La Champions nos está haciendo la vida imposible y no lo podemos negar. Nos pateó la cara en Lisboa y Milán, el año del Qarabag se pasó con la broma y ahora, que el equipo va como un Ferrari, parece ser ese intruso que se cuela en el coche para echar el freno de mano. Un Atleti sin suerte, sin gol… pero muy vivo.
En el riguroso análisis de los partidos de la fase de grupos, el Atlético de Madrid ha cumplido sobradamente con las expectativas de juego. Incluso en el Allianz Arena, donde se criticó la goleada a un equipo que ya empezaba a dar brotes de algo grande en liga. La defensa crece cada día más, el centro del campo conecta jugadas rápidas para atacar, hay verticalidad en el sistema pero, cuando llegamos al área, nos cuesta meter el gol.
El empate a cero contra el Lokomotiv o el pasado a uno ante el Bayern dan evidencia de la importancia que tiene Luis Suárez en el equipo. En ambos encuentros los rojiblancos fueron mejores que el rival, diría que bastante superiores en ciertos tramos del partido y, sin embargo, no hubo un especialista que transformara esas peligrosas ocasiones.
La Champions se complica… pero no tanto. El Atlético de Madrid está mostrando una de las versiones más fiables de los últimos años, recordando a ese equipo que ilusionaba en 2014. Los rojiblancos van a Austria a jugarse la vida, aunque sabiendo que sólo necesitan un punto para para estar en el bombo de Octavos.
Sin embargo, el que tiene la obligación de arriesgar, de ir hacia delante, de no encerrarse y, en definitiva, de mostrar sus cartas es el Salzburgo. Un dato que le viene a las mil maravillas a Simeone: el rival no se encierra, dejará huecos y podrá formar contras efectivas con Carrasco, Joao y Suárez.
Cuando todas las noticias van en contra del Atlético de Madrid, hay que pararse a analizar seriamente la situación. El míster lo hace día a día, por eso le va tan bien en lo suyo. Sabe que es una final el siguiente partido europeo, pero también es consciente que la valentía se suele pagar caro si no se concreta. No oigan el ruido y céntrense en la realidad: solo necesitamos un punto.
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