Muchos, yo entre ellos, no queríamos a Morata, no por su pasado, sino por sus desplantes al Atleti, sus símbolos y su afición; no se trataba de que hubiese jugado en el Madrid, sino de que se había mofado de los atléticos en momentos duros.
El Cholo, como profesional del fútbol, vive al margen de cualquier sentimentalismo si los objetivos están por medio, para los profesionales, el fin justifica los medios, y cada vez para más aficionados también.
El caso es que Morata no traía buenos números de Inglaterra, pero estaba claro que es un futbolista que se adapta al sistema de juego de Simeone: rápido, va bien al espacio, la aguanta de espaldas y buen rematador de cabeza.
Desde su llegada y con la vuelta de Koke al once, el equipo ha cambiado totalmente la imagen y ha recuperado una de sus armas más peligrosas, el balón parado. Estamos en el tramo decisivo de la temporada y las sensaciones son inmejorables.
Morata llegó con la afición dividida y ahora mismo es casi unánime con él, su actitud, el trabajo, sus declaraciones bastante alejadas del tribunerismo y su acierto cara a puerta, están convenciendo a propios y extraños, porque con su manera de actuar está demostrando un auténtico manual de callar bocas.
Foto: Rubén de la Fuente