Iremos a gastarnos
Unas cuantas noches más
A las calles más oscuras
Y gastadas de Madrid
No he dudado ni un momento
Ni un solo momento
De tu amor
Extracto de ‘Mañana’, Mikel Erentxun, ‘Ciudades de Paso’
Nunca pensé que te escribiría. Jamás consideré a nadie tan inalcanzable. Y eso que mis primeros recuerdos rojiblancos son contigo: una fila de jugadores encabezados por Miguel Reina una noche bruselense del año 74 (cuatro añitos tenía). No podría decir si era miércoles o viernes, a tanto no llego, pero sí tengo presente la televisión en blanco y negro y el sofá del bajo de San Ignacio de Loyola. Todo lo demás de los dos partidos contra la máquina del Bayern son mitos que se fueron cayendo (o confirmando) con el paso del tiempo y la llegada de la tecnología: la celebración de Luis Aragonés antes de que uno de los golpes francos más magistrales de todos los tiempos besara las mallas de la portería de Maier, o el gol “desde el centro del campo” (que se fue acercando paulatinamente a la frontal del área) del central de apellido impronunciable. Más allá de eso, poco: una final de Copa contra el Zaragoza entre columnas en el viejo Chamartín y esa misma noche en casa de mi abuela materna pegadita a la glorieta de Cuatro Caminos. ¡Cuánto me gustaba aquella corrala en Treviño 9!
Luego el Atleti se fue haciendo más presente en mi vida, como esas mareas del Cantábrico que te sorprenden cuando te inundan, y las rayas y el escudo se me metieron por dentro. Tardes y noches en el Calderón (y mañanas, ¡qué el Madrileño también nos enamoraba!). Pereira, Leivinha, Dirceu, Rubén Cano, Arteche, Ruiz, Mejías, Pradito, Julio Prieto, Rubio, Hugo Sánchez (sí, también él), Fillol, Setién, Tomás, Manolo, Futre, y tantos otros que configuraron temporada a temporada mi ‘atleticidad’. Sin embargo tú siempre estuviste ausente en todo eso, como aquellas chicas que sabías que existían, que a veces se cruzaban por tu cabeza, o que simplemente te encontrabas en una esquina en un fugaz recordatorio de que eran reales, pero que sólo salían con los guapos, ricos o atrevidos.
Así continuamos muchos años, distantes, separados, a leguas el uno del otro; yo madurando al sur de mi ciudad y tú entregando tus encantos a potentados en Munich, a obreros en Liverpool, Nottingham o Birmingham, a seductores en Milán, a magnates en Turín e, incluso, dándote el placer de dejarte cautivar por primera vez por las irresistibles caricias del dandi de Barcelona.
Y entonces sucedió. Volví a verte subido a lomos de un Milagro (¿o era Imperioso?). ¿Cómo se podría calificar si no aquello? Molina, Geli, Solozábal, Santi, Toni, Vizcaíno, Simeone, Caminero, Pantic, Kiko, Penev. 11 nombres que repetiré de memoria hasta que se apaguen las luces. Creí de veras que sería nuestra oportunidad hasta que una maldita lentilla (¿otra leyenda?) se cruzó en el camino. Decidiste caer en los brazos de alguien tan parecido, tan cercano, tan comparable, que por primera vez te odié.
Tal vez eso influyó en la bajada a los infiernos. Pensé que podríamos tener algo en común, acercarnos, cortejarnos, compartir historia, ser felices por un tiempo. Sin embargo no hice nada, lo di todo por seguro, abandonado en mi propia autocomplacencia hasta que lo peor sucedió. Mientras me arrastraba buscando un camino de retorno, tú te encamaste varias veces con el vecino más odiado, con el rico de la zona norte que siempre mira con condescendencia y por encima del hombro. ¡Zorra!
Pero madurar es asumir las propias virtudes y limitaciones, y no creer a pies juntillas que los éxitos o fracasos vienen determinados por una fuerza superior sobre la que no podemos influir, o por los caprichos y decisiones de otros. Cholismo en vena, eso era lo que necesitaba para volver a mirarte a la cara, pedirte perdón por mis errores e intentar, una vez más, conquistarte.
