Hace siete años que el Atlético de Madrid, aprovechando un acto en el que anunciaba el nombre de su futuro estadio, informaba del nuevo diseño de su emblema mas característico. Una decisión argumentaba en su totalidad desde prismas mercantilistas y que tenía como objetivo la publicidad y el crecimiento de un negocio al que muchos otros seguian llamando Club.
Desde ese primer instante no fueron pocos los que no bajaron los brazos y se pusieron manos a la obra para demostrar que aquella decisión, tomada desde despachos y refrendada por balances y gráficos, era errónea. Nombres propios, gente con la que probablemente te hayas cruzado, en el Metropolitano o en algún desplazamiento, tomando una cerveza en alguna previa o en cualquier acto que la masa social rojiblanca haya celebrado. Gente anónima. Los que pueden y no quieren figurar, que diría Salva Dávila.
Siete años después, gracias al camino que abrieron unos locos que se negaron a dar su brazo a torcer y arrodillarse al fútbol moderno, y gracias a la posición firme a la hora de no consumir ningún producto que portase el logo de gran parte de la masa social, hoy hay una bandera con el legítimo escudo del Atlético de Madrid colgada del mástil del Metropolitano.
Llegando el final del curso escolar, muchos serán los niños que probablemente acudan a las aulas con camisetas blancas, celebrando un título de Liga o quien sabe si una nueva Copa de Europa. Otro de esos trofeos que habrán visto levantar, sentados delante del televisor, a unos futbolistas millonarios. Otros, vistiendo rayas rojas y blancas, celebrarán haber contribuido en la lucha por mantener su esencia y raíces, votando y peleando por su emblema. En este lado de la historia comprendimos hace mucho que la vida no va de victorias o derrotas si no de identidad y pertenencia.
30 mayo, 2024
Sino, conjunción adversativa, todo junto. La condicional, más el adverbio de negación, sí que van separadas «si no puedes soportarlo, que el Atleti campeone tan poco comparado con el merengue, no seas del Atleti »
Futbolistas millonarios son todos los profesionales que juegan en España. Querer afear esa faceta a los del vecino solamente, opino que no es muy acertado.
Hablando de millonarios, y del equipo con tropecientas copas de europa, hubo una final a primeros de este milenio entre los millonarios, por seguir el hilo, de la criminal farmacéutica Bayer y los millonarios de la constructora ACS, que ganaron los de siempre, claro está, pero que menciono para comparar el dispar seguimiento que en los medios deportivos digitales se ha prestado al segador Alonso, actual entrenador del equipo de la criminal farmacéutica, valga la redundancia, en la final de la Europa League, que perdió, y a Mendilíbar, que también llevó a su equipo griego a la final de la penúltima competición europea inventada, y la ganó. La próxima será entre los mejores octavos a décimos de cada liga en año impar. Por cierto, me alegro por Mendilíbar, un tipo sensato que no hace ni dice las gilipolleces de tantos colegas de profesión. Y acabo con el Olimpyakos y sus rayas rojiblancas,que siempre me causan simpatía, y contra el que recuerdo una eliminatoria europea en el Calderón, en la que Manolo Delgado metió una vaselina antológica, un gol de esos que en el campo parecen detener el tiempo y estirarlo de forma irreal, haciendo que acabes de gritarlo antes de que la bola termine en la portería rival. Grande Manolo, pichichi con Ivic, 27 goles o así.