No es fácil escribir sobre Fernando Torres. Menos aún si no he podido vivir la adolescencia que miles de atlético experimentaron con su auge, tan solo su regreso en 2015 hasta su marcha en 2018. De hecho, ni había nacido cuando debutó en 2001 o cuando marcó su primer gol con el Atleti ese mismo año. Y es algo que me apena, pues sé que es algo irrepetible por el contexto en el que su figura «nació»: en Segunda División, sin una figura representativa, sin nada a lo que agarrarse, solamente el escudo y los colores.
Y es que, para muchos, el surgimiento de un chaval joven, rubio, con pecas y apodado como «el niño», marcó toda una generación. En su documental «Fernando Torres: The Last Symbol» se muestra perfectamente como rugía el Vicente Calderón con cada balón que tocaba en su debut, a pesar de ser un chaval de 17 años que «no había demostrado nada«. La gente estaba llena de ilusión por lo que significaba una figura como la de Fernando, que pronto les sacaría de lo más hondo para subir a Primera.
Un niño que, en sus propias palabras, «estaba en la grada sentando y que tuvo la oportunidad de correr y de luchar en el césped como lo haría cualquier aficionado que lo hace con la garganta«. Porque Fernando era eso, la representación de cualquier crío que estaba en la grada animando a su equipo sobre el campo de fútbol que alguna vez había soñado recorrer.
Su crecimiento mediático siguió aumentando con su primer gol con la rojiblanca contra el Albacete. La gente estaba loca con Torres y muchos niños eligieron al Atlético de Madrid por él a pesar de la tentación de vestirse de blanco. Una oferta que incluso a él se la podrían haber ofrecido, aunque siempre se mostró reacio a negociar con el Madrid por «una cuestión de principios, una tradición de cómo ver el fútbol».
Con el paso de los años comenzaría a dar los pasos que le llevarían a ser una leyenda del Atlético de Madrid, pues sostuvo al equipo cuando más lo necesitaba, incluso marchándose cuando el club «necesitaba» dinero. Fue de esa manera en la que se produjo su primera marcha, tras una nefasta situación económica y deportiva, donde incluso los aficionados le decían a Torres «vete de aquí, no te merecen«.
Fue una decisión que dolió, que dejó huella en mucha gente. Posiblemente, si hubiera vivido con consciencia ese momento, sería el primero que se hubiera entristecido con su adiós. No obstante, quizás fue lo mejor para todos, pues Fernando siguió creciendo como futbolista y el Atleti pudo remontar poco a poco su situación. Y repito, quizás no sea el más adecuado para hablar de esta época, pero tango claro que Torres fue un hito para muchos adolescentes a los que, a día de hoy, tengo cierta envidia.
23 marzo, 2024
Que bonito y entrañable artículo sobre Torres.