No hablaré de Lisboa con dolor, a pesar de que ese puñal lo llevaré siempre clavado en el corazón y la cicatriz escocerá como escuecen todas las heridas de la vida. Puede ser que te sintieras minusvalorada en algún momento, que creyeras que presté demasiada atención a otras antes de nuestra cita o, simplemente, que quisieras ponerme una última prueba (la más dura, la más dolorosa, la más cruel) antes de encontrarnos definitivamente.
Y aquí estoy (estamos) de nuevo. Esta vez no me costó tanto tiempo volver a buscarte (aunque sí un esfuerzo titánico, te lo aseguro). Convencido de que la única ciudad en la que te enamoraste de las dos mitades es el escenario ideal. Convencido de que no podrás resistirte a las filigranas de Filipe, a la marcialidad de Godín, a la hombría de Gabi, al toque de Koke o a la picardía de Griezmann. Porque, pienso, ¿a quién no le gustaría ser acariciada por las recias manos del Cholo o sumergirse en los ojos del Niño que se hizo hombre y que volvió para esto?, ¿quién no querría rodar con Garci, que le cantaran Sabina o Varona, que le escribieran Grandes o Simón, que le dibujase Crespo, que le glosase De la Morena, o que Tomás se jugase la vida tras brindarle la muerte de ese toro?
Te encantará el Madrid más canalla, desde Neptuno al Calderón, pasando por Las Vistillas, La Latina, y todos los barrios humildes donde serás admirada. Porque, eso puedo garantizártelo, nada será igual a lo que estás acostumbrada cuando vienes a la capital: no te sentirás abandonada al día siguiente, disfrutaremos de cada momento (antes y después), no habrá comentarios sobre lo buenos que somos y cuánto nos mereces. Y cuando nos toque separarnos, te besaré una última vez, te dejaré ir sin dramas y desearé volver a estar contigo sin angustias ni agonías.
Y si finalmente decides que es nuestro momento, vas a tener la suerte de vivir el último año del Templo; lo sentirás vibrar domingo y miércoles, estarás orgullosa de ver cómo defendemos nuestro escudo, cómo luchamos por pasar otro año en tus brazos, cómo un equipo de fútbol puede ser tan auténtico como la vida misma.
A presto!
Quiero que sea esta noche
Tu noche y la mía
Quiero que sea un recuerdo
Que no olvidaré
Y mientras pasen los días
Teñidos de azul
Y queme mi cara
El viento del sur
Siempre será aquella noche
Tu noche y la mía
Extracto de ‘Tu noche y la mía’, Revolver, ‘Básico’
26 mayo, 2016
el sábado dejará de ser inalcanzable, porque si se cree y se trabaja se puede
26 mayo, 2016
Precioso como describes como nos gustaría a todos estar en los ojos de Torres
26 mayo, 2016
¡Qué grande!
El sábado, seremos campeones si Dios quiere. ¡Aupa atleti!
26 mayo, 2016
Bonito y emocionante artículo para nuestra sensibilidad rojiblanca, muy a flor de piel en estos días( al menos la mía).
El sábado nos levantaremos con esa sensación que se tiene cuando algo muy importante puede pasar, nos enfundaremos nuestra camiseta , la de siempre, la curtida en mil batallas, la que sufre y disfruta con nosotros, la que creo que algunas veces me habla diciéndome; » tranquilo Jose que lo veremos, que ocurrirá, Torres se encargará».
Pasaremos el día como podamos y cuando llegue la hora hay estaremos, animando, sufriendo, retorciéndonos pero espero que al final…………..¡ disfrutando! orgullosos de haber vivido este momento.
Personalmente no contemplo la derrota, pero si esta se produjera, como siempre apretaremos los dientes, maldeciremos y seguiremos adelante……..¡volveremos a intentarlo!. Los atléticos somos así.
Ánimo a toda la familia Atlética y a este equipazo, se va acercando el momento marcado en rojo y blanco en nuestras vidas, oportunidad y venganza a partes iguales.
AUPA ATLETI. EQUIPO Y AFICION.
26 mayo, 2016
increible
27 mayo, 2016
Con lagrimas en los ojos he terminado, y esto se repetirá mañana ganemos o perdamos, nada de aspavientos grandilocuentes. Si ganamos, lloraré por toda la rabia contenida, por los años de menosprecios y por todos aquellos atléticos que no lo han podido ver, y si perdemos, Dios no lo quiera, lloraré por la ocasión perdida, pero también y sobretodo por el esfuerzo de estos jugadores que nos han dado la oportunidad de soñar.