Las mentiras, al igual que Romario o Agüero, tienen las patas muy cortas. Bastó acercar un micrófono a un Diego Costa recién aterrizado en la concentración de la selección para que el castillo de falsedades tejido cuidadosamente a lo largo del verano se derrumbara con un soplido. Quizá nadie contó con que las palabras del de Lagarto se desbocarían como sus carreras hacia el área contraria. Diego se explicó con claridad y reconoció que quiso volver, pero que no hubo manera. De un plumazo se desvanecía la tinta vertida interesadamente durante el periodo estival. Si Costa no volvió a recalar en el Atleti no fue por él. Por Simeone tampoco.
El hispano-brasileño era el elegido. El deseado. La petición expresa. La guinda para coronar un pastel con el que ahuyentar las dudas que pudieran albergar afición, técnico y compañeros. Con Diego, el equipo recuperaría un nueve de garantías y ese estilo algo pendenciero que se nos ajustaba como un guante. Un delantero letal con el que pasear por Europa, la gran asignatura pendiente, sin complejos. Aún antes de anunciar en caliente que quería reflexionar, Cholo pensaba en Costa y nunca tuvo ojos para ningún ariete más. Las cosas del amor, que a veces se explican desde un despecho anterior, como en este caso.
Una vez confirmado por el del Chelsea que su no fichaje no fue una cuestión de voluntades, como se había asegurado, solo queda pensar que fue el vil metal el que truncó la incorporación del atacante. No queda otra que exigir a los gestores atléticos explicaciones sobre la operación. Si el jugador quería y el banquillo otorgaba, ¿dónde radicó el problema? ¿tan seca andaba la caja para acometer su fichaje a pesar de las ventas, las cesiones y los premios recibidos en las competiciones de años anteriores? Ni ese ápice de utilidad vamos a poder arrancarle a Jackson Martínez. Ruego que nadie saque la calculadora, sabido es que la contabilidad atlética es una especie de agujero negro interplanetario en el que dos y dos no siempre suman cuatro.
Tal vez lo más grave de las declaraciones de Diego Costa no sea imaginar lo que pudo haber sido y no fue o constatar que las peticiones del técnico caen en un saco agujereado por la dirección. Lo peor habrá sido descubrir que el mantra que lleva lustros acompañando las ventas injustificadas y las bajadas de cláusula a la altura de los tobillos pierde vigencia. Es de esperar que nuestro rumboso presidente no vuelva a asegurar que los jugadores juegan donde quieren, no vayan a recordarle en el futuro este pequeño episodio canicular. Aunque llegados a tal nivel de descaro, lo mismo nos desayunamos pasado mañana con una variante de la consigna: los jugadores juegan donde quieren, pero menos. Todo en Cerezo es imprevisible, menos su peinado.
Foto: depor.com
3 septiembre, 2016
Diego Costa, el azote merengue y quebradero de cabeza de Pérez, no sorprende que se le haya vilipendiado en la prensa propagandística.
Por otra parte, me limito a transcribir lo que en su día me dijo un famoso ex-técnico del equipo, refiriéndose a los de arriba: » me han jodido el equipo».
3 septiembre, 2016
Bueno, D Emilio, yo de los apropiadores de nuestro club, estoy harto de desproticar. Aunque sea muy duro, tengo la esperanza de que algún día se mueran, y los que cojan su herencia sean más honrados.