Los derbis del Calderón

Recuerdo mi primer derbi en el Calderón. Ganamos 3-1 con goles de José Mari, Juninho y Lardín. Era una tarde soleada de 1999 y por entonces mi vida giraba en torno a la pelota. Como la de cualquier niño de 13 años, supongo. Aquella semana no era como las demás. El lunes ya ibas a la escuela con ese gusanillo, a sabiendas de que el fin de semana llegaba el partido más esperado del año. Le pedías cien pesetas a tu padre para comprar el periódico y leer cada línea de lo que se escribía sobre el gran derbi. No importaba todo lo que ocurriese en esos días, si suspendías un examen, si discutías con tu mejor amigo, si perdías los cromos que llevabas en la mochila. Daba todo igual, porque tus emociones y sentimientos se mantenían vigilantes ante aquellos noventa minutos.

Por aquel entonces el Vicente Calderón lucía unas cenefas rojas y blancas en la fachada, que poco después mutarían en aquellos azulejos acristalados donde se podía ver el reflejo de la muchedumbre agolpada en el Paseo de los Melancólicos. El metro de Pirámides colapsaba desde horas antes, y de camino al estadio los ojos se te disparaban hacia esos quioscos ambulantes atiborrados de banderas, camisetas y bufandas del Atleti. Quienes entraban antes al estadio podían asomarse a los vomitorios exteriores del fondo sur y disfrutar de los cánticos que ya caldeaban el ambiente junto al callejón. Se te ponían los pelos de punta. Y soñabas con ser tú el que algún día sacudiese esas gigantescas banderas de lado a lado.

Odiaba el olor a tabaco. En cambio, casi podría decir que disfrutaba con el intenso aroma de esos hábanos interminables que fumaban los señores mayores.Porque aquel olor estaba solo allí, en el Vicente Calderón, en ningún otro lugar. Igual que los claveles que cada domingo Margarita dejaba junto al banderín de corner en homenaje a Milinko Pantic. Yque los anuncios por megafonía de Feymaco y Samayco.

img 0666 Los derbis del Calderón

Aquellos derbis se sucedían como una condena que jamás terminaba. Un infortunio tras otro que siempre nos conducía al mismo final. Comenzaban los años del plomo y quien más quien menos ya atisbaba lo que se venía. Pero la inocencia de un niño es tan poderosa que, a pesar de la angustia cuando el balón echaba a rodar, la semana de derbi se convertía en la más emocionante y esperada del año. Y la noche anterior te costaba dormir, repasando una y otra vez en tu imaginario lo que podía suceder al día siguiente.

De aquellos derbis apenas quedan solo los recuerdos. Porque la ilusión y el entusiasmo hace mucho tiempo que se esfumaron. Ahora la semana de derbi no se disfruta, agota la cabeza. Apagas la radio y evitas leer. Da pereza. Es paradójico, porque ahora más que nunca podemos mirar a la cara a cualquier equipo. Incluso al Real Madrid. Pero todo ha cambiado para mal, en el fútbol y seguramente en nuestras propias vidas. Y vas al estadio más preocupado del árbitro de turno que de los delanteros rivales. Por desgracia, ya no somos niñosni llevamos cromos en la mochila.

Autor: Dani Sanabria

Periodista de Mundo Deportivo. Social Media Manager. Especialista en running y trail running.

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