenido más acierto de cara a puerta, ante un paupérrimo Sevilla que se vio superado en todas las fases del juego. El sábado volví a sentir esperanza y a pensar en una posible reconciliación. 

El día estaba marcado como histórico en el calendario: Koke se iba a convertir en el jugador con más partidos disputados en la historia del Club. El vallecano, ninguneado por la prensa mainstream de este país e infravalorado por una buena parte de su hinchada, sigue rompiendo y fijando marcas que, me atrevo a decir, muchos no veremos volver a batirse. Era imposible no dibujar una sonrisa al ver el once: 4-4-2 según las redes sociales del Club. Cuatro centrocampistas puros, con Koke liberado de tareas defensivas y Witsel por fin en su posición. 

Una alineación más cercana a eso que en su momento se conocía por Cholismo y que tanto nos enamoró.

El partido fue una oda a ese discurso. El grupo de jugadores que antes se evaporaba y parecía no tener plan, ahora era un equipo con mayúsculas que presionaba junto y jugaba con mucho criterio e idea. Se empezaba a volver a vislumbrar aquel camino que, quien sabe porqué, se abandonó hace un tiempo.

La sorpresa final llegó con el sonido del silbato. La plantilla se agrupaba para darle a su capitán un homenaje en forma de pasillo. Uno sincero, espontáneo y, sobre todo, merecido. Todo se quedaba corto, Koke era historia. Como aficionado solo siento orgullo y doy gracias por estar viviendo tantos momentos que en mi infancia jamás habría soñado vivir. A partir de ahora, cada vez que nuestro capitán salte al terreno de juego estará agrandando aún más su leyenda en este Club. Muchos no se hacen a la idea de lo que este hecho significa y creo que para cuando sean conscientes de ello será tarde y no habrán disfrutado nada.

He perdido la cuenta de las veces que he dicho que era el último día que seguía al Atlético de Madrid. Ya no se ni cuántas decepciones me he llevado, las que menos han sido deportivas, y aún así aquí seguimos. Porque, por mucho que pase, el amor de tu vida lo es para siempre.

Autor: Marcos Martín

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