«El Atlético es escoria. Seleccionó a un equipo específico para destruirnos, asesinos que no iban a disputar la vuelta en España«. Estas son las palabras de Billy McNeill, uno de los jugadores más importantes del Celtic de Glasgow en la década de los 70 y que estuvo presente en la tan conocida “Batalla de Glasgow”. Pero, ¿qué pasó realmente para que se produjeran estas declaraciones?
Para recordar este partido histórico tenemos que remontarnos a 1974, donde una de las mejores plantillas que ha tenido el Atlético de Madrid en su historia visitaba al que fue el campeón de Europa en 1967, el Celtic de Glasgow. El equipo dirigido en aquel entonces por Juan Carlos Lorenzo formó una plantilla compuesta por leyendas del club, entre los que se encontraban Luis Aragonés, Irueta o Gárate, entre otros. Aunque el “sabio de Hortaleza” no pudo estar presente en la expedición a tierras escocesas, Panadero Díaz, Ovejero y Heredia se encargarían de ser los protagonistas del encuentro.
Un partido que empezó desde los medios de comunicación escoceses, quienes se encargaron de cultivar y alimentar el odio hacia los rojiblancos, centrándose en los dos argentinos ya mencionados, Panadero y Ovejero. El primero, curiosamente, ya sabía lo que era ganar al Celtic, pues consiguió derrotarlos con el Racing de Avellaneda en la Copa Intercontinental del 67. Y es aquí donde comenzaría uno de los enfrentamientos más recordados de esta “batalla”, la de Panadero Díaz con Johnstone, los cuales se volverían a ver las caras una vez más.
De esta manera, con un público tóxica y bélicamente alimentado por parte de la prensa nacional, haciendo que el estadio fuera una olla a presión a punto de estallar, y con uno de los mejores equipos de Europa enfrente, el Atlético de Madrid sabía que tenía que sacar el mejor resultado posible de Celtic Park, fuera como fuese. Es por ello por lo que Juan Carlos Lorenzo decidió sacar un once de “pura cepa”, alineando a Reina, Melo, Panadero Díaz, Benegas, Ovejero, Eusebio, Heredia, Adelardo, Gárate, Irueta y Ayala.
Jugadores duros, que pudieran sostener y aguantar una noche que se preveía dura, violenta, física. Y así lo fue, pues el juego y la intensidad de ambos equipos estuvieron marcadas por las entradas tan agresivas que se realizaban unos a otros. Patadas de todos los colores y de todas las formas, por delante, por detrás, en las piernas, en los tobillos e incluso en las costillas. Acciones que, a pesar de ser el juego duro característico de la época, el colegiado, Babacan, no tardaría en amonestar a los futbolistas.
Como he mencionado con anterioridad, Panadero Díaz y Johnstone gozarían de un segundo baile aquella noche, aunque el jugador escocés pasó más tiempo en el suelo que en pie. Y es que era una de las estrellas de ese Celtic. Adelardo dijo que “era dificilísimo de parar por lo legal porque era muy pequeñito y te salía por los dos lados. Era imparable”, por lo que las entradas era la única forma de detener los ataques continuos del “pelirrojo escocés”.
Las entradas fueron sucediéndose una tras otras, por ambas partes, claro está, aunque suelen quedar en el recuerdo las 51 faltas que realizó el Atlético de Madrid. Tantas entradas que acabaron pasando factura, pues Panadero Díaz, Ayala y Quique acabarían siendo expulsados y dejando al equipo con 8 jugadores, resistiendo la ofensiva del Celtic de Glasgow con un Miguel Reina grandioso. Y esto no acabó aquí, porque con el pitido final del árbitro, la polémica y las tanganas se trasladaron a los túneles de vestuarios donde los jugadores rojiblancos, además de enfrentarse a la hinchada local y sus jugadores, también tuvieron que lidiar con la policía, quienes los reprimieron sin miedo a usar sus porras. La polémica llegó a trasladarse incluso al aeropuerto en el viaje de vuelta a Madrid, donde varios seguratas escoceses tiraron los pasaportes de los jugadores del Atleti al suelo con desprecio y con escupitajos incluidos, con los que se produjeron varios encontronazos.
