Lo confieso sin tapujos: soy pesimista profesional. Si pensar que todo lo que puede salir mal va a salir mal estuviese remunerado, me ganaría el jornal destruyendo mis propias ilusiones. No necesitaría el periodismo. Por eso cuando me enteré en verano de la marcha de Carrasco me hizo tanta ilusión como cenar brócoli un viernes. Mis amigos, optimistas de mierda, trataban de convencerme. Que Carrasco ya ha hecho aquí todo lo que tenía que hacer. Que si nos dan pasta por él este verano no se marcha gratis el que viene. Una retahíla de argumentos bien razonados. Por momentos tuve miedo de ceder, pero no, porque además de pesimista también soy obstinado. Un tipo incansable.
Como buen pesimista es evidente que siempre he preferido lo malo conocido que lo bueno por conocer. Es una especie de neofobia, me inquietan los estímulos nuevos, más aún cuando estoy a gusto con los actuales. Soy un entusiasta de la zona de confort .Por eso me hubiese quedado a Carrasco y habría mandado a Riquelme o a Lino a hacer otro erasmus. Lo sé, debería avergonzarme y esconder la cabeza como una tortuga. Pero también tengo cosas buenas y una de ellas es que no soy ventajista. Eso sí, ahora cada domingo pago mi penitencia mientras vuelvo del Metropolitano tratando de decidir quién me gusta más, si Riquelme o Lino.
Creo que hacía mucho tiempo que no teníamos una posición con dos futbolistas de un nivel tan similar. Tengo tanto ansia por ver a los dos que en lugar de disfrutar al que está jugando pienso en el que está en el banquillo. Es mi escapatoria pesimista. Como cuando te pides entrecot y te lo comes pensando en el chuletón que has descartado. El caso es que apenas llevan una docena de partidos con el Atleti y ya me han hecho olvidar a Carrasco. Facilón también soy un rato.
Todavía no ha sucedido porque el Cholo los está usando como piezas excluyentes y no complementarias, pero existe la opción de verlos juntos en banda si alguno entrase por la izquierda en esa línea de tres. Yo lo veo viable. De todos modos, si hay alguien que ha salido claramente perjudicado del juego que se traen estos dos traviesos, ese es Javi Galán. Mucho me temo que si Riquelme y Lino aprenden el oficio de defender, Galán quedará definitivamente como un futbolista residual en la plantilla. Y más todavía con la inminente vuelta de Reinildo y el enroque que puede darse con Hermoso en esa parte izquierda de la zaga.
Lo cierto es que es un auténtico lujo haber perdido a un jugador titular y estar discutiendo ahora entre dos que merecen serlo. Va a ser interesante ver esa carrera por adueñarse del carril izquierdo, sobre todo por lo rápido que están subiendo el listón en cada partido. Por si acaso, yo ya me he montado en los dos barcos: si se me hunde uno, tengo sitio seguro en el otro. Es la vida del pesimista y su instinto de supervivencia. Firmado: una viuda de Carrasco.