¿Lo más espectacular de esta historia? Que el Atleti consiguió sacar un valioso 0-0 que le serviría para llegar con opciones al partido de vuelta, donde además salieron vencedores en el Vicente Calderón por 2-0 y colarse en la final. No obstante, este sería el inicio de una mala relación de la UEFA con el Atleti, pues a pesar de sufrir todos estos percances, el club fue multado con 2 millones de pesetas y amenazas sobre el cierre del Vicente Calderón si había conflictos en el partido de vuelta.
Esta hazaña fue la que hizo que, años después, jugadores como McNeill recordaran con un odio extremo todo lo que sucedió esa noche y con la que comenzaría una mala relación del club blanquiverde con el rojiblanco. No obstante, duela a quien le duela, ese partido será uno de los más recordados del Atlético de Madrid en competiciones europeas, aunque este con más añoranza por todo lo que supuso y por la forma en que se dieron las circunstancias. Lo que está claro es que se demostró que la garra, la fuerza y la resistencia colchonera pudo contra todo un país, tanto dentro como fuera del campo.
23 octubre, 2023
Muy bonito
23 octubre, 2023
«Alimentar el odio».
Esa es una expresión que siempre se dirige hacia terceras personas. Son los demás los que alimentan el odio, no yo. Y es una expresión, que, aplicada al fútbol, variará su connotación dependiendo del resultado.
Si no se consigue un resultado favorable, se hablará de encerrona, robo y antideportividad.
Si se consigue un resultado favorable (como ocurrió en Glasgow), lo convertimos en una batalla con épica victoriosa.
El partido de Glasgow fue un partido duro, con patadas, agarrones y pisotones. Nada nuevo, eso era el fútbol de los 70. Esa misma o más dureza la hemos visto en infinidad de partidos.
En los derbis no había abrazos precisamente con los Benito, Del Bosque, Hierro, Roberto Carlos, Chendo, Sanchís, Michel…y la lista sigue. Otro ejemplo fue la final de copa entre el Barça de Maradona y el Athletic, en Inglaterra hay numerosos casos, entre ellos, aquel combate de boxeo entre dos jugadores en un Leeds- Derby, también en los 70.
Hacer un acto de conmemoración de aquel partido quizá alimente más el odio que el que supuestamente hubo en aquella época.
No vendría mal hacer una autocrítica de vez en cuando, sobretodo cuando en nuestra propia casa tenemos un fondo que ya está bien cargadito de odio.
23 octubre, 2023
El Atlético y Juan Carlos Lorenzo se equivocaron aquella noche en Glasgow grave y lamentablemente. Las entradas furibundas de los Panadero y compañía, entonces y 50 años después, siguen produciéndome vergüenza, no ajena, sino propia, porque era y será siempre mi equipo. Y el error manifiesto se demostró en el partido de vuelta : el Atleti era mejor, mucho mejor, que el Celtic, y solo tuvo que jugar al fútbol para demostrarlo. Es curioso que casi nadie recuerde la vuelta en el Calderón.
Que los escoceses también repartieron brea a destajo en aquella noche lamentable, y que se ensañaron antes del partido con los greñudos y desaliñados argentinos desde esa repugnante e injustificada altanería británica, es un hecho. Pero es que Panadero, Ayala, Ovejero, Heredia, no fueron a silenciarlos con su fútbol, sino a darles la razón con una violencia gratuita.
Haber terminado aquel partido con 8 no es una hazaña en nuestra historia, sino un borrón indeleble.
Me importa un rábano la afición del Celtic, y me parecen especialmente risibles sus presuntuosas reivindicaciones de pretendida superioridad moral en asuntos sociopolíticos. Como tantos otros colectivos pretendidamente beligerantes, han estado calladitos como putas en semana santa con la plandemia, los enflautamientos génicos, los cuentos climáticos o cualquiera de las matracas globalistas.
Pero teniendo en cuenta que se conmemoran 50 años de aqueña eliminatoria, y que desde entonces nos aborrecen y desprecian y se mofan de nuestras derrotas, lo último que se me hubiera ocurrido a mí, habría sido repetir la indumentaria de aquella noche aciaga. Yo hubiera aplaudido que, sin afectación, nos disculpáramos sinceramente por una actuación desafortunada, que luego recordáramos el brillante partido de vuelta en el Calderón, y a otra cosa.